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✪ 2/11/2015 ✪

Actualizado el avatar y la primera imagen de la firma de Bastet, ahora las dos imagenes tienen mejor calidad y el avatar es más grande. ¿Que esto no es una noticia realmente? Eeh... uh... bueno...


Pop Star Times
Nueva mascota que hace furor en otros planetas, ¡Ahora disponible en Pop'Star!

¡Así es! ¡Las nuevas criaturitas más tiernas de la galaxia ahora están disponibles en la Tiendita de Mascotas de los Horrores! ¿Curioso nombre no? Que no os engañe, este pequeñín no es un horror para nada. Un animalito de lo más mono y cariñoso, un energético compañero que alegra a tanto niños como ancianos. Por ahora han tenido un especial impacto en los habitantes de la Isla del Helado, que adoran sus nuevas mascotas. ¡Pero no faltará mucho para que estén por todo Pop'Star! ¿Qué esperas para conseguirte el tuyo propio? ¡Al escribir esto tengo el mío dando vueltas en mi pierna y lamiendo mis pies, es tan juguetón! ¡Pasaos cuando queráis por la galería de los Edificios Mantequilla, y no se arrepentirán!


Evento Actual


Crucero Star Ship
¡Sean todos bienvenidos al Star Ship! Disfruta de un relajante viaje paradisíaco a bordo del más exótico crucero de Dreamland, a través de las hermosas aguas del Océano Naranja. ¡Dado que es la innauguración, las entradas cuestan la mitad de su precio normal!

NPC del Mes
-Drake-

¡El NPC del mes de Febrero de 2015 ya está aquí!

El General Drake de los Shadow Riders ha sido un misterio durante años. Generalmente pasivo, encerrado en su habitación de la base con sus propios asuntos, se ha vuelto más activo en los últimos tiempos.

Tomando una participación en la odisea en la Fábrica, dándole traumas a Luminary Knight que definitivamente aumentaron su carácter para ser Luminary Umbrae o incluso organizando su propia investigación oceánica con la ayuda de la mismísima Princesa del Mar, por "motivos académicos" y con un nombre falso...

Pocas veces se ha visto a este hombre actuar, y muy pocos saben qué se trae entre manos y cómo reacciona ante las diversas situaciones. Sin embargo ese misterio es el que nos mantiene aún interesados en este personaje y los secretos que puede guardar. Por el momento, le daremos este pequeño homenaje acompañándonos durante todo marzo. ¡Felicidades Drake! Y que lo que tengas en mente no acabe con demasiados muertos...

La Epopeya del Rey de Héroes
La Épica Gesta de Sal Sala... ¡GIRUGAMESH!

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-Ahina-
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MensajePublicado: 11 Sep 2013 3:08 am    Título del mensaje: La Epopeya del Rey de Héroes Responder citando

Ahina se encontraba apoyada en la barandilla del balcón, observando adormilada el ir y venir de las anaranjadas olas. Sus azulados cabellos ondeaban con las leves ráfagas de viento, que acariciando su cara contribuían aún más a embellecer la estampa y relajarla. Le resultaba extraño cómo aún habiendo pasado cerca de seismil años encerrada en las profunidades de los océanos, seguía apreciando el mar. Sencillamente... ¿quién podría odiarlo?

¿Añoraba los años de Atlantis? Sí, desde luego, pero... Había aprendido a apreciar el mundo en el que vivía ahora. Sí, puede que la hubieran olvidado, puede que no le tratasen con el debido respeto respecto a su condición de Diosa del Mar. Puede que añorase la fama, que la desease, pero... ¿Cómo decirlo? De momento, y mientras tanto, le resultaba... divertido vivir así, 'de incógnito'.

-De todas formas, cualquier cosa es mejor que esa estúpida jaula de cristal...-

Sacudió la cabeza, expulsando esos recuerdos de su cabeza. No, ahora no era momento de pensar en eso. No ahora que era feliz. Se dirigió al interior del apartamento y dejó la terraza.

Harald había comprado para los dos un apartamento con vistas a la misma calle en la que pasearon en su primera cita, y le había regalado una copia de la llave. Cómo lo compraron... eso sí que fue una anécdota. Harald casi le rompe la nariz al vendedor cuando éste le pidió 'que le pagara'. ¿El Rey de Reyes? ¿Pagar? ¿A un súbdito? Gracias a los océanos, Ahina pudo convencerle de que dándole unos cuantos lingotes y piedras preciosas el hombre no le molestaría más. Y desde luego que no. Ella había visto algo del mundo con Aqualord, y había podido rápidamente cómo funcionaba. No era muy diferente a lo de siempre: el dinero lo compraba todo.

Y hablando del Rey de Roma... ¿Dónde estaría? ¿Otra vez en el dormitorio? Se acercó para mirar, y efectivamente, ahí estaba, escribiendo en aquel cuaderno otra vez. Había aguantado la curiosidad unos cuantos días. Sabía que tenía que respetar la intimidad de su pareja, pero... se moría de ganas por saber qué diantres estaba escribiendo.

"¿Estás escribiendo un diario?" preguntó, por fin.
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"¿De verdad creíais que así ibais a destruirme?"
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Harald Ballad
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Harald Ballad

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MensajePublicado: 11 Sep 2013 3:46 am     Responder citando

Por supuesto, nadie iba a exigirle pagar nada. NADIE. ¿Quienes se creían que eran? Estaban hablando con el mismo Rey de Héroes en persona. ¡Como mínimo tendrían que arrodillarse! Tsk... Era por eso que odiaba este mundo moderno. Tan complejo, pero a la vez tan simple. El respeto a la realeza se había perdido, y las razas se mezclaban entre ellos, creando meros Mestizos. Era por ello que acabo pagando, si, pero estampando una bonita barra de oro de 1kg en la cara a ese ridículo vendedor.
Sin embargo, no eran esos problemas tan banales lo que le preocupaba ahora, ni mucho menos. Desde que despertó de su sueño, llevaba sintiendo una extraña sensación a su alrededor, como si algo de su pasado hubiese surgido de la nada casi al mismo tiempo. O eso creía. Y tan fuerte era ese sentimiento... Que no pudo evitar empezar a recordar cada una de sus memorias mas profundas. Incluidas aquellas que aun hoy, suponían un fuerte trauma.

¿Pero que iba a hacer para tragarlas? Amargarse seria un grave error. Ya lo hizo en aquella ocasión, y solo consiguió perder la cabeza... ¿Contarlo? ¡Ja! ¡Claro que si! Un Rey no tenia que contar nunca sus problemas. Eran suyos, como todo lo demás. Pues esa era el secreto de un autentico Rey, saber guardarse tanto lo bueno como lo malo. Disfrutando y sufriendo por igual. Pero sin dejar de atender lo importante.
-Fue por eso que ninguna Diosa supo doblegarme. Ni la gata chiflada, ni la loca del recipiente. Ambas creyeron que con desgracias y males conseguirían hacerme cambiar de opinión... Pero se equivocaron.-

Así que al final, la única solución factible que se le ocurrió para calmar esas emociones tan negativas, fue escribirlo todo en un cuaderno. Absolutamente todo. Cada detalle, acto, suceso... Desde su punto de vista, claro esta. De esa forma había conseguido desahogarse esos últimos días... Incluso sabiendo que Ahina estaba deseosa de saber lo que hacia.
''¿Un Diario? No soy un crío, por todos los Dioses. ... Aunque si, mas o menos se trata de lo mismo. Pero en vez de contar lo que he hecho hoy y ayer, he escrito todo lo que ocurrió en los últimos años de mi reinado.'' Explico él, mientras se levantaba de la silla, estirando por fin su espalda. ''Tal vez tu deberías hacer lo mismo un día de estos. Tal vez te sientas mejor después de hacerlo.'' Le sugirió a modo de broma, agarrando el cuaderno y cerrándolo, caminando hasta Ahina y poniéndoselo en las manos, al mismo tiempo que le daba un tierno beso en la frente. ''La ultima vez me preguntaste sobre mi pasado, ¿No? Pues aquí esta todo. Todo lo que querías saber... y mas.''

Estirando su cuello un poco, miro por el balcón, observando el clima que hacia, para luego suspirar. ''Necesito tomar el aire y estirar las piernas. Ya me he abrumado bastante tras todas esas horas ahí sentado... Bah. Saldré a dar una vuelta. Dudo que halla nada que me interese mas que estar contigo. Pero si quiero estar sano, tendré que fastidiarme por un rato.'' Y aquello no eran meras palabras, realmente iba en serio. Si llegaba a salir por ahí, siempre era con Ahina. No parecía importarle nada mas si no ella.

Por tanto, tal y como anuncio, Harald se acerco al armario y se enfundo su tan preciada chaqueta dorada, a juego con el resto de la indumentaria, del mismo color. ¿Es que no había ningún otro tono que le agradase? Todo era dorado, dorado, y dorado, con complementos de colores vivos, o que marcasen aun mas el brillo de su porte.
''Aprovecha y leete eso mientras no estoy. Y no te preocupes, si compro algo, me asegurare de meterles una barra de oro en la boca. Ya lo tengo aprendido.'' Y tras esas ultimas palabras, salio por la puerta, cerrándola con cuidado, y bajando las escaleras del apartamento, rumbo a las calles marítimas...
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-Bastet-
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MensajePublicado: 11 Sep 2013 4:38 am     Responder citando



"¡Sí, sí! ¡Mis orejas y cola son de verdad, dejad de tirar de ellas! ................ ¡AU!"


La diosa de los gatos se encontraba en una pequeña placita entre las calles y callejones de Ciudad Naranjo, sentada al pie de una fuente para quedar a mayor altura que todos los niños que se encontraban frente a ella, sentados y expectantes. O mejor dicho, que se suponía que tenían que estar sentados frente a ella.

"¡Venga niños, venga! ¡Sentaos de una vez!" pidió, sin mucho éxito. Había decidido ir a fardar por ahí un poco sobre su linaje divino, sus poderes y todo eso. ¡Pero nadie sabía quién era 'Bastet! Por los divinos rayos de Ra, ¡no le extrañaba el no haber podido encontrar rastro alguno de sus compañeros divinos en todo el desierto! Si nadie los adoraba ¿cómo diablos iban a tener poder para manifestarse? Si nadie les erigía templos ¿cómo iban a poder actuar sobre los mortales? Afortunadamente, gracias a Ra ella era diferente. Gracias a Ra literalmente, a través de NOVA, el cometa que concedía deseos. Si no hubiera explotado prácticamente en su cara...

"Ajá, esa seguro que es una historia que os interesará. No teneis ni pajolera idea de quién es Bastet, pero... ¿A que habéis oído hablar de Harald Ballad, el Rey de Héroes, el gran Rey de Drezed?"

