Comando Pop'Star

-Maestro Chapel-

Hace veinte años

La pluma se deslizaba ágilmente sobre el rancio papel, dibujando letras, símbolos y otras formas a través de aquellos dedos llenos de arrugas. La pluma danzaba en el folio mientras aquel hombre escribía con precisión y elegancia, con suma calma y perfecta limpieza. Del tintero, al papel. Del papel, al tintero.

"Dime, Topaz..." susurró la voz de aquel hombre, profunda y ronca como las raices de un sauce en el bosque. "¿Está listo... nuestro invitado?"

"Está listo, señor Crawford." respondió la figura que se mantenía de pie, impasible y tranquila, tras aquel hombre. Era una mujer joven, de cabellos negros como el azabache. En sus manos llevaba un portafolios de piel lleno de apuntes, horarios y tareas aún por realizar. Todo metódicamente escrito, organizado y clasificado. No en vano, era la secretaria del hombre más influyente del siglo.

El hombre terminó el manuscrito, lo secó, dobló dos veces y guardó en un pequeño sobre color azafrán. Tomó una vela, echó algo de cera sobre el sobre y hundió su anillo sobre ella, creando un destacable sello con forma de cruz. El hombre crujió los dedos, se desperezó y se levantó de la silla. La mujer le ofreció un bastón con cabeza de mármol, que el hombre tomó para apoyarse.

"Si me permite una pregunta, señor Crawford..." se aventuró a decir la secretaria, mientras agarraba la carta y la miraba con curiosidad. "¿Por qué una carta? ¿Por qué no un email o una llamada telefónica?"

El hombre asintió. Abrió las persianas, y la luz del día entró en toda la habitación. Una imponente panorámica de Business City se veía a través del cristal. Desde allí, el edificio centra y más alto de la ciudad, uno podía sentirse el dueño de toda Bussiness City. Y en cierto sentido, aquel hombre lo era. Jeremiah Crawford: dueño y señor de una de las corporaciones más ricas de toda Pop'Star, Industrial Stars.

"Tienes razón." volvió a asentir el hombre. "Vivimos en la era de la información. Hoy día es mucho más fácil, barato y rápido enviar un mensaje a través de las redes que conectan toda la sociedad. Yo mismo me he encargado de la instalación y popularización de muchos de esos servicios.

"Como el Sistema de Frecuencias ¿verdad?" intervino la mujer, ajustándose las gafas.

"En efecto. Las llamadas a través de ondas de radio para frecuencias únicas por persona. El protocolo SFRC (Sistema de Frecuencias de Radio Control). Barato, eficiente, y gratuito." estiró el brazo en ademán de una corta reverencia, y se encaminó hacia la puerta. La abrió, y caminó a través de los pasillos. Topaz guardó la carta en el portafolios, cerró con llave y lo siguió.

"Pero las comunicaciones por radio pueden ser interceptadas." continuó el hombre. "También los e-mails, y estos últimos no son tan fáciles de borrar. En la era de la información, es fácil hacer copias de un mensaje que debería haber tenido sólo una, y la información que contiene esta carta, las órdenes que doy a través de ellas, no deberán ser leídas por nadie más que su receptor."

Topaz asintió. Aquello no era sólo una advertencia de que no debía leer la carta, sino también una orden implícita de que debería encargarse personalmente de hacer que llegara a su destino, intacta, y sin intromisiones.

"Además, a donde quiero que llege esa carta no existe aún Internet. ¿Te lo puedes creer? ¿La capital de un próspero reino, sin Internet? ¿En estos tiempos que corren? ¿En la era de la civilización y la tecnología? Terrible... sencillamente terrible..." suspiró, negando con la cabeza. Se paró frente a una puerta y esperó a que su secretaria la abriera por él. La puerta estaba cerrada no sólo con un cierre magnético, sino también un lector retinal, que se abriría sólo ante un selecto número de personas. Entre las que estaba, por supuesto, su secretaria.

//Música de fondo//

Entraron en un amplia sala en cuyo centro se encontraba una cápsula en forma de cama, cerrada, y con un cristal que permitía ver su contenido. Un hombre inconsciente, sedado por las jeringuillas que de cuando en cuando introducían suero en su cuerpo.

"Abrela." ordenó el señor Crawford.

