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✪ 2/11/2015 ✪

Actualizado el avatar y la primera imagen de la firma de Bastet, ahora las dos imagenes tienen mejor calidad y el avatar es más grande. ¿Que esto no es una noticia realmente? Eeh... uh... bueno...


Pop Star Times
Nueva mascota que hace furor en otros planetas, ¡Ahora disponible en Pop'Star!

¡Así es! ¡Las nuevas criaturitas más tiernas de la galaxia ahora están disponibles en la Tiendita de Mascotas de los Horrores! ¿Curioso nombre no? Que no os engañe, este pequeñín no es un horror para nada. Un animalito de lo más mono y cariñoso, un energético compañero que alegra a tanto niños como ancianos. Por ahora han tenido un especial impacto en los habitantes de la Isla del Helado, que adoran sus nuevas mascotas. ¡Pero no faltará mucho para que estén por todo Pop'Star! ¿Qué esperas para conseguirte el tuyo propio? ¡Al escribir esto tengo el mío dando vueltas en mi pierna y lamiendo mis pies, es tan juguetón! ¡Pasaos cuando queráis por la galería de los Edificios Mantequilla, y no se arrepentirán!


Evento Actual


Crucero Star Ship
¡Sean todos bienvenidos al Star Ship! Disfruta de un relajante viaje paradisíaco a bordo del más exótico crucero de Dreamland, a través de las hermosas aguas del Océano Naranja. ¡Dado que es la innauguración, las entradas cuestan la mitad de su precio normal!

NPC del Mes
-Drake-

¡El NPC del mes de Febrero de 2015 ya está aquí!

El General Drake de los Shadow Riders ha sido un misterio durante años. Generalmente pasivo, encerrado en su habitación de la base con sus propios asuntos, se ha vuelto más activo en los últimos tiempos.

Tomando una participación en la odisea en la Fábrica, dándole traumas a Luminary Knight que definitivamente aumentaron su carácter para ser Luminary Umbrae o incluso organizando su propia investigación oceánica con la ayuda de la mismísima Princesa del Mar, por "motivos académicos" y con un nombre falso...

Pocas veces se ha visto a este hombre actuar, y muy pocos saben qué se trae entre manos y cómo reacciona ante las diversas situaciones. Sin embargo ese misterio es el que nos mantiene aún interesados en este personaje y los secretos que puede guardar. Por el momento, le daremos este pequeño homenaje acompañándonos durante todo marzo. ¡Felicidades Drake! Y que lo que tengas en mente no acabe con demasiados muertos...

Long Live the Princess!
Un fic a escribir conjuntamente con Spark, Dey y Lumus.

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Bombermans
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Bombermans

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MensajePublicado: 04 Nov 2012 4:46 am     Responder citando

Yo veo bien que vayamos dejando misterios, algo así como Harry Potter, no sería tan buena si no tuviera sus misterios e intrigas. Creo que en el fic uno de los elementos más importantes deberían ser el misterio y las intrigas, tanto palaciegas como de otra índole. ¡Aprovechemos que estamos en una historia de nobles, princesas y reyes!
_________________
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¡Micaiah rulz! *¬* XD

Okapi

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Luminary Umbrae
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MensajePublicado: 04 Nov 2012 4:18 pm     Responder citando

Pues lo que puse en xat. Mola, pero lo único que me jodió la lectura es que pusieras a Arianne como una Arlene orgullosa y chula. Pero bleh.

Esta bien redactado, y une la historia con lo de Spark, que ya se estaba yendo el solo por las ramas. Y bueno, al menos me dejaste espacio libre para poder escribir lo mio.
De resto, pues lo que dijeron los demás, ¿Que quieres que diga? Mola mucho, y por ahora vamos bien. Lo único que tendrías que mejorar... ES LA VELOCIDAD AL ESCRIBIR UN CAPITULO.