Se hizo el silencio. ¡Ajajajá! Había dado en el clavo. ¡Había dado en el clav...

"No." contestaron los niños.

"...¡Venga ya!" respondió, mientras uno de los niños empezaba a tirarle de las orejas otra vez. "Madre mía, ¿ni siquiera sabéis quién fue Harald Paddra Ballad?" preguntó, incrédula. Los niños volvieron a contestar, negando con la cabeza. "¿¡PERO QUÉ TIPO DE FUTURO ES ESTE!?" exclamó, alzando los brazos y mirando al cielo.

Los niños se rieron. "¡No, no tiene ninguna gracia! ¡Tenéis sangre mesopotámica! ¿¡Pero aquí no os enseñan historia!?"

"DeDeDe existe desde hace trescientos años :D" comentó un niño.

"¿DeDequién?" preguntó la diosa, alzando una ceja. "¡Da igual, no quiero saberlo! ¡Sentaos ahora mismo! ¡Voy a contaros la historia de Harald Ballad primero! ¡Y después la mía! Es más ¡yo salgo en esta historia! Os contaré las aventuras y desventuras del Rey de Héroes, Harald Paddra Ballad. ¡De cómo derrotó a la bestia de Seth, el Señor de los Cielos! ¡De cómo buscó la gloria y después la inmortalidad!"

"...De cómo rechazó el amor de una diosa por el de un simple mortal."

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"¡NO HAY DIOSA MEJOR QUE YO!"

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-Ahina-
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MensajePublicado: 12 Sep 2013 4:18 am     Responder citando

"Ugggh... ni hablar. Me traería muy malos recuerdos." respondió Ahina. ¿Escribir sobre los fatídicos últimos días como regente de Atlantis? Nah... ¿Qué iba a decir? ¿Que mató a miles y miles de los suyos? ¿Que se arrepentía de ello? Ni siquiera estaba segura de eso último. No, no quería recordar esas cosas. Le bastaba con el hecho de que los culpables eran los de La Sombra, y que, junto a Lilith, les haría pagar por ello.

Ni una cosa más, ni una menos.

Harald pareció haber intuído la incomodidad de Ahina, pues en un galante beso en la frente la devolvió a la realidad. Le puso el cuaderno que había estado escribiendo en las manos, como si tal cosa. ¿La estaba invitando a que lo leyera? Desde luego, se moría de ganas, pero debía respetar la intimidad de su novio. Ella era de las que pensaba que entre las parejas, no debería haber ningún tipo de secreto, pero ¿cómo podía forzarle a ello, tan pronto? No, había decidido que de momento no forzaría las cosas, que había que dejar que siguieran su ritmo. Estaba impaciente por compartirlo todo con Harald y por que él lo compartiera todo con ella, pero sabía que las relaciones, como las plantas, hay que cuidarlas y dejarlas crecer poco a poco.

Así que una vez más, Harald se adelantó, sorprendiéndola gratamente. Para ella aquello era una demostración de que Harald se tomaba la relación entre ellos tan en serio como ella misma. Sí señor. ¿Cómo iba a esperar menos de su adorado Príncipe Azul?

"Hahaha, no te preocupes, lo entiendo." respondió sonriendo a Harald, cuando éste se excusó. "Todos necesitamos un momento a solas de vez en cuando. A veces incluso días." le contestó. Sacudió la cabeza cuando Harald le aseguró que le lanzaría lingotes de oro a los vendedores si quería comprar algo, y se despidió. Volvió la cabeza hacia el libro.



LA EPOPEYA DEL REY DE REYES


Yo, el rey, Harald Paddra Ballad, desde el vientre materno fui un héroe. Yo, Harald, desde mi nacimiento fui un hombre fuerte, yo soy un león de mirada feroz, engendrado por una diosa de la luna roja, yo fui el rey de la mitad este del desierto, yo soy el noble, el mitad hombre, mitad dios. Hijo de Tukulti-Ninurta, quien unificó todas las tribus. Yo fui el rey de los todas las tribus, el pastor de los precursores, el rey cuyo destino fue decretado por dioses y hombres, el rey que desafió a esos dioses, que sometió a esos hombres. Yo soy el que viene de lo alto y lo bajo, el que está por encima de todos. Yo soy Harald, el Zilart. Yo soy Harald, el hijo de un Rey. Yo soy Harald, el hijo de una diosa.

Al igual que mi heroísmo, al igual que mi fuerza, así era mi orgullo, y a sus veraces ideas yo traté de atenerme. ¡No digo mentiras! Yo Harald, el rey fuerte, superior a todos; como hombre fui poderoso, como hijo de dioses, terrible. Yo moví mis pies y avancé por las tierras de mi país, determiné las leyes, construí las casas y calles, planté jardines, creé las ciudades, todo ello en mitad del desierto, donde nada crece y la vida se esfuma a través del calor y las arenas. Auné los comercios, sometí a los demás reinos sin derramar ni una gota de sangre. Yo restauré la paz, Armé a los soldados, los preparé para una guerra que sabía que llegaría de un lado y de otro.

¡La integridad siempre he amado, la falsedad no tolero, las palabras falsas detesto! Yo fue el juez, y bajo mano de hierro decidí los destinos de mis vasallos, súbditos, soldados y esclavos. Yo, el león que nunca cedió en su vigor, que mantuvo siempre intactas sus fuerzas, que jamás cedió su voluntad ni orgullo a ningún hombre ni dios.

Esta es mi historia. ¡Juzgadla vosotros mismos! Pues todos los hombres cometen errores, todos los dioses pecan de orgullo. ¿Cómo no iba a ser menos el Rey de Héroes, mitad hombre y mitad dios? ¡Sí, yo, Harald Paddra Ballad, también cometí errores, pequé de orgulloso y causé grandes males!

Pero ni una sola vez, NI UNA SOLA... ¡me he arrepentido de nada!

¡Esta es mi historia! ¡Juzgadla! ¡Cometí errores, como todo humano, pequé de soberbia, como todo dios! ¡Reconozco todos y cada uno de mis fallos, no ocultaré la verdad, no la esconderé bajo falsas modestias ni equívoca timidez! ¡Porque yo soy Harald, el Rey de Héroes, y así tuvo que ser!

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MensajePublicado: 12 Sep 2013 10:40 pm     Responder citando



"¡Harald Paddra Ballad, el príncipe y rey de los Zhilart! ¡Se hacía llamar hijo de dioses, pero en realidad no era más que un mortal! Nació del vientre de una lunaria, ¡no de una diosa! ¿Pero qué podía una esperar? En aquellos tiempos siempre llamabais dios a todo aquello que no encajase en los conceptos de vuestra limitada mente; todo lo extraño, todo lo mágico os parecía divino. Sí, puede que su madre hubiese vivido en las alturas, descendido de la mismísima luna al mundo de abajo con el sólo propósito de concebir un hijo. Puede que se las diera de sangre divina, ¡PERO NO ERA UNA DIOSA! ¡Ja, no lo sabré yo! Yo sí que soy una diosa, y sé distinguir de entre los míos.

Su padre, Tukilti-Ninurta... Él si que fue auténtico. Unió a todas las tribus, cosa que no fue nada fácil. Cierto que a algunas las compró o convenció, ya fuera mediante promesas, diplomacia o regalos, pero a la gran mayoría las sometió por la fuerza. Como un auténtico conquistador, sus ejércitos se hicieron paso a través del desierto, destruyendo por completo a aquellas tribus que osaban cuestionar su autoridad. Sí señor, fue un verdadero conquistador. Pero aunque se vanagloriara de su fuerza y poderío, sabía que debía establecer una dinastía, un legado que jamás nadie se negaría a cuestionar. Uno a la altura de sus vecinos.

Así que... ¿qué mejor que hacerles creer que su hijo había nacido de un dios? Probablemente, él mismo se lo creería. Sí, los Zhilart... Precursor, como los llamáis, eran bastante supersticiosos. Especialmente con todo lo que tuviera que ver con la Luna, la Luna Roja. ¡Pero estoy divagando! Tukulti creía que su hijo había nacido de un dios, ¡la lunaria así se lo hizo creer! Con un semidiós como descendiente, Tukulti-Ninurta se aseguraría un linaje durarero por siempre. ¡Pero no por ello se amilanó! Siguió construyendo un reinado para su hijo, un reino del que todos sentirían envidia! ¡Un palacio digno del hijo de una diosa! Y así, con el paso de los años, el bebé creció bajo el más exquisito cuidado: ¡alimentado de la mejor leche, arropado por las mejores mantas! Pero sin la presencia de la figura de un padre que seguía aún luchando por construir el mejor reino para su hijo."

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MensajePublicado: 15 Sep 2013 7:55 pm     Responder citando

Como hijo de Tukulti-Ninurta, los lujos que recibí desde pequeño fueron cuantiosos. No es que se me criase como un mero príncipe, si no como un autentico Rey Niño. Cuidado, protegido, mimado... Lo tenia todo, todos los lujos que el reino de Drezed podía abastecer. Siempre vestido con oro, siempre adornado con joyas, siempre iluminado por la gracia del Sol.
... Y sin embargo, nada de eso me intereso.

Mi padre murió cuando yo aun era demasiado joven para gobernar. O al menos, eso decían las leyes originalmente. Con tan solo 8 años, me pusieron sentado en el trono de Babylonia, la Capital de Drezed, en un intento de que mi grandiosidad divinidad, guiase nuestro Reino a un futuro todavía mas prospero que el que mi Padre forjo. Pero claro, ¿Que sentido tenia eso? Solo era un niño a fin de cuentas. Un crío. ¿Como iba a comprender yo la complejidad de un Gobierno? ¿Los peligros de controlar una milicia? ¡¿Los errores a cometer con la población?!
Era Harald. Hijo de Tukulti-Ninurta y la Diosa Ninsun. Heredero del Gran Iskar, fundador de los Ballad. Y el único e insuperable Rey Dorado... Así que, ¿Que mas necesitaba esa gente, si no todos esos títulos? Les daba igual mi formación y sabiduría, solo con el hecho de ser Hijo de una Diosa, les bastaba. Incluso si yo sabia que no era así. E incluso si mi Padre lo supo en su momento.

Que los Precursor fuimos supersticiosos era algo claro, tan claro, que la historia aclamo muchas veces. No obstante, con el avance de las generaciones, estas tradiciones se fueron perdiendo, junto a todo lo demás. Y un caso así fue mi Padre, que no solo abandono las viejas costumbres, logrando alzarse con el trono reunificando las tribus enfrentadas, si no que posteriormente las uso para glorificarme del todo a mi. A su único hijo.