Topaz se acercó y posó su mano sobre el cristal. Miró el rostro del muchacho encapsulado y quedó un poco embobada. De rasgos sureños, en realidad, era bastante atractivo. Parecía algo más joven que ella, quizá tuviera unos quince o dieciséis. Aunque los hombres maduraban físicamente más lento que las mujeres, así que era posible que pareciera más joven de lo que era.

Tardó unos segundos en salir de su ensimismamiento. Introdujo el código numérico en el panel de apertura y a continuación la cápsula se abrió lentamente. Miró al señor Crawford, sin saber muy bien qué hacer a continuación.

"El cetro." le ordenó. Topaz asintió y se dirigió a un pequeño arcón que se encontraba en una pared y lo abrió. Dentro había un único objeto dorado, con inscripciones en un lenguaje olvidado.

Aquel objeto era antiguo... muy antiguo. Probablemente datara de varios milenios, pero estaba perfectamente conservado. Ni un solo rastro de polvo. Ni una muesca o rayadura en el metal. Poseía poder, eso no podía dudarlo. Irradiaba un brillo irreal, mágico y misterioso. Sentía una extraña calidez al tocarlo, como si el objeto mismo se alegrara de estar en las manos de alguien...

Apartó esas ideas de la cabeza, y se lo ofreció a su maestro. Éste negó con la cabeza, y señaló al "invitado" que tenían delante. Topaz tragó saliva, y lo tendió hacia él. Repasó en su mente las palabras que su jefe le había enseñado dos días antes. Había llegado el momento de realizar el ritual. El ritual de la Reencarnación.

//Música Ilustrativa (es distinta a la anterior)//

Respiró profundamente. Tres veces. Se concentró en el Cetro, en su poder y en el sujeto al que debía canalizarlo. Y de repente, sintió cómo la energía fluía a través de ella. Entró en trance, sus pestañas se abrieron y puso los ojos en blanco.

"Zee Kee Yan Ke Pa
Zee An Na Ke Pa
Zee Din Geer Ke Nan Ke Pa"

Comenzó a entablar un cántico en una lengua que no conocía. Las palabras salían de su boca como si las hubiera conocido de toda la vida. Los sonidos sonaban místicos y ancestrales. Podía sentir cómo su energía iba fluyendo... hacia el Cetro... y del Cetro hacia ella... Sus fuerzas comenzaban a flaquear... empezaba a sentirse cansada... quería dormir... abandonar aquel doloroso hechizo y dormir en un sueño eterno... para no despertar jamas... para no recordar el dolor que su alma sentía al fragmentarse, al ceder un parte de sí misma al artefacto...

Pero no era suficiente. ¡No era suficiente! El ritual debía continuar. ¡Debía continuar!

"Óyeme, Espíritu del Cetro
¡Responde a mi llamada, Espíritu del Cetro!
Yo te revoco de la maldición
Yo te ofrezco la posibilidad de vivir
¡Yo te ofrezco la reencarnación!

Ia Za Na Te La Se Pa
Ia Za Na Yan Ke Pa
ZI KIA KAN PA
ZI AN NA KE PA
¡¡Acepta este cuerpo...
Y VUELVE A LA VIDA!!"

-Marik Ishtar- · Publicado: 02 Mar 2013 8:31 pm

//Tema de Marik//

Y un fortísimo trueno resonó en toda la habitación, sacando inmediatamente a Topaz del trance. Un rayo de energía mágica brotó del cetro directo al corazón del hombre que yacía tendido en la cápsula. Su grito de dolor inundó por completo la sala, y cuando cesó, se hizo el silencio.

Topaz desvió la vista a su jefe, confusa. ¿Había realizado mal el ritual? ¡Pero no podía ser, ella había seguido todas las instrucciones con meticulosa precisión! ¡Hasta había entregado un pedacito de su alma como sacrificio! ¿¡Qué sería de ella ahora que había fallado!?

Pero el señor Crawford se mantenía impasible, tranquilo y con la mirada fija en aquel invitado. Parecía estar esperando... aguardando al retorno de aquel espíritu ancestral...

Entonces ¿había realizado el ritual con éxito? Volvió a fijar la miarada en aquel invitado, y en aquel preciso instante lo vio abrir los ojos. Ya no eran del castaño oscuro que tenía el anónimo invitado que una vez se encontró frente a ellos. Ahora eran de un color púrpura claro, y ciertamente la mirada era diferente... más adulta... más exótica.