Así que eso.
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Luminary Umbrae
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MensajePublicado: 13 Nov 2012 1:02 am     Responder citando

Capitulo VIII: Recuerdos Reprimidos


''Maldita bruja... Vieja... Zorra anciana del demonio...''
Luminiere no podía hacer mas que maldecirla, metiendo la cabeza en la fría fuente de agua, dejando que esta le empapase entero, sobretodo el pelo. Y hasta que no dejo de sentir el aceitoso tacto de la sopa, no se aparto.
''Si no hubiera sido por esos miserables, la hubiera cortado en dos. Empalado. Roto en pedazos... Erh... ¡Masacrado con mi Saxofón! ... Bueno, eso no. Que es caro de arreglar.''
Finalmente, de un rápido movimiento de mano, echo todo su cabello hacia atrás, sin ni siquiera secarselo, dándole un aspecto... mas joven que de costumbre. Aunque él tampoco es que pudiese darse cuenta de ello, pues el agua de la fuente había quedado ennegrecida. ... Cosas de no haberse bañado en días.

Se tomo un momento de respiro, como queriendo recuperar aire antes de volver a la Sala. Él sabia que debía proteger a la joven Princesa, ¿Pero que mas daba? Tampoco es que fuese a suceder nada importante, y dudaba muchísimo que esa chiquilla le llegase a echar de menos.
... Ademas... Tenia un extraño presentimiento. Como si una vez que fuera a la Sala, la historia volvería a dar un vuelco inesperado. Esa clase de Vuelcos que solo suceden varias veces en la vida. Y que aquí ya han sucedido en cada capitulo.
''... Oh, claro que habrá un Vuelco. ¡Como esa Mujer siga ahí, pienso fregar el suelo con su cabeza!'' Grito de golpe, enfadado, provocando que varios nobles que pasaban por ahí le mirasen extrañados.
Cuando Luminiere se dio cuenta de que le miraban, la vena de su cuello se hincho, volviendo a gritar. ''... ¿¡QUE!? ¡¿ALGÚN PROBLEMA?!'' Le irritaba que le mirasen demasiado, sobretodo si se era por alguna locura que se le escapaba por la boca.
Esos nobles salieron corriendo como cervatillos asustados, cosa que agrado a Luminiere, sacandole una risa de triunfo.

No tardo mucho mas en ponerse en marcha, andando a paso lento y seguro hasta la puerta. Allí habían dos guardias, que al ver a Luminiere, en seguida se pusieron rectos, saludando formalmente.
Habían tantos rumores alrededor del Sir Saxofón, y la mayoría tan intimidantes, que era incluso normal ese comportamiento... en todos los Guardias y Soldados. El mas famoso, era que si hacías enfadar al Caballero del Saxo, él sacaba su instrumento, empezaba a tocar su ritmo celestial, y mientras tu bailabas hipnotizado, él aprovechaba, y te cortaba ambas orejas. De un tirón.
Por supuesto, no habían testimonios físicos de que eso hubiese ocurrido, pero como también se decía que el Saxofón borraba los Recuerdos, pues cualquiera que a la mañana siguiente apareciese con una Oreja o dos menos, era suficiente.

Pero si alguien le hubiera dicho al... extrañamente joven Guardián, lo que había tras esa puerta, tal vez, se lo hubiese pensado dos veces antes de abrirla. O al menos, no lo hubiese hecho de forma tan confiada. ... No... Posiblemente habría entrado con la Espada en mano, y con una cara al borde del Shock.
... Pero nadie se lo dijo, y se adentro hacia la Sala del Trono con total normalidad, olvidándose prácticamente de esa sensación que había tenido, y tan solo buscando con la mirada a la Princesa. A la cual, al no ver, quedo extrañado.

''¿Donde demonios esta?...'' Se pregunto, mirando en todas direcciones. En ningún momento llego a pensar que le hubiese pasado algo, o al menos, no algo que requiriese de sus servicios.
''Tal vez solo haya ido al lavabo. Y ahí si que no pinto nada.'' Sin embargo, eso no le convencía. Había visto el rostro de la joven desde el principio. Un rostro cansado, angustiado, que solo pedía un momento de descanso. ''... No. Si ella hubiera querido ir al lavabo, estas sabandijas se lo hubiesen impedido...''
Seguramente, esas 'Sabandijas', habían oído el comentario, pues Luminiere ni siquiera se molestaba en hablar en voz baja. Pero de nuevo, no le importo.