¿Que es un Dios? Esa es la pregunta que sin duda mas veces me hice a lo largo de mi vida. Y aunque la empece a formular cuando era un pequeño jovenzuelo, no fue hasta décadas mas tarde, cuando viaje por el mundo y visite otras naciones, cuando lo entendí: 'Algo que los mortales no pueden comprender'.
Poder absoluto, inmortalidad, control, sabiduría, carisma... Si un ser, un hombre o mujer, tiene esas características, los demás, meros mortales tontos, comenzaran a adorarlo. Pues no entienden los motivos de que él tenga esos dones, confundiéndole con algo venido del Cielo o de un Panteón de Dioses. ¡Jaja! ¡Si! Al final no son los Dioses los que hacen a los mortales, ¡Si no al revés! Los mortales les veneran, y eso les hace subir el ego, volviéndose meros totems vivientes, en donde apoyarse en su desgracia o gozo.
Y por supuesto, mi Padre conocía esa actitud. Humanos, Precursor, Dees... La raza que fuese, todas caían en el mismo juego estúpido de hacerle caso a una Divinidad. Así que, como nuestro Reino no era distinto, aprovecho su relación con mi madre, una Lunaria venida de la Luna Roja, igual de inmortal, sabia, controladora, carismática, y poderosa, que cualquiera de esos Dioses de nuestra tierra, como excusa para mi futuro.

Pero ya hemos profundizado demasiado en ese tema. Mejor sera ir pasando a lo que interesa... Mi niñez y juventud.

Todos los Ballad, según decía la historia, habíamos sido bendecidos por la Diosa Gaia con una marca en forma de estrella en nuestra espalda. Esto nos llevaría a cometer grandes hazañas a lo largo de nuestra vida. Ya fuese Reinar, Conquistar, Guerrear... Pero en mi caso, no parecía ser así.
Yo seguía siendo un niño encantador y agradable, tranquilo con los demás, amable con mis súbditos, y comprensivo a todas las opiniones de mis consejeros. Pero de resto, era un inútil. Eran ellos los que al final tenían que arreglar mis fallos, eran ellos los que al final tenían que hacer todas las tareas... ¡Eran ellos los que Gobernaban al final!
Al principio me hacían preguntas, cuestionaban mi criterio respecto a un asunto o dos, pero con el tiempo... Dejaron de hacerlo. Con el tiempo, dejaron de ser agradables conmigo. Acabaron por ignorarme, no tomándome en serio. Ni a mi, ni a mi reinado, ni a nada que tuviese que ver con mi apellido.

Con doce años ya era lo suficiente inteligente como para oír los murmullos que circulaban por el Palacio, y comprenderlos. Fue así cuando me entere, atónito, de las opiniones reales de esos hombres, que no solo habían empezado a insultarme, si no a preguntarse si seria razonable quitarme el trono, colocando a alguien mas... Digno. Como mi Tío, uno de los numerosos Generales de la Familia Kurae.

¡Los Kurae! ¡Esos perros que en un principio formaron parte de nuestra familia, pero que acabaron distanciándose, formando la suya propia! ¡Tsk! ¡Si incluso habían rumores de que todo Kurae que nacía, se le era despellejada la marca de nacimiento, para así no tener nada que ver con nosotros!
¡¿Como iba a tolerar que un hombre así me sustituyese?! ¡¿Como iba a imaginar siquiera esa posibilidad?! ¡Un Kurae...! ... ¡Agh! ¡Antes Muerto! ¡ANTES MUERTO QUE DARLE MI TITULO A ALGUIEN ASÍ!
... ¿Pero que iba a hacer? Incluso si ahora comenzase a Gobernar como un Rey, nadie me tomaría lo suficientemente en serio. Nadie me creería. Incluso mis súbditos, ¡Mi pueblo!, pensaría que nada había cambiado, y que esos actos seguían siendo de mis consejeros, y no míos...

¿Que hacer entonces...? ¿Que oportunidad me quedaba...? Debía pensar, pensar en algo... Y aun hoy recuerdo la de noches que pase en vela con eso en mente... Días, semanas, meses... ... Hasta que al final, una mañana de verano... Me desperté con la mente iluminada. Destelleante... Cargada.
Miré por la ventana, y observé la Capital desde lo alto. Allí, uno podía verlo todo, analizar cada construcción, edificio, comercio... Para así pensar en cada despertar, cual seria la mejor forma de satisfacer a esas gentes. ... No obstante, yo no pensé precisamente en eso... Si no en una nueva táctica. Algo que jamas nadie había hecho. Y que sin duda... No esperarían.

Mi tío había llegado ese día, con parte de su ejercito a caballo. La razón oficial, que vinieron en honor del Rey, para entregarle unos regalos. No obstante, estaba claro que el verdadero motivo era empezar a evaluar el traspaso del trono, que comenzaría en unos meses, o en un año como máximo. A fin de cuentas, a mis espaldas, todas esas sabandijas cerraron cada trato, firmaron cada papel, y acordaron semejante cambio sin decirme nada.
... Así que iba siendo hora de que tomaran su propia medicina.

Salí de mi habitación, desayuné, me duché, me vestí en mis mejores ropas... Y fui al trono, llegando justo en el instante en que mi Tío puso su primer pie sobre el Salón.
Recuerdo que me felicito... Que hizo pasar a varios esclavos negros con cajas y cajas de oro, y otros productos valiosos... Y que posteriormente, se acerco a mi, ofreciéndome la mano, en gesto de honor adulto.

... ¡Je! ¡Jejeje...! Menudo idiota. ¡Menudo inmenso idiota estaba hecho ese hombre! Incluso con esos bigotes largos, su cabeza calva, y armadura imponente, lo que hizo en ese instante... Fue simplemente una idiotez.

Sin sus hombres protegiéndolo, desarmado, y siendo algo inesperado, aparte mi mano y la dirigí a los Guardias, ordenando con un tono que jamas había usado, que les detuvieran. ¡A todos! A él, a mis consejeros, a esos esclavos... Toda esa escoria. Sin excepción.
Por supuesto, la cara que puso mi Tío fue digna de un cuadro, ya que no solo se quedo pálido, si no que fue cambiando de colores hasta ponerse completamente rojo de la furia. Le había tendido una buena trampa, por lo que supuse, que le había roto el inmenso orgullo que como Ballad renegado, él seguía teniendo. ... No obstante, YO orqueste ese plan con todo lujo de detalles, por lo que su siguiente reacción no vino de sorpresa.
Se alejo unos pasos y levanto su mano, dirigiéndola hacia mi con mucha fuerza, queriendo, obviamente, darme una fuerte cachetada.

Ains... Si. Ya lo dije. Antes, y en su momento. Pero jamas me cansare de repetirlo... Fue un idiota. Demasiado cegado por su propio orgullo. Demasiado cegado por sus planes. Demasiado... ¡Imbécil! Como para recordar una de las leyes mas estrictas en nuestro Reino:

-Nadie puede atentar físicamente contra el Rey-
-Bajo pena de muerte-


Antes de que su palma me alcanzase, hice deslizar un puñal por la manga derecha, levantándolo a toda velocidad, y clavándoselo en el cuello sin ninguna compasión, dejando su cuerpo quieto, inmóvil... Sangrando a borbotones por semejante herida mortal, sin poder si quiera dar un ultimo aliento...
Se que fue mi rostro lo ultimo que él vio. Mi hermoso y bello rostro, iluminado por los rayos de luz que venían de la puerta, y sonriente... Por el primer acto de mi autentica vida como Rey. De mi autentica vida... Como Tirano.

Los Dioses son amables cuando los mortales les veneran. Pero se vuelven crueles si estos les ignoran, y atentan contra ellos. Eso era una norma que se repetía bastantes veces en cualquier región y religión. En ese caso... Yo. Harald Ballad. Hijo de Tukulti-Ninurta y la DIOSA Ninsun. Heredero del Gran Iskar. Glorificado por la DIOSA GAIA. ¿No tenia entonces... El mismo derecho?
Era un Semi Dios. Un mortal, con la sangre de lo mas alto, pero también de lo mas bajo. Mi nacimiento significo la unión perfecta del cielo y la tierra. Una estrella que brillaría a lo largo y ancho del mundo, reclamando lo que en principio fue de Origen Divino, y lo de que hoy en día, era de Propiedad Humana. No tendría necesidad de conquistar nada, porque ya todo era mio. Ser bueno, malvado. Cruel, justo. ¡Egoísta, generoso! ¡Daba igual!

¡Yo era Harald Ballad! ¡Y mi Reinado no seria para vivir por mis súbditos!
¡Si no porque estos viviesen y muriesen para mi!

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MensajePublicado: 07 Oct 2013 6:55 pm     Responder citando



"¡Y así fue como de un cuchillazo acabó no ya con la vida de su tío, el candidato número uno a sucederlo, sino con toda esperanza de revolución! Ya nadie se atrevería jamás a desafiarlo, a subestimar su valía o a desobedecerlo. ¡Y si lo hacían, la muerte caería sobre ellos!

El General había atentado contra la vida del Rey, y eso estaba considerado Alta Traición. ¡Y el castigo era la muerte! En los sucesivos días, el príncipe ordenó la ejecución de todo aquel que hubiera participado en el complot contra su persona. No tuvo mucho donde buscar: ¡podía nombrar uno a uno a todo aquel que hubiera escuchado reirse de él, a todo aquel que hubiera ignorado sus órdenes, a todo aquel que públicamente hubiera apoyado a la casa de los Kurae!

Desde ese día, Harald Paddra Ballad se autoerigió como el soberano legítimo de toda Babilonia. ¡Ya no por voluntad de su padre, sino por la suya propia! Mientras siguiese vivo, NADIE le arrebataría jamás sus tesoros, su reinado y sus posesiones. Desde aquel momento todos temieron al nuevo Rey, todos respetaron sus decisiones, todos juraron servirle por siempre con lealtad. Si antes había gente entre su pueblo que creía de verdad que él era el hijo de un dios, ahora no había motivo alguno para dudarlo. ¿Quién, si no un semidios, habría sido capaz de afianzar su legitimidad con semejante astucia y valía?

Aquello fue sólo el principio del fin. Si no había nadie que se opusiera a lo que decía el Rey, cómo podría gobernar justamente? Él sólo confiaba en sí mismo, su orgullo era demasiado alto como para considerar siquiera la posibilidad de equivocarse en ninguna cosa. Era el dueño y señor de toda Babilonia, era el hijo de Tukulti-Ninurta y la diosa Ninsún. ¿Cómo iba alguien a tener un mejor juicio que el suyo? ¿Cómo iba a alguien a superarle?

Su orgullo estaba en lo más alto, se creía invencible, insuperable. Perfecto. Y esta fue su forma de pensar durante muchos años. Y así habría seguido, así fue...