"¡Jeremy, viejo amigo!" exclamó el espíritu, alzando los brazos del cuerpo de aquel invitado forzado al que había poseído. "¡Llegas tarde! He perdido la cuenta de los años que han pasado desde la última vez que me despertaste" le recriminó.

Se miró las manos con curiosidad, los brazaletes y joyas que llevaba, y sonrió. "¡Un descendiente!" Abrió y cerró los puños, como si aún no pudiera creerlo. "¡Me has encontrado un descendiente de mi linaje! ¡Un cien por cien de compatibilidad!"

Jeremeiah Crawford le devolvió la sonrisa y asintió sin decir palabra alguna. Miró a Topaz, y ladeó la cabeza. Ésta le tendió el cetro con timidez, y fue entonces cuando el espíritu reparó en ella. "¿Mmm? ¿Y esta quién es?" preguntó. Se levantó, se acercó, y le puso dos dedos en la barbilla para levantarle la cabeza. La miró a los ojos, y ella pronto desvió la mirada.

"Humph." bufó. "¿De dónde has sacado a esta joya? Sus ojos oscuros y desafiantes revelan mucho más de ella que su esforzada actitud de modestia. Los ojos nunca mienten ¿sabes?" preguntó al aire, sin esperar obtener respuesta. "¿De dónde la has sacado?"

Le arrebató el cetro de las manos y sonrió con satisfacción, observándolo meticulosamente. "Aaah... el Cetro Milenario... Tan bello y majestuoso como el primer día en que lo vi... Y qué poder... ¡qué inmenso poder!"

Se acercó a Jeremiah Crawford y le dió un par de palmaditas en el hombro. "Jeremy, Jeremy, Jeremy. Te noto algo... desmejorado." dijo, con exagerada preocupación. "¿Te cuidas bien? ¿Te estás tomando las pastillas?" lo examinó con más detenimiento y su sonrisa se apagó por completo. "Por el Faraón... ¿pero qué te ha pasado? ¡Estás realmente demacrado! Por la vejez de tu rostro diría que ha pasado mucho más tiempo del que creí... Mucho más. ¿Cuánto te has retrasado, viejo amigo? ¿Cuánto?"

La secretaria le entregó uno de los folios que guardaba en el portapapeles. Miró el papel, y quedó boquiabierto. Sus ojos se abrieron enormemente, casi no podía creer lo que estaba leyendo. "¡¿Dos siglos?! ¡¿Han pasado MÁS DE DOSCIENTOS AÑOS desde la última vez que me llamaste?!"

"¿¡Qué significa esto!?" bramó. "¿Cómo te atreves? ¿¡Cómo te atreves!? ¿¡Te das cuenta del peligro al que has expuesto a todos!? ¿¡Tienes idea, siquiera un ápice, de lo frágil que está nuestro operativo!? ¿¡Qué habría pasado conmigo si hubieras muerto, si no hubiera quedado nadie para realizar el ritual!? ¿¡Qué pasaría con el planeta... con el universo entero si nosotros no estuvieramos ahí para protegerlo!? ¡¡La extinción, Jeremy, maldita sea!! ¡¡De mí y de todos!!"

-Maestro Chapel- · Publicado: 30 Aug 2013 3:05 am

"Mi viejo amigo Marik..." habló por fin el señor Crawford, sin un ápice de ira sobre su rostro. "...soy muy consciente de lo que refieres. Somos el último reducto de nuestra raza, la última esperanza de este planeta. Cualquier error, por nimio que pueda parecer a primera vista, puede suponer la diferencia entre el éxito y el fracaso."

"Ha habido complicaciones." espetó. "De haber podido, te habría despertado antes, pero me temo que numerosos asuntos más inmediatos requerían mi atención." explicó. Tiró de una anilla que colgaba cercana, y desplegó un rollo de papel sobre la pared. En éste, se hallaban diversos recortes de periódico, fotografías y mapas, algunos enlazados entre sí con cuerdas y chinchetas. También había fotos, fotos de diversos personajes que habían sido o eran un posible enemigo para Chapel. Algunos estaban tachados en rojo, pero la mayoría de las fotos estaban intactas.