... Pero alguien aparte de ellos escucho a Luminiere. Alguien que, lentamente, empezó a moverse, acercándose al Sir Saxofón...

''Hey, tu, el de la Capa verde'' Dijo el Caballero, acercándose a uno de los Guardias apostados en la puerta. ''¿Sabes a donde ha ido la Princesa?'' Su pregunta era directa, mas que de costumbre.
El Guardia, por supuesto, se puso muy tenso. Entre la altura propia, y las botas, Luminiere alcanzaba fácilmente los dos metros de altura, cosa que obligaba a todo el mundo a levantar la mirada, únicamente para verle los ojos.

''... ¿La princesa?... ... Eh... ... Acabo de llegar aquí... Cambio de turno... Lo siento...'' Tartamudeo el hombre, haciendo un esfuerzo enorme por no bajar la mirada.

Luminiere no pudo evitar soltar un profundo suspiro, mirando al otro Guardia. En seguida supuso que ese tampoco sabría nada, así que acabo por girarse de nuevo, pensando en ir a preguntarle a los Consejeros directamente.

...
Pero eso no sucedió.

''...''
Alguien se había puesto delante ya...
... Alguien que...

''... ¿León?''

... Luminiere se quedo paralizado. Primero, por ver su rostro. Luego, por oír su voz. Y finalmente, por escuchar ese nombre.
León Luminière Lemoine. Ese era su nombre completo. Algo que nadie sabia... A excepción del Rey y... y...

''... ¿Arianne?''

No podía estar pasando eso. No. No. No. No...
Simplemente... No.

''Leo... ... Eres tu... ¿Verdad?'' Su voz era suave pero profunda... Tranquila pero directa... ... Igual que siempre. Y en el momento que ella estiro su mano, tocándole suavemente la mejilla, justo en una de sus cicatrices. ... La mente de Luminiere estallo.

''...''

No pudo evitarlo. Simplemente, no pudo.
Con la mirada en Shock, giro su cuerpo. E incluso cuando Arianne trato de agarrarle la mano, agarrarle de la capa... Él echo a andar. Un paso ligero, rápido... Casi como si diera zancadas. Volviendo a salir de la Sala del Trono por la otra puerta. Y esta vez, pese a que todo el mundo le miro, ni siquiera le importo.

No se giro. No miro atrás. No retrocedió ni por un segundo.
Ordenes, obligaciones, rutina... Todo quedo olvidado en ese momento. ¿Guardia Real? No... En aquel instante, era el mismo hombre traicionado de hacia 10 años... Y nada mas.

Recorrió el castillo sin parar de andar, yendo de un lugar a otro, Sala por Sala, pero en ningún momento, volvió a esa. Jamas. Incluso evito lo mas posible a toda la gente venia de allí.
Sin embargo... por primera vez en mucho tiempo... La curiosidad le invadió. Ya le había empezado a hacer efecto desde que no vio a Elodie, pero ahora... con Arianne en escena... era aun mayor. Ademas... Necesitaba calmarse, quitarse lo ocurrido en la Sala del Trono de la cabeza. Lo necesitaba...

Busco a los Consejeros de Elodie cuando estos salieron, y tras un esfuerzo por resultar cordial, estos soltaron prenda, contándole lo ocurrido:

''Al parecer, el Rey Norman había irrumpido de golpe en medio de la petición de Arianne, soltando que ella fue la que asesino a la Reina. Ordeno que se fuera, pero Arianne respondió que era decisión de la Princesa y no suya. Elodie pregunto a Arianne si era verdad, si ella había asesinado a su madre, y Arianne no dijo que si ni que no. Confundida, la Princesa no pudo soportar la presión y sencillamente se marcho de la Sala.''

''... Típico...''

Tras esa rápida investigación, Luminiere se había asentado en las cristaleras del pasillo, desde donde se podían ver los Jardines. Era un sitio tranquilo, donde no pasaba mucha gente, y menos ese día tan extraño.
No es que le gustaran las flores, pero mejores eran esas vistas que las que tenia en su habitación, eso seguro.