...hasta que una mujer, Enkidu, le venció en un combate."

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MensajePublicado: 09 Oct 2013 11:55 pm     Responder citando

Aun en mis años de juventud, goce de los placeres de la vida. Todos y cada uno, sin excepción. Riqueza, poder, amor, fama... Era el gran Rey Dorado, el Rey Divino, Insuperable, Inalcanzable, y solo mi propia estampa aterrorizaba a cualquiera que osase ponerse en contra mía, y de mis leyes. Incluso si estas eran ridículamente opresoras. Pues aprendí bien de esa experiencia... Llevándola por el resto de mis días como una filosofía de vida: ''Solo importo yo. Y nadie mas.''
Si mi tío hubiese logrado lo que quería, ¿Quien seria yo? ¿Si no un mero Príncipe sin nombre? Alguien a quien le arrebato el trono un hombre de mayor espíritu. ¡Es por eso, que no debía repetirse! Si él, un idiota mas, tuvo el orgullo, ¡El ego!, como para traicionar a su propio sobrino, ¿Por que no podía hacer yo lo mismo y mas? ¿No tenia acaso ese derecho? ¡¿NO ERA ACASO, SUFICIENTEMENTE GRANDIOSO PARA PERMITÍRMELO?!

Ah... Como bien dije anteriormente... Mis viajes posteriores me enseñaron mucho sobre el mundo, y fue en ellos donde observé a otros Gobernantes, de toda clase. Algunos, al igual que yo, imponían su propia persona sobre el Reino, pero de manera horrenda y desconsiderada, acabando, por supuesto, en su propia... Decapitación, por rebeldía del pueblo. En otros, al contrario, el Gobernante era alguien apegado a su gente, pareciéndose mas a un Guardián imponente, que a un Dirigente superior.
Estos últimos no me agradaban, pues tendían a ser de actitud muy fría y cerrada... ¡Ni siquiera tenían palacios bellos! Conformándose con algún que otro castillo hecho de roca. Sin embargo, tampoco puedo decir que me cayesen bien los de la otra clase, pues muchos de ellos... Iban demasiado lejos. Cambiando su Soberanía por algo mucho mayor, ¡Considerándose Dioses! ¡DIOSES! Nada mas, ni nada menos. Y por desgracia para mi... Esta clase de idiotas no es que estuvieran muy lejos de mi Reinado...

... Pero el tema no es ese. Ya que no solo fueron experiencias lo que saque de estas andaduras... Si no Tesoros. Auténticos tesoros legendarios, de toda clase. Utensilios, Armas, Artefactos... Objetos que hoy en día son considerados, por mucho, meras leyendas, o cuentos de fantasía. ¡Jajaja! ¡Aún disfruto leyendo esos relatos modernos, mientras recuerdo como en mi juventud, agarré con mis propias manos muchas de esas 'fantasías'! ¡JA!

En menos de una década, dejé repleta la cámara de mi Tesoro, obligándome a ampliarla varias veces, pues hasta el Oro me comenzaba ya a resultar un problema de espacio. Algo muy común, cuando tu principal política era sacar mas y mas dinero a toda costa.
¿Cuantas veces subí los impuestos? Ni lo recuerdo... ¿Cuanto llegue a recaudar? Mas de lo que puedo imaginar... ¿Y cuantas voces protestaron por ello? ... Ninguna. Ni una sola. Daba igual hasta que limites fuese, jamas nadie abrió la boca. Incluso si al mirarles a la cara, podía ver en mis súbditos esa clara Sombra de rencor, tan prominente.
Cualquier otro Gobernante habría sufrido ya la ira de su pueblo, pero conmigo no fue así. Pues incluso si era un tirano, un ególatra, un orgulloso... Les defendía. Protegía a mi Reinado de cada uno que osaba ponerle una sola mano encima. Fuesen los Kurae, fuesen Naciones extranjeras, fuesen incluso Bestias Míticas. Y tal fue así, que acabé por expulsar... ¡A los mismísimos Dioses!

Ya lo mencione también antes. Solo cuando comencé a viajar comprendí la verdadera naturaleza de estos creídos. Eran iguales que los Gobernantes locos que me encontré. Meras criaturas que por una circunstancia u otra, adquirieron suficiente poder como para ponerse el rango de Divinidad. Y si eso era así, entonces eran como mi Tío. Idiotas que ansiaban y ansiaban... Sin pensar en que clase de hombre tenían delante. ... Es por eso, que al igual que a cualquiera que quisiese arrebatarme mi trono, los expulse. Mandando a quemar sus lugares de culto. Sus textos sagrados. A decapitar a sus representantes. Y a reclamar a sus sacerdotisas para mi... ¡JA! ¡Todo un lujo, por cierto!

¡Mancillé sus nombres! ¡Sus apellidos! ¡Sus títulos! ¡TODO LO QUE LES HACIA GRANDES! ¡PUES YO ERA HARALD! ¡Y NO NECESITABA SER COMO ELLOS PARA ELIMINARLOS DE LA FAZ DE MI TIERRA! ¡JA! ¡JA... Ja...!

... Aunque... Aun hoy me pregunto, si esa elección fue un error por mi parte... O un tremendo acierto...

Si bien nadie me critico ante mis antiguas decisiones, la gente se volvió como loca al ver como borraba sus viejos cultos, muchos de ellos, irónicamente relacionados con mi nacimiento. Y no les culpo, pues hasta a mi propia Madre, la deje en ridículo con eso. ... Pero no me contuve, si no que fui a mas, subiendo los impuestos el triple a todo aquel que OSASE seguir adorando a los Dioses. Expulsándoles si era necesario. Y castigándoles mas duramente si se les ocurría la idea de atentar ellos contra mi.

Pero al final, no fueron los actos de los mortales lo que provoco mi... Ira, si no el de los ofendidos Dioses, que tras darse cuenta de mis actos, castigaron a Babylonia y a Drezed entera, ya fuera con epidemias, hambruna y pestes, acabando con la vida de cientos de mis súbditos, como una advertencia de lo que harían si no volvía a darles su deseada 'atención'.
... Tsk. Obviamente, no me eche atrás. Tenia mas orgullo que todos ellos juntos. ¡Así que adelante! ¡Que arrojasen sobre mi lo que quisiesen! ¿Enfermedad? ¿Cataclismos? ¡Yo podría con todo! ¡Soportaría el peso de su rabia y el de mi pueblo! ¡Pues mis decisiones eran mas importantes que todos ellos! ¡Y PUNTO!

Siempre supe que seria odiado tarde o temprano, pero no por ello iba a rebajarme. Esa era mi decisión, y aun la mantengo. Por eso no me arrepiento. Incluso si fue la peor decisión de todas, no me la replantearía.

Pues al final... Eso fue lo que me llevo a conocer a mi Rival y mejor amigo... Enkidu.

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MensajePublicado: 19 Oct 2013 12:32 pm     Responder citando



"¡Enkidu! ¡Esa zorra malnacida!" Bastet rechinó los dientes y apretó fuertemente el puño. El mero recuerdo de aquella mujer le erizaba el pelo y la llenaba de agresividad, de ira, de odio y dolor. Los niños lo notaron, y con algo de miedo, uno de ellos se le acercó. "¿Ba...Basty?" preguntó, tirando levemente de la tela que colgaba de sus brazaletes a modo de manga o capa. Aún con la mirada llena de furia, con las pupilas completamente alargadas como un auténtico felino, miró hacia el niño "¡Hissss!" gruñó, abriendo la boca, y recordándole a todos que la diosa felina que tenían frente a ella, exactamente como cualquier felino, podía ser mansa... o terrible. El niño cayó al suelo del susto, lo cual 'despertó' a Bastet, que inmediatamente relajó su mirada, y sus pupilas volvieron a ser a normales y esféricas. Bajó, ayudó al niño a reincorporarse y se disculpó. Inspiró y espiró profundamente, un par de veces, hasta que se relajó, y continuó:

"EJEM... Cuando los falsos dioses oyeron las innumerables quejas y plegarias de los babilonios, decidieron enviar a una elegida para detenerlo: Enkidu. Y digo los falsos dioses, porque no tengo ni idea de de dónde salió. Ni tampoco mis compañeros de mi Panteón o de los demás lo sabían. ¡Le pregunté hasta a Afrodita! Y no, Enkidu no nació de manera natural. Alguien la trajo, la hechizó o algo. Ella tenía un vínculo con el Rey de Héroes, una especie de conexión y empatía que Harald Ballad se negaba a tener con cualquier otra mujer, ¡como yo!

Pero empezaré desde el principio. Para que lo sepáis, a diferencia de mí, o de Harald Paddra Ballad, que nació en un digno palacio entre lujos, ¡ella nació entre bestias! ¡Y como una bestia, se crió entre la tierra y el fango! Viviendo en la pobredumbre, como un cervatillo en el bosque, comiendo hierbajos, ¡viviendo peor que un repulsivo bárbaro! ¡Al menos ellos sabían hablar! ¡Al menos ellos respetaban a los dioses!

Pero un día... un día algo sucedió. Por arte de magia, se civilizó. Por arte de magia, aprendió a hablar, a vestirse y a comportarse. Y por arte de magia, descubrió por qué existía. Había nacido para ser en ancla de Harald Ballad, el peso que le impediría flotar, las tijeras que cortarían sus alas. Fue enviada para detenerlo.

Bueno... quizá no he sido muy justa con ella... Siempre me cayó mal ¿vale? Sí que es cierto que el Rey de Héroes se estaba pasando un poco con sus 'políticas de lealtad'. ¿He dicho un poco? Quería decir... BASTANTE. Sí que es cierto, que necesitaba que alguien le para los pies. Le concederé ese mérito a Enkidu. ¡Pero ya está! ¡Una vez lo hizo, había cumplido su cometido! ¡Había complacido a cualesquiera que fueran sus dioses, y podía marcharse! Pero noooo... la muy furcia tenía que quedarse, en el palacio de Harald Ballad. La muy buscona tenía que empezar a conquistarlo, a encantarlo con sus artimañas y falsas promesas, a aspirar a convertirse en su reina. ¡No tenía ningún derecho! ¡¡Ninguno!!

Pero eso es el futuro. Estoy divagando mucho en esta parte, lo reconozco. ¡¡Pero es que me pone de los nervios!! ¡AAAAHH!