"Protege al mundo, y acabarás convirtiéndote en su enemigo ¿eh?" murmuró el extranjero. "Siempre la misma historia. No es una novedad. Llevamos miles de años jugando a este juego, Jeremy. ¿Qué ha cambiado? ¿Qué puede haber surgido esta vez como para que ni siquiera hayas tenido tiempo de encontrarme un anfitrión?"

"Permíteme que te informe de las novedades. ¿Topaz?" dijo, indicando a su secretaria que era su turno. Ella sacó otros papeles, que también entregó a Marik. En ellos, estaban detallados a grandes rasgos todos los acontecimientos importantes que habían ocurrido en los últimos doscientos años. Marik se había perdido sucesos tan importantes como la Segunda Guerra Estelar y la subsecuente caída de la Armada Estelar. Algunos datos carecían de importancia para ellos, pero eran de dominio público y Marik debía conocerlos: los avances tecnológicos, el estado de la sociedad actual y de sus valores... todo lo que necesitaría para la correcta integración.

"Nos hemos ganado unos cuantos enemigos." le informó el señor Crawford, mientras Marik le echaba una ojeada a cada una de las hojas. "Hará unos doscientos años precisamente, ¿recuerdas al joven vampiro que te mató?" Marik hizo una mueca ante la pregunta. "¡Pues claro que lo recuerdo!" contestó el extranjero, visiblemente molestado. "Le ofrecimos gentilmente nuestra ayuda, pero lo único que se le ocurrió en respuesta fue... ¡traicionarnos! Le clavó los dientes a mi anfitrión, convirtiéndolo en uno de su calaña. Tú mismo tuviste que acabar con la semejante blasfemia en la que me había convertido."

"Amén." respondió Chapel. "Comprenderás, que si ya era problemático de por sí, tras fusionarse con Blood Matter se convirtió en... alguien demasiado problemático."

"¡¿Que hizo qué?!" exclamó Marik, estupefacto. "¿Estás hablando del mismo Blood Matter? ¿El Atrapadioses?"

"El mismo."

"¡Por todos los faraones! ¿Te ha llevado doscientos años detenerlo y encerrarlo? ¡Si me hubieras llamado...!"

"Imposible." interrumpió el anciano Crawford. "Robaron el Cetro."

"¿Quién?" preguntó Marik, aunque ya estaba oliéndose la respuesta. Alucard. El vampiro que acabó con su vida. Bueno, de una de tantas. Marik venía reencarnandose una y otra vez a través del Cetro Milenario desde hacía milenios, tantos como la edad de Chapel. Pero a diferencia de éste, él no conservaba su cuerpo. Él no necesitaba de drogas para mantenerse con vida.

Casi como si hubiera leído lo que pensaba Marik al ver su mirada, Jeremiah Crawford se acercó, cojeando, a un sillón cercano en la habitación, sentándose a descansar en él. "Me estoy haciendo viejo, Marik. Creo que es evidente." dijo entonces. "He tenido que duplicar una vez más la dosis."

"¿Otra vez?" Marik expresó verdadera sorpresa en su rostro. "Hace doscientos años me dijiste lo mismo, Jeremy. ¿Te estás... te estás volviendo adicto? Un uso excesivo podría provocarte..."

"Sé muy bien cómo funcionan mis medicinas, Marik." le interrumpió el anciano. "No en vano fui yo quien las fabriqué. Pero hace ya mucho que rebasé el límite de lo razonable"

Hizo una seña a Topaz, quien se dirigió a la alacena y sacó un pequeño maletín blanco. En su interior, había una jeringuilla llena de un líquido extraño, color verdoso. Ante la siguiente señal de su jefe, ella le inyectó el contenido. La expresión de Chapel se relajó, y éste soltó un profundo suspiro.

"No tienes ni idea de los dolores. Tú has experimentado la muerte de tu huéspedo una y otra vez, pero yo... yo lo hago continuamente. Agonizando. Sufriendo. Alargando la vida más allá de los límites naturales." dijo entonces. "Estoy cansado. Me muero, Marik." Su interlocutor le miró preocupado. "Me has preguntado quién es esta chica. Topaz. Que de dónde la he sacado. Creo que puedes intuir las respuestas. Por qué esta aquí presente. Por qué ha hecho ella el ritual."
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-Chapel the Evergreen-