''Como les odio... Como les odio a todos...'' Era normal. La culpa de que estuviese así era de todos ellos. Los Consejeros, Norman, esa Vieja, Arianne... Incluso de Elodie en cierta forma. Todos ellos le habían arruinado el día, y algunos, incluso la vida.
''... Agarraría este maldito Saxo, y lo tocaría... Lo tocaría justo enfrente de sus narices. Toda el día y noche. Aunque me quedase sin aire. Y ellos Bailarían, y bailarían... ¡Y BAILARÍAN! ¡HASTA VOLVERSE MAJARAS!'' Sus gritos eran acompañados de pequeños cabezazos que le daba al cristal, como queriendo relajarse a base de golpes. ''... Si... Tal vez, así, me consolase un poco...''

Pero no iba a hacerlo. Y no porque no pudiese, si no porque en el fondo... No quería.
¿De que le serviría hacerlo? Se convertiría en un paria, en alguien que tendría que huir, solitario, por un mundo cruel y despiadado. Y esa vez, no tendría a nadie que le acompañase.
... Tal vez... era esa la razón por la cual había aguantado tanto. Por la cual había aceptado ese trabajo, dos veces.

Entonces... ¿Que? ¿Les odiaba realmente? Podía ser, y podía ser que no.
Esos Consejeros eran así por naturaleza, no tenia sentido culparles. Norman, le ayudo en su momento. Esa Vieja... ... Bleh, mejor no pensar en ella. Arianne... Tendría también sus razones para lo que hizo... y Elodie... Ella era simplemente una niña, no tenia cabeza para nada de eso.

...
-No tenia cabeza para nada de eso...-

''...''

... ¿De verdad esa niña seria tan despiadada?
... ¿De verdad esa niña estaría dispuesta a buscar venganza?
... ... ¿De verdad esa niña ejecutaría a Arianne?

Con lo que soltó Norman, y la respuesta de Arianne, Elodie tenia suficientes razones para mandarla a ejecutar, y ninguno soltaría queja alguna. Total, a nadie le importaría la vida de una mujer extraña como ella. Y menos en estos momentos...

... No. Debía impedirlo. Debía hablar con Elodie, convencerla de que no lo hiciese.
Al fin y al cabo, era su Guardián, ¿No? No seria tan raro que hablase con ella así.

Y así lo hizo, poniéndose en marcha una vez mas, aunque esta vez... Con una apariencia distinta. Sus ojos ya no eran fieros como antes, y su rostro no estaba tan marcado. Era como si... Todas sus energías, toda su esencia salvaje, se hubiesen esfumado de golpe. Y tal vez era cierto, pues incluso sus pasos se volvieron mas lentos y pesados, costandole varios minutos alcanzar la habitación de Elodie.

Era de noche, y posiblemente, la Princesa estaría dormida... ¿Pero que le importaba ahora? Aquello era un asunto importante, por lo que, sin pensárselo dos veces, golpeo con los nudillos la puerta, y al tener aun esos guanteletes metálicos, el sonido fue mayor.
... Por supuesto, nadie abrió. Sin embargo, pudo escuchar algo dentro, un fino sonido... Que poco a poco reconoció.
Llantos.

''... Tsk... Al menos no esta dormida... Aunque no se que es peor...''

Luminiere volvió a tocar, aunque esta vez, de forma mas suave, dejando claro que la había oído.
''Soy yo, Princesa Elodie, Sir Luminiere. Abra la puerta por favor.'' Pese a que intentaba usar un tono mas bajo y tranquilo, su forma de hablar seguía siendo igual de mecánica que siempre, cosa que le molestaba

Nada. Ella seguía sin abrir, y dudaba que lo fuese a hacer.
... Pero aun le quedaba un As en la manga.

''En fin...''

Sir Saxofon era el titulo que le dieron al hombre cuyas dotes con el Saxo eran igual de fabulosas que con la Espada. Un titulo que se le entrego junto a ese Saxo que ahora llevaba siempre consigo. Fabricado con metales negruzcos, pero brillantes, dándole mas sentido a su otro titulo como Caballero Negro. En realidad, no era el Saxofón el que estaba embrujado... Si no él mismo.