¡En fin! Como decía, Harald Paddra Ballad había empezado a quemar templos, a asesinar a los fieles y a instaurar únicamente el culto a SU persona. ¡Y ni siquiera era un dios! Aquello era, como comprenderéis, una completa osadía. ¡Ningún mortal podía declararse semejante a los dioses! Ningún mortal podía ponerse a nuestra altura, y NI MUCHO MENOS CREERSE SUPERIOR A NOSOTROS. Y encima, cada vez iba a peor, hasta el punto de que empezó a adoptar la costumbre de 'adoptar' a las sacerdotisas y convertirlas a su religión, a la de sí mismo. ...Y lo hacía sólo con las mujeres.

Aquello fue la gota que colmó el vaso, naturalmente. Destruir los templos, instaurar su propio culto... Podría decirse que no fue el primero en hacerlo, y pondría la mano en el fuego para afirmar que tampoco fue el último. ¿Pero robarnos los fieles? ¿A mi y a los otros dioses!?

No... Ni en broma toleraríamos eso. Nuestra propio poder y existencia en el mundo mortal estaba en juego. Nuestros fieles suplicaban que los ayudaramos. ¿Cómo podríamos ignorarlos? ¿Cómo podríamos hacer la vista gorda?

Se dictaminó una reunión extraordinaria. Un concilio al que incluso fueron invitados los nuevos dioses. Pero ellos no dependían de rezos y plegarias, como nosotros. Ni siquiera se molestaron en presentarse. ¡Humph! Qué falta de consideración...

"¡Y serás tú, Bastet, quien como Sejmet traerás la ira de Ra y sus hijos sobre el herético Rey de Héroes!" dictaminaron en mutuo acuerdo mis hermanos, los otros dioses. Sejmet, mi hermana felina, llevaba muchísimo tiempo desaparecida. Presumimos que se había perdido, o bien que se encontraba tan débil que había decidido entrar en reposo, descansar unos miles de años hasta recuperar fuerzas. No había muerto, pues los auténticos dioses no pueden morir. Tan sólo perdemos poder si nadie nos reza. Pero como Sejmet no estaba, sus dominios de poder, es decir, sus responsabilidades, fieles y por extensión, poderes, quedaban inmediatamente asignados a mí. Esta es la razón de por qué a veces los mortales como vosotros confundís nuestros nombres, o leeis en vuestros targiversados textos sagrados que un dios está ejerciendo el papel de otro. Es más. Puedo afirmar que a la que habéis visto antes, llena de ira, no era a Bastet. Sino a Bastet-Sejmet. O a Sejmet, si lo preferís.

Ahora que nadie aquí adora a los dioses (Ejem, corrección: a los dioses egipcios, porque he visto a Afrodita ligoteando por ahí...), por poder podría asumir los dominios de poder de los otros dioses. ¿Pero para qué? Ni siquiera quedan ya fieles a los que bendecir, y si los hay, me temo que no dan señales de vida. ¡Así que niños, de ahora en adelante, recordad que os he visto las caras! ¡Que puedo ayudaros si vosotros me ayudáis a mi... rezando!"


Una valiente niña le tiró una muñeca en toda la cara, haciendo que Bastet casi cayese en el interior de la fuente. "¡Termina la historia!" ordenó la niña. Bastet la miró con cara de malas pulgas. {¬¬}

"Tienes suerte de que Bastet-Sejmet no ataque a niñas indefensas ni a posibles compradores adoradores... pe-" empezó a murmurar, hasta que le tiraron ahora una bola de papel.

"EJEM." carraspeó, recuperando la atención de los niños. "Yo, Bastet-Sejmet, recibí el encargo de visitar bien a Enkidu, bien a Harald Paddra Ballad, y conseguir que el Rey de Héroes pusiese fin a su herética conducta, devolviera o reconstruyera los templos, liberara a las sacerdotisas y rindiera el debido culto a los dioses. Y si eso no fuera posible... matarle. Pero lo que no sabíamos, es que aquel entonces, Enkidu ya estaba en camino. ¡No teníamos por qué saberlo! ¡No somos omnipotentes, y teníamos un millar de tareas en el Desierto Soledo para atender! No sabíamos que Enkidu ya había sido mandada por quien quiera que fuera a poner fin a la locura del Rey de Babilonia...

Pero, de haberlo sabido... ¿Habría cambiado algo? Quizá nunca hubiera tenido que personarme ante ellos, quizá nunca hubiera tenido que pisar el suelo de Babilonia, y quizá nada de lo que os voy a contar ahora habría pasado... A veces me pregunto si en el fondo, una parte de mi desearía que así hubiera sido. Pero entonces... entonces yo...

...Entonces no me habría enamorado de Harald Ballad."

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MensajePublicado: 22 Oct 2013 12:28 am     Responder citando

Con el reino únicamente en mis manos, y sin rivales que pudiesen suponer un problema para mi gobierno, es lógico imaginar como respondí yo, sobretodo cuando me quite de encima a los mayores lastres de la Humanidad: Los Dioses.
Puede resultar cruel, injusto, incluso tiránico lo que hice. ¿Pero, y que importa? Eran tiempos distintos a los de ahora, y situaciones como aquellas se repetían constantemente en muchos lugares. Aunque obviamente... La mía era especial, pues al haber renunciado a las Divinidades, estas pronto me vieron a mi como el peso muerto, y no tardaron en planear su camino para quitarme de encima...

... En cualquier caso, antes de que sea demasiado tarde, he de explicar algo que tal vez pasarás de alto... Algo que le pone el broche a todo lo dicho hasta ahora. Pues simplemente explica lo que soy hoy en día.

Como ya sabrás, si es que me conoces bien, en la parte posterior de mi cuello, cerca del hombro, poseo una marca de nacimiento con forma de estrella. Es única e inalterable, y la llevo teniendo desde el día en que nací. Como tal, es un símbolo sagrado, que todos los descendientes del Gran Rey de Conquistadores poseen, ya sea en la familia Ballad, en los Kurae, o en todas las otras Casas que han ido emergiendo y decayendo con el paso de los siglos. Viene, por supuesto, de ese antiguo antepasado mio ya mencionado, que tras Conquistar medio mundo, se convirtió en un glorioso Emperador, incansable por su sed de conquista. Esto le llevo a hacerse con un reconocimiento tal, que no solo naciones enteras clamaban su nombre, si no los mismos Dioses.
Se dice que tras su casamiento con una Princesa del Desierto Soleado, la mismísima Diosa Gaia, protectora del Planeta, se les apareció, afirmando que ella velaría por el niño que ambos tendrían, al igual que de todas las generaciones futuras. Este juramente llevaría como sello nuestra marca, al igual que... Estos fabulosos cabellos rubios que la mayoría poseemos. ... Pero eso es otra historia. Ejem.

Si bien Gaia no es como el resto de Divinidades, y actúa mas como una Guardiana, protectora de la vida y equilibrio en el Mundo, cabria afirmar... Que todos nosotros heredamos esa actitud de ella. Tanto es asi, que seria como una segunda madre. Nunca mejor dicho, pues para algo se la llama Madre Tierra.
En cualquier caso... Los descendientes del Rey de Conquistadores, estamos destinados a hacer grandes hazañas. Todas, marcaran la historia de alguna manera, sea cual sea. ... El problema, es que, como ya imaginaras... Eso nos convierte a nosotros en meros... ... Instrumentos. Herramientas que el Mundo coloca para protegerse a si mismo, o gobernarse, o controlarse... ¡O lo que sea! No funcionamos para otra cosa. No servimos para nada mas. Y por ende...

Es como si no fuésemos personas reales.


¿Puedes imaginar lo que es eso? ¿Lo que es saber... que hagas lo que hagas, vas a acabar realizando actos contra tu voluntad? O aun peor. ¿Vivir una voluntad, que tu no decidiste en absoluto? Esa es la maldición de los Ballad. La maldición que nos ha asolado por siglos. Pues incluso si Gaia juro protegernos, y lo hizo. Incluso si Gaia juro glorificarnos, y lo hizo. Incluso si Gaia juro recordarnos, y lo hizo. ¿Cual fue el precio por ello?... Si no ser una simple herramienta para ella...

Ains... Yo comprendí eso con los años... Aunque ya de pequeño, siendo un crío, imaginaba que mi vida terminaría en un mar de luces y brillos, con mi nombre en la boca de todos mis súbditos, adorándome... Por lo que me deje llevar por él, creyendo que seria lo correcto. O al menos, lo mejor para mi.
... Que equivocado estaba... Pues no solo termine asqueandome de la vida que llevaba, si no que acabe por odiarme a mi mismo, por ser quien era. Y aun lo hago. Eso es lo mas triste de esta historia. Que incluso antes de su oscuro final, el principal pilar de mi amargura ya existía. Un pilar que durante años intente ignorar con viajes, placeres carnales, y demases... Sin mucho éxito.

¿Fui como fui porque estaba destinado a ello? ¿O fui como fui por resultado a mi enfado hacia el destinado impuesto? Eso si que no lo se. Y pensarlo seriamente, provocaría un debate en mi cabeza de varias horas. Debate, que por supuesto, no llevaría a una respuesta valida. Así que... Lo mejor sera ignorarlo, y pasar al siguiente punto.

Los Dioses aun no habían enviado a sus 'agentes' a por mi, cuando los rumores de una extraña criatura asolando cultivos y ganados llegaron a mis oídos. En un principio imagine que se trataría de una artimaña, de algún monstruo puesto por ellos, para atacar mi Reino, y por ende, a mi. Por eso no le di importancia, enviando a mis Guerreros a echar un vistazo y avisarme de que se trataba, así... Podría ir personalmente, y eliminar esa molestia, delante de los ojos de sus amos.
... Vaya sorpresa fue la mía cuando los hombres regresaron, malheridos, contándome la historia de una joven de cabellos verdosos, completamente desnuda, a excepción de unas pieles de animal sucias y desgarradas, que no solo les obligo a retirarse, si no que se llevo por el camino a los jinetes, liberando a los caballos, obligandoles a ellos a regresar a pie.

¿Una joven desnuda era la responsable de esa crisis? ¡Ja! Mis risas tras enterarme fueron eternas, ¿Pues como iba a tomarme algo así de estúpido en serio?. ... No obstante, esto no significaba que no lo creyese, por lo que rápidamente viaje con otro grupo hacia el ultimo lugar donde se la vio, terminando por encontrármela tras una larga búsqueda.
Describirla seria difícil, y a la vez sencillo... Por lo que empezare por lo simple: No era Humana. Así de claro. Esa fue la primera idea que se me paso por la cabeza al verla. Ni Humana, ni Precursor, ni Antigua... Ni nada que se le pareciese. ¿Y por que, te preguntaras? Bueno... De nuevo, no sabría como decirlo... Pero resumido... Que era demasiado perfecta e imperfecta.