De un tirón, se desengancho el instrumento de la Espalda, alejándose un poco de la puerta para tener espacio, y tras tomar un poco de aire... La música comenzó a sonar.
Era un ritmo suave, a la par que penetrante. Algunos podrían encontrar en esa melodía tonos tristes, mientras que otros, tonos mas alegres. Todo dependía de la oreja, y de quien lo escuchara.
Para Luminiere, sin embargo, todas sus melodías eran idénticas, o muy parecidas. Aun así, él ponía todo el entusiasmo que podía en cada una... Como si por un momento, la música fuese lo único que le importase.

...

...

... La melodía continuo, y continuo... Sin cesar ni por un instante. Luminiere se quedo sin aire, sin saliva, sin fuerzas... Pero no paro. Siguió hasta que creyó que era suficiente, apartando la boca, y empezando a respirar profundamente, pero sin que se notase mucho. Al fin y al cabo, había hecho eso para que Elodie le abriese.
Gracias a Dios, o a quien fuese, así fue. Y tras oír el ruido de la cama al moverse, la puerta chasqueo un poco, abriéndose con lentitud, dejando ver finalmente a la joven princesa.

Una vez mas, la figura imponente de Luminiere, dio impresión, haciendo que Elodie se asustara un poco. Pero de alguna forma extraña, cuando miro el rostro del Caballero Negro... se tranquilizo.
Sir Saxofon seguía con el mismo peinado de antes, y eso le daba un aspecto mucho mas joven, incluso... ¿Por que no decirlo? Algo atractivo.
¿Tendría ahora el aspecto del tipo de Caballero que esperaba Elodie? Esperaba que si, si no, tal vez no consiguiera convencerla.

''¿Puedo pasar?'' Pregunto Luminiere, poniendo la voz mas educada que encontró.

Ella le miro extrañada, pero al final asintió, haciéndose a un lado para que él entrara.
... Sin embargo, Luminiere se quedo quieto, sin entrar. Sabia que por educación, el guardián debía ser el que cerrara la puerta tras de si, y no la Princesa. Por tanto, lo logico era esperar a que Elodie se sentara.
... Lo logico, pero no lo logico en ella. Elodie se le quedo mirando aun mas extrañada, como preguntándole cual era el problema.

''Tsk...'' Desde el primer momento que había visto a esa niña, años atrás, supo que seria igual de... testaruda que la madre. Ella le había traído muchos problemas, y muchos viajes innecesarios, únicamente, por su pasión a la investigación. ¿Acaso esa niña iba a ser igual? ''En fin...''

Resignado totalmente, y sin ganas de discutir, entro en la habitación. ... Fijándose entonces en que Elodie simplemente estaba en pijama. Sin nada mas.
''...''
... En cualquier otra situación seguramente habría actuado de otra forma... pero aquella era distinta, por lo que contuvo el pavor, y desvió la mirada a un lado, esperando a que ella fuese a su cama y se sentase.

La puerta del balcón no paraba de sonar, siendo golpeada continuamente por el viento. Aquella noche estaba prevista una tormenta para toda la Región.
Pero cuando dirigió su vista hacia esta, en lo primero que se fijo fue en las cortinas, dándose cuenta de que pese al lujo de esa habitación, Elodie ya había puesto su toque personal. Eran unas cortinas hechas a mano, posiblemente, cosidas por ella y su madre. ... Si, si... Las habían hecho hacia un par de años, incluso Luminiere podía acordarse de lo enfadado que se puso Norman al enterarse. Cosa estúpida por su parte, pero comprensible.

Él ya estaba demasiado cansado para estar de pie, por lo que directamente se sentó frente a un pequeño escritorio blanco que allí había, descansando de una vez las piernas y la espalda. Aun así, intento no hacer mucho peso, por si al final acaba rompiéndose ... Como la silla de Norman.

Luminiere tosió, preparándose para hablar. Sabia que debía resultar convincente, por lo que miro fijamente a Elodie, la cual también le observaba.
''... Muy bien... Seamos sinceros el uno con el otro. A mi me molesta que me traten como un simple matón, y a ti, como un florero al servicio de la corte, ¿No?''

La pregunta que hizo fue prácticamente al aire, pues Elodie se quedo tan atascada, que no tuvo tiempo a contestar.