Su figura era simétrica, sin imperfecciones de ningún tipo, pese al lamentable estado de sus ropajes. Piel blanca, lisa, y clara. A la vista, tan suave como la porcelana. Puede que incluso mas. Ojos profundos, aunque al mismo tiempo emotivos, como los de un animal salvaje. Y por supuesto... Su rasgo mas característico: La melena. Tan larga que le llegaba hasta la cintura. Verde como la hierba. Brillante como el resplandor. Y como todo lo demás... Extrañamente cuidada. Incluso con manchas de tierra por ella, resultaba hermosa de ver, y podría decirte claramente, que ninguna mujer, NINGUNA, podría aspirar a tener una melena asi y mantenerla durante mucho tiempo sin echarla a perder.
Pero de todos sus rasgos antinaturales, fue el pequeño detalle que vi durante un instante lo que atrajo mi atención del todo, pues tras lanzarse ella a por nosotros, en gesto de amenaza, logré contemplar en su cuello... La marca de estrella.

¿Una Ballad? ¿Una Kurae? No. Imposible. En su estado... Incluso si fuese una niña fugada... ... Ademas, eso no explicaba para nada la actitud que tenia, pues mas que una persona, recordaba a un animal furioso, que tan solo deseaba que la dejasen tranquila en su territorio. No tenia educación de ningún tipo. Ni modales. Ni moral. ¡Ni siquiera sabia hablar! Solo gruñía, gritaba y se quejaba. ... Y sin embargo, pudo con todos mis hombres, obligandolos, una vez mas, a retirarse por donde vinieron.

¿Pero esa actitud iba a intimidarme? ¡Ni mucho menos! Me había dado curiosidad, y ahora, mas que indiferencia, deseaba saber sobre ella. ¿Quien era? ¿De donde venia? ¿Y por que tenia la marca de estrella? Aunque de nuevo se presentaba un problema... ... ¡Y ERA COMO DIANTRES IBA A PREGUNTÁRSELO!
Intente con todas mis ganas comunicarme con ella, pero lo único que conseguí es que se sentase y me mirase atentamente, con unos ojos curiosos, a la par que amenazantes. Yo mantuve la compostura, y la mantenía, y la mantenía... Hasta que al final del día, cansado, tome la decisión de llevármela conmigo al Palacio, y seguir nuestra charla de miradas allí.

Pasaron los días, y nada. Pasaron las semanas, y nada. Paso un mes, y lo mismo. Se me ocurrieron muchas ideas, como hablarle por signos, gestos, o dibujos. Traerle juguetes y otros objetos. E incluso llevarle maestros, con la esperanza de enseñarle el idioma de los hombres rápidamente.
... Ante todo aquello, solo perdí y perdí mi tiempo, pues ignoraba mis esfuerzos, se alejaba de sus juguetes, y huía literalmente de los maestros que le llevaba, escondiéndose en rincones perdidos de mi Palacio, de los cuales muchos de ellos, ni sabia que existían. Por supuesto, no fui tan tonto como para continuar con eso, y pronto me di por vencido. ¿Que se le iba a ser? Seria alguna clase de animal con apariencia humanoide. O algo por el estilo...

... Gran fortuna la mía que no mande a echarla del Palacio, pues al segundo mes de traerla ahí, me demostró lo mucho que me equivoque con ella...
Sin ser yo consciente, la misteriosa chica había estado escapándose de su cuarto cada vez que podía, visitando ya no solo el Palacio, si no las zonas circundantes al mismo, observando los puestos de venta, y a la gente que había en ellos. Oía sus conversaciones, veía sus acciones y al parecer... Las memorizaba, pues un día, al estar yo por la plaza, me la encontré imitando a un frutero ... Usando mis barras de oro.
¿Como abrió mi caja fuerte? ¡Ni quería saberlo! ¡Pues lo importante no era eso! ¡Si no que...! ¡Si no que...! ¡Sabia pensar! Sabia pensar como una persona, y eso indicaba que al menos, tenia algo de inteligencia.

Empezando por ahí, entendí que meterle información en la cabeza no era la solución, si no que al contrario, tenia que dejar que ella misma la absorbiese. Por eso, la empece a llevar por todo mi Reino. De Norte a Sur. De Oeste a Este. Mostrandole todo lo que era de mi posesión, y dejando que disfrutase lo mas posible de ello.
Que idiota fui al principio... Si tan solo hubiese hecho eso mismo desde el primer momento... ¡Pues realmente funcionaba! En tan solo unos días paso de soltar gruñidos, a hablar con frases simples. Siendo así, que al tiempo de dos semanas, la chica que llego siendo un animal, ahora podía mantener una charla abierta sin problema alguno de entonación.
Obviamente, aun le faltaba mucho por aprender, como modales, y comportamiento... Pero pudiendo tratarnos el uno al otro en un mismo idioma, sin duda facilitaba por mucho las cosas. ¡Por muchísimo!

Pasamos largos días juntos, sin separarnos, aprendiendo del uno del otro. Yo le mostraba las grandezas de un Rey, junto a todos sus tesoros y lujos, y ella a mi las maravillas de la naturaleza, tan puras y extraordinarias... Como ella, claramente. Incluso... Si no ha quedado bien claro con eso ultimo, termine por enamorarme ligeramente de ella. Aunque, ¿Como no podría? Para mi mente egoísta, ella era un tesoro digno de conservar. Hermosa, extraña y difícil... Nada mas, ni nada menos.

... No obstante... Pronto ese amor que yo sentía por ella, trascendería el limite de lo material... De lo físico... Y se tornaría en algo tan extraordinario y único... Que solo podría compararse con la existencia de uno mismo.

Todo comenzó un día en el Palacio, cuando yo, sentado en mi Trono, di inicio al juicio hacia una familia de ganaderos, que al parecer, llevaban medio mes sin pagar sus impuestos. Por supuesto, mis leyes abusivas seguían en pie, e incluso se fueron volviendo mas exageradas a medida que las catástrofes de los asqueados Dioses se volvían pan de cada día.
Ante semejante situación, las protestas en la población ya se estaban haciendo notorias, por lo que, en una intención de mantenerlos callados, mande a proclamar la siguiente Ley:

- Todo aquel que cometa un delito. Sea del tipo o grado que sea -
- Sera castigado con pena de Muerte. -


Fuera cual fuese... Eso significaba que incluso esos pobres ganaderos, que llevaban toda su vida pagando y pagando, en servicio del Rey, serian ejecutados sin piedad, y encima, públicamente, para mayor vergüenza. Y yo lo sabia. Yo sabia que aquello era una tremenda crueldad. Al igual que todo lo anterior. Mis leyes, mis decisiones... Mas que un Rey, parecía un Castigador. Pero una vez mas... ¿Que se le iba a hacer? No me quedaba otra. Era eso, o caer en ridículo ante los prepotentes Dioses. Así que... Al final de ese día, los dos adultos, y sus tres niños, fueron colgados en la plaza de la ciudad, a vista de todo aquel que pasase por ella. Incluyendo, como no... La chica.

Cuando ella me vino a preguntar lo ocurrido, yo por supuesto, le conté la verdad, aunque de manera muy resumida, pues tenia algo de prisa. No obstante, antes de que pudiese seguir mi camino, ella se interpuso, y me pidió mas detalles. Y luego mas, y mas, y mas... Hasta que termine por contarle toda la historia. Desde el principio, cuando asesine a mi tío, hasta el momento en que mande al infierno a todos los Dioses, obligando a mis súbditos a cargar con ese peso.
No recuerdo exactamente que cara puso ella, pero sin duda no fue muy alegre, pues sin decirme nada mas, se marcho de allí, desapareciendo del Palacio y la Capital durante... Casi una semana. Para cuando regresó, yo ya había enviado gente a su busca, preocupado por lo que podía haberle pasado. Cosa que entonces entendí... Que nunca hubiese sido necesaria.

Tengo memorizado a la perfección ese momento. No he podido olvidar ni un solo detalle. Ni uno solo... Yo estaba sentado en mi trono, y ella se hallaba delante de mi, de pie, con sus ropas de siempre. A mis lados, dos Guardias vigilaban lo que pasaba. Y a cada extremo de la sala, un grupo de sirvientas que entraban y salían dependiendo de mis peticiones.
El aire que se respiraba era aromático... Pero muy cargado, como una tormenta en mitad del bosque mas espeso, en donde la frescura de las flores, se veía eclipsada por el viento huracanado y la fría lluvia. Y por supuesto... La fría lluvia, vendría a ser ella.

No hubo tiempo para saludos, ni siquiera para un poco de cortesía. Tan solo apareció... Me señalo... Y... Me insulto.
... Tal y como lo digo, así de rápido fue. Me sorprendió tanto, que hasta los guardias reaccionaron mas deprisa que yo, sacando sus armas en señal de amenaza, pues atentar contra el Rey, ya fuese física o verbalmente, era un delito gravisimo. Y sobretodo si el insulto en cuestión era: Estúpido Orgulloso sin Corazón.
Sin embargo... Ella era quien era, por lo que primeramente pensé que seria un malentendido. ... ¡Pero no! Antes de que pudiese pedir explicaciones, ella soltó otra tanda de insultos, seguida de unos argumentos claros y concisos, que podrían resumirse fácilmente en... Mi ineptitud para comprender los sentimientos de mis Súbditos.

Maldita sea... Ante tal escenario, ¿Que mas podía hacer? Solo le faltaba retarme para ya convertir eso en u- ... Oh... Es cierto... ¡LO HIZO!
Sin armas, sin protección, sin nada encima, simplemente ella y su túnica de piel. Movió la mano a un lado, y me exigió enfrentarme a ella, diciendo que le pondría fin a mi Tiranía por las malas, pues había ido demasiado lejos con todo. Incluso conmigo mismo.

Enfrentarse a mi... Tener un duelo conmigo... ... ¿Eso era acaso una idea factible? ¡SIN DUDA QUE NO! ¡El Rey Harald era imbatible! ¡Ya había quedado demostrado en cientos de ocasiones! ¿Bestias legendarias? ¿Monstruos horrendos? ¿Villanos Sombríos? ¿Falsos Héroes? ¡Yo podía con todo y mas! ¡Siendo tal así, que inicie una guerra fría contra los Dioses! Así que... ¡¿COMO PODÍA DESEAR A ELLA ENFRENTARME! ¡Y ENCIMA, POR RAZONES TAN TONTAS! ¿Ponerle fin a mi Tiranía? ¡VENGA YA!

Pero iba en serio. Iba tan en serio, que cuando mis guardias fueron a inmovilizarla, ella simplemente los derribo con sus manos desnudas, dejándolos fuera de combate en un santiamén. Aquello, obviamente, espanto a las Sirvientas, y al resto de la corte, dejándonos... Solos, en medio de la habitación del Trono.
Yo... Tras suspirar, me levanté, lenta y tranquilamente, pues pese a todo, seguía sin querer creerme lo que estaba pasando... Pero era real, y con cada paso que di hacia delante, mas me fui dando cuenta de que así era. Íbamos a pelear. A luchar. Y tal y como estaban las cosas... Aquello tendría que acabar con uno de los dos bastante mal. Por no decir... Muerto. Según ella, yo era un Tirano sin corazón, que no merecía estar como Rey. Y para mi... No... Para mis Leyes, ella era una delincuente que sufriría la Pena de muerte por sus actos.

... Fuera como fuese, ella comenzó, arrojándose a por mi, de nuevo con sus manos desnudas. Yo no llevaba mi armadura puesta, por lo que pese a mi complexión, lo compensaba con agilidad, así que comencé a esquivar sus ataques simples... No sin empezar a darme cuenta de la enorme fuerza física que ella demostraba tener. Con sus solos puños, hizo trizas las baldosas del suelo, los ladrillos de varios pilares, y la estructura rocosa de las paredes, dejando enormes agujeros por toda la sala.

Aquella fue una batalla única e inigualable. Tan solo una o dos se acercarían al esfuerzo que hice gala allí. Y aun así, es de todas, la que mas me costo por superar.

Abrí y cerré la Puerta de Babylonia docenas de veces, tomando las armas que necesitaba, y tirándolas al suelo cuando se rompían. Nada parecía sobrevivir a la enorme fuerza física de la chica. Ni siquiera mis tesoros mas preciados lo lograban. Intente usar escudos, y estos estallaban en pedazos. Intente usar alabardas, y ella las tomaba y partía, como ramas de un árbol. Intente engañarla con mis espadas mágicas, pero ella veía el truco, bloqueando o esquivando con suma facilidad.
Usé, usé, y usé tanto la Puerta, que fui ahí donde descubrí la función que ya todos conocerán: La de arrojar armas como proyectiles. A fin de cuentas, ¿Que otra cosa podía hacer? Si las iba a estar rompiendo al atacarle de frente, pues se las tiraría como flechas, ¡Y a ver si se libraba esta vez!

A decir verdad, se que yo también fui un reto para ella, sobretodo desde ese instante, cuando mi sentido de supervivencia salio a flor de piel, y comencé ya no a Jugar, si no a pelear seria y duramente, buscando hasta el mas mínimo punto flaco en su estrategia a manos libres. Es por eso, que tras estar horas, y horas y horas luchando... Acabamos... Destrozados. Los dos. Por igual.

Si bien afirmamos que uno de los dos saldría muerto de ese combate... Ella y yo teníamos heridas tan profundas, que asustaba. Podríamos perfectamente haber muerto los dos. Yo, por sus puñetazos. Y ella, por mis armas arrojadizas. Y por ende, el resultado pudo haber sido muchísimo mas trágico... Si no nos hubiésemos derribado mutuamente antes.

Uno a cada lado del otro... Tirados en el suelo... Chorreando sangre. Intentamos levantarnos, pero no pudimos. Intentamos elevar nuestras manos, pero nos era imposible. El solo hecho de girar la cabeza y mirarnos, al menos para mi, fue un infierno, pudiendo notar cada uno de mis huesos crujir, de lo molidos que estaban. Y con mi vista borrosa, observé su rostro decidido, que pese a no decir nada con la voz, hablaba en todo lo demás.
Ella realmente deseaba ponerle fin a mi Tiranía. Realmente... Deseaba poner ese combate a su favor. Terminarlo. Y acabar con esto. ... Algo que... Extrañamente... ... Yo también comencé a sentir. No lo entendía. Y aun hoy soy incapaz de hacerlo. Pero esos ojos que ella tenia... Esa mirada... Fue mas que suficiente como para cargarme en una fuerza nunca antes vista. Sobrepasando mi mera existencia física...

Yo me levante. Poco a poco. Jadeando, y sujetándome en el suelo. Pero a fin de cuentas... Levantándome.
Ella, se quedo mirándome, creyendo saber lo que ocurriría ahora. Imaginando, que posiblemente... Tomaría algún arma del suelo, y la usaría contra ella.
Yo no tenia cabida para pensar en nada, manteniendo una única orden en mi cabeza. Una sola.
Ella, cerro su puño todo lo que pudo, en un intento de dar un ultimo golpe. En un intento de cumplir su voluntad. Su decisión...
Y Yo... Sin pensarlo mucho mas, le di cumplimiento a esa idea. ... Extendiendo mi brazo... Hacia el de la destrozada chica.




''Puede que yo no sea el Rey que este Reino se merece... Puede incluso, que no sea mas que un cruel Tirano''
''He ido muy lejos en esta Guerra sin sentido... Y todo, para no conseguir nada mas que rechazo...''
''... Sin embargo... Si todo eso ha servido para vivir este momento. ... Me siento mas que satisfecho.''


Los ojos de ella se iluminaron por un instante... Igual que los míos. Justo para por fin agarrar su brazo, y ayudarla a levantar.

''Yo... Harald Paddra Ballad. Hijo del Rey Tukulti-Ninurta y la Diosa Ninsun... Te proclamo vencedor de este combate''
''Y ante ello, con toda la autoridad que me da el titulo de Rey de Héroes... Te concedo el pleno derecho de un ciudadano de Drezed''
''A partir de hoy. Caminaras como los hombres. Vivirás entre ellos. Y seras uno mas.''
''Y como Persona reconocida por el Rey Harald... Te otorgo también el nombre... De Enkidu.''
''Único e indiscutible. Estarás bajo... La misma luz sagrada que me ilumina a mi. Y espero que juntos... Consigamos darle un mejor futuro a este Reino''
''Pues se que con tu ayuda... Amigo mio. Así sera.''


Frente a frente, esa misteriosa chica que encontré en mitad de la nada salvaje, había pasado a ser... No un aliado mas... Si no mi Igual. Un titulo que nunca nadie había conseguido. Ni en el pasado. Ni en el presente... Ni en el futuro.

''Solo uno acompañara al Rey de Héroes en esta vida, Enkidu''
''Y me alegra saber... Que ese seras tu.''
''Tu. Y nadie mas.''
''Así lo declaro... Por hoy. Y por siempre''

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-Sabiduría: Pésimo / Pésimo / Notable
-Espíritu: Notable / Notable / Normal
-Raciocinio: Malo / Malo / Excepcional


·Debilidades Físicas: Golpes Físicos. / Ataques Perforantes. [Armadura] / Hechizos o Ataques de Luz. Luz Solar. Daños en la cicatriz del cuello.

·Armas/Objetos:
-Ea - Espada de la Ruptura
-Enkidu - Cadenas del Cielo
-Cuchillos

·Guardian Force:
-Fuerza: Excepcional
-Destreza: Notable
-Agilidad: Notable
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Ultima edición por Harald Ballad el 19 May 2014 10:25 am; editado 1 vez
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MensajePublicado: 08 Apr 2014 11:53 pm     Responder citando

"Sólo uno acompañará al Rey de Héroes en esta vida, Enkidu.
Y me alegra saber... Que ese seras tú.
Tú. Y nadie más."


"Así lo declaro...
Por hoy.

Y por siempre."


Cerró el diario de Harald. Bajó el brazo y se quedó así, sosteníendolo, con las manos sobre las cubiertas. Aquello, sencillamente, fue un verdadero shock para Ahina.

"Sólo uno, Enkidu.
Ese seras tú.
Tú. Y nadie más."


Nadie más. Nadie más. Tú y nadie más...

Esas palabras resonaban aún en la mente de Ahina. Se le clavaban como cuchillos, desgarrando su corazón por completo. ¿Realmente... era asi?

...¿Realmente no era más que una sustituta para Harald Ballad, el legendario Rey de Héroes?


-Debí haberlo supuesto- "¡¡DEBÍ HABERLO SUPUESTO!!" chilló. Tiró el libro al sofá y se llevó las manos a la cabeza. Claro. ¡Claro! Todo era demasiado bello para ser verdad. Todo había ido tan bien... ¡Y ahora resultaba tan obvio, tan claro! Él había sido el Rey de Héroes, una leyenda en vida. Sin ayuda de nadie, por derecho propio. ¡Era obvio que no le iban a faltar pretendientes! ¿Y quién era ella, sino una simple soldado que se convirtió en una diosa? ¿Cómo iba a ser ella más que Enkidu o que cualquier otra? No era suficientemente buena ¿verdad? Él era perfecto, podía tener a cualquiera...

De repente, el único pilar en el que sustentaba su vida, su sanidad y su felicidad empezó a temblarle. "¡No, no no no no NONONONONONONO!" gritó, una y otra vez, tirándose de los pelos y balanceándose hacia delante y atrás. {oh dios yandere (?)} Sin su Príncipe Azul, estaría sola en el mundo. ¡Sola! ¡Ya no le quedaba nadie más! ¡Nadie más! ¡NADIE!

...................¡No! ¡Había otra persona! ¡Otra persona más!

"Mamá Lilith. ¡Lilith! ¡LILITH!" llamó entre lágrimas. La que antes había sido la dignísima Princesa del Mar, ahora no era más que una niña asustada, llamando a su madre, después de tener una horrible pesadilla. Sentía cómo su mundo temblaba, cómo los únicos peldaños en los que se sostenía su mundo se agrietaban lentamente bajo sus pies. Necesitaba hablar con alguien antes de cometer alguna locura. Necesitaba a su Hada Madrina, una vez más.

{:< pobre Ahina. Necesita de un hombretón llamado Lilith que la consuele. (LOLWUT)}
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"¿De verdad creíais que así ibais a destruirme?"
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MensajePublicado: 09 Apr 2014 9:22 pm     Responder citando



"Acudí a la bellísima y hermosa ciudad de Babilonia, donde los ciudadanos vestían con lujosos vestidos, donde cada día era motivo de fiesta, donde mozos y mozas disfrutaban amenamente la compañía de unos y otros, escuchaban a sus mayores y respetaban las leyes. No era la primera vez que yo visitaba dicha ciudad. No en vano, cuando se construyó fue consagrada a mi personalidad. Bastet, la Diosa de la Armonía y Felicidad era la patrona de Babilonia, y todos los ciudadanos me respetaban y me rendían pleitesía. Como ya os he contado, cuando Harald Paddra Ballad instauró el culto a su persona, lo primero que hizo fue destruir el templo principal de su ciudad, es decir, el mío propio.