''Empezando por ahí... Ahora quiero que me contestes a una pregunta. Y la tienes que contestar como Elodie. Aquí no están los Consejeros, ni tus Maestros, ni tu Padre. Estoy yo. Y si eso te presiona, mírame como... ... Leon Luminiere, no como tu guardián.''
Tener que revelar su nombre... Era algo que ni hizo con la anterior Reina. Pero ella había sido buena amiga de Arianne, así que jamas tuvo que llegar a estos extremos. Así que... Debía hacerlo.

''... Pensé que simplemente te llamabas Luminiere...'' Contesto finalmente ella, con una voz fina, pero aun tocada por los llantos de antes.

''... Todos piensan que me llamo así. Y quiero que sigan pensándolo. Así que ya sabes lo que me gustaría respecto a eso, ¿Verdad?''

Elodie se tomo unos momentos para pensarlo, hasta que finalmente asintió, acomodándose en la cama.

''Bien... Entonces, lo que quiero preguntarte es lo siguiente...'' Luminiere, una vez mas, tomo aire. Sabia que si usaba las palabras inadecuadas, o empleaba un mal tono, fracasaría. Estaba metiéndose en terreno pantanoso, y dudaba muchísimo que la gente de la corte entendiese el porque de todo aquello. Así que... Si ella lo recibía mal, seguramente Norman y el resto se enterarían. ... Y a saber que pasaría entonces.
''¿Quieres casarte conmigo?''
''... ¿Que harás respecto a Arianne?''

Si. Tal vez fue, otra vez, muy directo. Pero aquello era un todo o nada, y confiaba en que la Princesa pudiera entenderlo.

''...'' Elodie se quedo en silencio, incluso Luminiere noto como sus mejillas se ponían pálidas, junto al resto de su rostro.

''... Me entere de lo que paso en el Salón del Trono. Se lo que dijo, y se como respondió tu padre. ... Y en cierta manera, incluso entendería que decidieses poner justicia por tu mano... Y la ejecutaras por lo que hizo...'' Debía convencerla. Debía hacerlo. Y cuanto menos tiempo le diese a pensar, mejor.

''Fue... ¿Fue ella la que asesino a mi madre?...''

''...'' Esa pregunta también había sido muy directa. Pero... Debía contestarla. ''... No lo se. Simple y llanamente, no lo se.''

''Pero tu eras su protector... su guardián... estuviste con ella en todo momento, ¿Verdad? Esa mujer... Arianne... tuvo que haberse acercado a ella en algún momento, haberle hecho algo...''

... La situación era muy complicada de explicar. ¿Como iba a decirle que cuando murió su madre, él simplemente no estaba?

''Arianne era buena amiga de tu madre. Pasaron mucho tiempo juntas. ... Por eso mismo, en el fondo, dudo muchísimo de que ella la asesinara.''

''Habías dicho que no estabas seguro...''

''... No estoy seguro... Porque de la misma forma, YO conozco a Arianne. ... Y tras muchos años, jamas supe como funcionaba en realidad su cabeza.''

Ahí empezaba todo. No haría ni falta que Elodie le preguntase, Luminiere ya tenia pensado contarle la verdad. Era lo mejor. Así, tal vez, ella se lo pensase dos veces... ... Ademas, de alguna forma... necesitaba desahogarse, aunque no quería admitirlo. Por lo que dos pájaros de un tiro.

''A ver como te lo explico...'' Su tono se volvió serio, mas que de costumbre. ''... Mi familia era parte de los numerosos siervos y ayudantes que la de ella tenia. Yo no era mas que un criado de una familia adinerada. Los Zhulret. Un día me encargaron limpiar la habitación de la señorita, y así fue como la conocí a ella. A Arianne. ... Al principio hablábamos poco, pero con el tiempo acabamos cogiendo confianza el uno con el otro y nos hicimos amigos. Crecimos juntos. Sirviente y señorita, uno al lado del otro. Yo... era como su sombra, a donde ella iba, iba yo. Daba igual a que jugásemos, incluso si eso me hacia sudar y cansarme, yo siempre la seguía.''