Aquello era un asunto personal, sin duda alguna, y por eso mismo el concilio de dioses determinó que debía ser yo quien lo solucionara. Así pues, me presenté en la ciudad tal y como era en aquel entonces. Mucho más alta y brillante, con un amplio vestido de seda verde y numerosas alhajas y joyas. Y cuando digo mucho más alta, quiero decir MUCHO. Sé que ahora soy un retaco, pero a diferencia de ahora, en aquella época dejábamos alto y claro quién éramos. Debíamos estar por encima de los mortales, y ellos debían alzar la cabeza para mirarnos. Por supuesto, la altura y radianza eran imprescindibles para identificarme como alguien superior a los demás mortales. Las orejas de gato y la cola, para identificarme no como cualquier diosa, sino como Bastet. Los guanteletes metálicos, para identificarme como Sejmet."





//Tema de Bastet//


"Podría haberme presentado directamente en Palacio, pero no era eso lo que quería. Quería, en primer lugar, que el pueblo de Babilonia me viera. No sólo por hacerles saber que los dioses habían llegado a salvarlos, sino también porque sentía que era mi responsabilidad. Yo era, al fin y al cabo, la patrona de aquella ciudad. Ellos eran mi pueblo tanto como también eran el pueblo de Harald.

A veces, cuando un dios se muestra ante los mortales, estos manifiestan un profundo terror. En Babilonia, cuando me presenté, ocurrió justo lo contrario de eso. Todos se acercaron a mi de inmediato, se reclinaron y acercaron, pidiendo bendiciones, ayuda, dinero, piedad e incluso que me llevara a sus hijos a Terrus. Cuán desesperada debía estar aquella gente para aferrarse de esa manera al rayo de esperanza que yo suponía para ellos. Aún cuando la adoración a otros dioses aparte de Harald estaba totalmente prohibida, bajo pena de grandes multas. Multas que por supuesto, la mayoría no podía pagar.

Los guardias no tardaron en acercarse para hacer su trabajo, pero una mera mirada hacia ellos bastó para detenerlos. "No." dije. Y sin una palabra más, me encaminé hacia el palacio andando con tranquilidad, dejando una estela de luz a mi paso. Si aquello no bastaba para avisar a la Corte de que un dios se acercaba, nada lo haría. Tanta parafernarlia era, en cierto modo, también era una forma de mostrarle el debido respeto al rey Babilonio. No estaba allí para ponerme por encima de él. No concedí bendiciones. No venía a cuestionar su autoridad. Venía, sencillamente, en son de paz. A instarle a que dejase su mal camino. Venía como Bastet, la Diosa de la Armonía, y no como Sejmet, la Diosa Guerrera, no si no era necesario.

En fin, me encaminé hacia el Palacio, y los soldados me dejaron pasar. Algunos por respeto, otros porque también eran seguidores de mí. Me agradaba ser el motivo de todas las miradas, especialmente los hombres, pero no había venido hasta allí para divertirme. Ni siquiera se me pasaba por la cabeza. Pero cuando abrí las puertas y vi por primera vez a Harald Paddra Ballad, mi corazón dio un vuelco completo.

¿Qué puedo decir? ¿Qué puedo decir que no haya dicho ya de él? Era el hombre más hermoso que hubiera visto jamás en mi vida. Je, y creedme, que he visto a muchos. Sus cabellos brillaban igual que todo el oro de su palacio, y mejor que la estela de luz que yo misma dejaba. Sus ojos rebosaban la pasión y la energía del fuego. ¿Qué decir, qué describir de alguien tan radiante como el mismo sol? Fue un flechazo. Amor a primera vista. Amor como el que jamás había sentido nunca. Parpadeé por unos instantes, me costó recuperar la compostura, pero lo hice.

Carraspeé y di una respetuosa reverencia: "¡Salve, oh Harald Ballad, Rey de Héroes, hijo de Tukulti Ninurta, el que unificó todas las tribus, y de la agraciada Ninsun, de la luna en los cielos. ¡Heredero de la Gran Ciudad de Babilonia, la joya del Desierto Soleado del este!" aclamé. "¡Yo soy Bastet Sejmet, la Soberana del Desierto! Diosa de la Armonía y de la Felicidad, pero también de la Venganza y la Guerra, del Hogar y de los Felinos. Yo soy Bastet, la Desgarradora. La Señora del Este y Oeste. Los Ojos de Atum-Ra. La pasión, la alegría y la música son mis dominios, pero también la cólera divina, la venganza y la ira de los dioses.

He venido aquí y a ti con la mejor de las intenciones. He cruzado desde la puerta hasta el palacio como un igual, te he rendido la digna pleitesía. Eres el Rey de esta ciudad, y te pertenece. E igualmente, yo soy la patrona religiosa de esta ciudad, y me pertenece. ¿Por qué no me tratas como a un igual? ¿Por qué castigas a todos mis fieles, destruyes mis templos y te adueñas de mis sacerdotisas? ¿Acaso te he arrebatado yo algo que te pertenece? ¿Acaso he mancillado tu nombre, o el de los tuyos? Esta pequeña guerra entre tú y el resto de dioses jamás fue buena para ti, ni para nosotros, ni para tu pueblo. ¿Por qué continuar con esta desfachatez? ¿Acaso no te importa la prosperidad de tu pueblo?"

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"¡NO HAY DIOSA MEJOR QUE YO!"

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MensajePublicado: 13 May 2014 11:50 pm     Responder citando

Y que coincidencia mas extraña, que justo cuando los gritos y llantos de Ahina se hicieron mas fuertes, un relámpago salido de la nada retumbo en el exterior de la habitación, provocando que por debajo de la puerta se viese una fina humareda negra, junto a la silueta de unos pies. Por supuesto, el timbre no tardo en sonar después de eso, y cuando Ahina abrió por fin la puerta, se vio frente a ella el fruto de sus peticiones.
''¡He venido lo mas rápido que he podido!'' Dijo la mujer de cabellos plateados, sacudiendo un poco el vestido. ''¿Ha ocurrido algo? ¿Algo grave? Porque si es así, solo tienes que pedirme una solución y haré lo que pueda.'' Se la veía nerviosa, y es que no había mentido. Fue oír la llamada de su pequeña, y sin prepararse ni nada, se presento allí. Por eso no llevaba su vestido formal, vistiendo las tiras negras de siempre, que por si solas, no perdieron mucho tiempo antes de reaccionar a la presencia de Ahina, acariciándole la mejilla.

''Pobrecilla... No estés triste. Tu hada madrina ya esta aquí para cuidar de ti...'' Le murmuro, acercándose a ella y abrazándola. ''Tan solo cuéntame que te ha ocurrido... Seguro que podemos solucionarlo juntas...''
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-Ahina-
Princesa del Mar
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MensajePublicado: 16 May 2014 2:41 am     Responder citando

"¡Lilith!" la saludó, abrazándola de inmediato. "Lilith... Oh, Lililth..." repitió. "Es que... yo... Harald ¡yo no soy para él..!" las palabras, sencillamente, no le salían de la boca. "¡AGH, le...leelo tú misma!" Parecía bastante nerviosa y desesperada. No paraba de dar vueltas, se mordía las uñas y miraba a todos lados. Fuera lo que fuera que había leído, le había sentado mal, muy mal.

{Resulta tan... falso escribir esto después de haber leido el tema Muerte del Rey de Reyes... D: Aunque este vaya cronologicamente antes :( }
_________________
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~Armas~: Tridente
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"¿De verdad creíais que así ibais a destruirme?"
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Lilith
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Lilith

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MensajePublicado: 16 May 2014 7:37 am     Responder citando

Lilith por supuesto le hizo caso, tomando el escrito de Harald entre sus manos. ''¿Que no eres para Harald?'' Pregunto incrédula, sorprendida por lo que acababa de oír. ''... Eso es una estupidez. ¡Estáis hechos el uno para el otro! ... Ademas, ¿Que es esto?'' Y al final, su mirada bajo al cuaderno, comenzando a echarle un vistazo, hoja por hoja, leyendo a una velocidad... bastante elevada. No obstante, eso no significo que dejara de prestarle atención a su pequeña, pues incluso con los brazos y ojos ocupados, una de las tiras de su vestido pronto reacciono, sujetando el brazo de Ahina para que parase de morderse las uñas.
''... ... ... Oh... Ya veo, ya veo...'' Soltó al llegar a esa parte en la que Ahina paro de leer, aunque ella no se detuvo ahí, y leyó unas cuantas hojas mas, como si quisiese comprobar una cosa. ''Vaaaaale... ... Se nota que te quedaste sin leer el final'' La sonrisa maternal no tardo mucho en dibujarse de nuevo en sus labios, elevando el rostro para mirarla fijamente. ''Aun así... Puedo entender que te doliese... ¡Y es normal! Eres demasiado insegura para estas cosas...'' Y sin perder palabra, Lilith volvió a extender sus brazos, estrujando a la Princesa del Mar como si de un peluche se tratara. ''Ay, ay, ay... Tienes que olvidarte de esos miedos que tienes... A fin de cuentas, fui YO la que te dio a Harald... ¿Y de verdad crees que lo hubiese hecho si no supiese que es perfecto para ti?''

La mujer acabo por ponerle el escrito en las manos, devolviéndoselo, mientras daba un par de pasos cerca de Ahina, como si estuviese estirando las piernas. ''Harald... ... Es un hombre complicado... MUY complicado. Puede que tanto como tu. De ahí viene lo que en esa historia se cuenta.'' Comenzó a explicar, levantando sus brazos a lo alto y bostezando. ''Uah... Veamos... ... Podría decirse que con Harald es muy difícil llegar a algo. Pero que cuando se llega, es para siempre. Enkidu es un buen ejemplo... En lo referente a amistad. Es su único amigo. Y recalco en eso. Ya que para Harald, esa amistad pone a Enkidu a su mismo nivel. ... Pero nada mas. No hay ningún amorío de por medio del que te tengas que preocupar.'' Y tras suspirar un poco, Lilith sonrió mas, mirando de reojo a Ahina. ''Ademas... Ten eso claro... Si Harald te escogió como su novia, y no como una mera amante mas, es por algo. ¡Así que lo dicho! ¡Tus preocupaciones son infundadas! ... ... Y de todas formas, te aconsejaría leer lo que queda. Se pone interesante a partir de ahí. Jiji...''

Sus tiras se agitaron durante un segundo, segundo en el que Lilith se dio la vuelta, andando hacia el interior de la casa. ''¡Relájate y sigue leyendo! ¡Yo iré a preparar algo de comer! Seguro que con los nervios te ha entrado hambre. ¡Y a mi también! ¡Jiji!'' La mujer desapareció de la vista de Ahina tras meterse en la cocina, dejándola sola en la habitación, aunque, acompañada por los ruidos que hacia con los calderos y sartenes, moviendolo todo para su Arte Gastronómico. {Oh dios, Lilith cocinando. Eso es como el Infierno}
_________________

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