Elodie miraba a Luminiere, escuchando con atención lo que él contaba. Posiblemente, ella en cualquier otro momento, ya habría hecho alguna pregunta... Pero solo fue ver lo metido que estaba el Caballero en la historia, que prefirió callarse y dejarle continuar. Ya algo mas calmada.

''Je... Nos conocimos siendo críos, y continuamos así hasta la adolescencia... Y en todo ese tiempo, ella fue mi única amiga, mi única compañía... Y la única que ocupaba un lugar real en mi corazón... Supongo que para ella yo era igual... O eso quiero creer... ... Ejem... Pero aun así, eso no viene al caso...'' La voz de Luminiere cambiaba cuando hablaba de eso, como si... le agradase, pero a la vez le doliese. Aun así, ni siquiera se molesto en ocultarlo, e incluso Elodie pudo darse cuenta a lo que se refería.

Luminie-... No, mejor dicho... León, se quedo callado durante unos instantes, como intentando rememorizar del todo lo ocurrido.
''... Pero toda esa paz que vivimos... se termino. De golpe. Igual que una llama siendo soplada.'' Era la primera vez en mucho tiempo que ese hombre usaba tales comparaciones, aunque no parecía darse cuenta de ello. ''Las Guerras estallaron, y Puerto Nuevo, nuestro hogar... No se libro. Revueltas, conflictos... Toda la ciudad quedo teñida de llamas... y por supuesto, la mansión de los Zhulret... igual.''

''Mi familia, y gran parte de la suya, murieron aquel día. Pero nosotros dos. Los dos juntos, logramos escapar. ... En aquel instante no supe si alegrarme o deprimirme... Pero eso solo era por mi, ya que... Arianne, si sabia lo que tenia que hacer. Como siempre. Ella era la que decidía, la que mandaba, ordenaba... Y en aquel momento, haciendo uso de una fuerza que envidié... Decidió poner cartas en el asunto, metiéndose de lleno en el conflicto.
Uso y oculto su nombre noble cuando era necesario, y gracias a eso, logro convertirse en Guerrera... Del mismo que yo me convertí en su Escudero.
Los dos juntos, una vez mas, peleamos y peleamos... Todo por expulsar a los invasores de nuestra tierra, y por rescatar a aquellas ciudades que aun estaban enteras. Y pese a todas las personas que matamos, y pese a toda la sangre que vimos... En ninguno, ni ella ni yo, flaqueamos. Jamas. ... Aunque tal vez, todas esas muertes... nos marcaron mas de lo que creíamos...''

León se miro las manos por un momento, apretando los puños. ''Si... Incluso cuando la Guerra acabo, ella y yo seguimos como Mercenarios, al servicio de quien tuviese dinero para pagar. ... Obviamente, ella siempre actuó por honor, y yo la imitaba. Así que jamas aceptamos ningún encargo que no fuese... Honorable o justo.
... Pero algo mas teníamos en común. ... La música. Su familia era muy afiliada a ese arte, y Arianne no era distinta... Ja, ja... recuerdo que incluso... por su Decimoctavo cumpleaños, le regale un violín hecho por mi... ... Hacerlo me costo mucho, incluso me hice decenas de cortes y magulladuras en las manos... Pero jamas me arrepentí.''

Aquello pareció impresionar a Elodie, pues soltó un fino 'Oh', cosa que... Avergonzó de cierta forma a Luminiere, que en seguida suspiro, acomodándose en la silla.

''Pero si has escuchado, entenderás que en mi vida no hay finales felices. Jamas lo hubo. Y esta vez tampoco.''

''¿A que te refieres?'' Pregunto ella, abrazada a la almohada, y con una cara que indicaba lo metida que estaba en la historia. Incluso se le notaba totalmente calmada.

''... Hm... Cierto día, recibimos un encargo de tus padres. Un Dragón había capturado a una de las Damas de la corte, y... bueno, nos pidieron que la rescatáramos a toda costa. Como no, lo hicimos. Fue la misión mas difícil a la que nos enfrentamos... Un Dragón... Por los Dioses... Yo recibí la mayor parte del Daño, tan solo por proteger a la Dama, mientras que Arianne logro acabar con él Dragón. ... No, miento. En realidad ese monstruo logro escapar, pero le dejamos malherido, prácticamente, sin cola y con un ala rota.

... ¿Sabes? Aquello fue tan arriesgado, que cuando acabo, pensé incluso en pedirle cierta cosa a Arianne... ... Pero supongo que la recompensa que ella recibió por parte de tu madre la cegó completamente... Un titulo de noble.''

Elodie pudo sentirlo. La voz, la mirada, incluso la sensación que emitía... Era como el Luminiere de antes, o incluso peor. ... ¿Era la parte que tanto temía? ¿La parte que tanta rabia guardaba?

''Una noble... Una maldita noble... Ya no podría estar mas con ella, pues a fin de cuentas, yo siempre solo fui su escudero. Y nada mas. Todos esos años... No significaron NADA para ella... ... Y aun así, lo comprendí. Comprendí sus razones... Total, ¿Que noble iba a desear estar con un simple sirviente? ¿Con un simple Perro cualquiera?...
... Si hay algo que le agradezco a tu padre, fue la oportunidad que me dio. Él supo ver el valor que tenia, y me ofreció dirigir a la Guardia Real, junto a ser el protector de su Esposa, la Reina.
... Al fin y al cabo, solo servia para eso... Proteger a los demás... a los Nobles, a los Ricos, a los Reyes... ... Nada mas.''

Sus ojos se clavaron entonces en los de Elodie, que por un momento se puso tensa y asustada. ... Aquello Luminiere pudo notarlo, soltando otro suspiro, y levantándose finalmente de la silla.
''Deje de ver a Arianne aquel día. No se ha hecho en todos estos años. Siempre que pasaba tiempo con tu madre, la evitaba, así que... Seguramente se habrá casado, tendrá hijos y ni me he enterado. Aunque por mi... Que se pudran todos ellos.''

Aquella frase tenia un sentido que Luminiere tardo en coger, y al hacerlo, sacudió la cabeza. ''... No... Olvida eso. Yo no soy como ella. Yo si atesore esos recuerdos... yo si la quería... Y es por ello, que pese a lo que me hizo, jamas querría que se muriese. Y menos ejecutada.''

... Sin embargo, había algo que Luminiere se había olvidado de mencionarle a Elodie. Algo importante, y que ella seguramente no sabia del todo bien... Y en aquel momento... lo mejor era decírselo de una vez.
''... Aun así, Princesa, si tu deseo es el de Ejecutarla... Lo aceptare. Incluso si me pides que la ejecuté yo mismo. No me negare. Soy de tu propiedad. Tuyo, y solo tuyo. Ese es el acuerdo real. No un mero protector... Cualquier orden que tu des, yo la acatare, incluso si eso supone mi muerte.''

''...'' El silencio de Elodie era suficiente respuesta para él. Y al fin y al cabo, no había nada mas que decir, por lo que, sin mediar mas palabra, estiro su cuerpo, andando a paso firme hacia la puerta, abriéndola lentamente.

''Que descanse, Princesa. Y recuerde... Siempre me tendrá a mi para lo que necesite.''

Esas fueron sus ultimas palabras ese día... Pues tras salir, y cerrar la puerta, lo único que pudo hacer es dirigirse a su nueva habitación, cerca de la de Elodie... Para quedarse allí, pegado a la pared... Intentando evitar explotar de rabia o de llanto... Ya fuera por mantener su Orgullo, o porque Elodie no le oyese en el otro lado.
... Ya estaba hecho. Mas no podía hacer. Confiaba en que Elodie no tomase una decisión equivocada... Pero ya se lo dijo a Norman en su momento...

El no era mas que un Perro. Y su amo, esa vez, era ella... No tenia elección. Así de sencillo...
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MensajePublicado: 13 Nov 2012 2:09 am     Responder citando

Luminary Knight escribió:

''Bien... Entonces, lo que quiero preguntarte es lo siguiente...'' Luminiere, una vez mas, tomo aire. Sabia que si usaba las palabras inadecuadas, o empleaba un mal tono, fracasaría. Estaba metiéndose en terreno pantanoso, y dudaba muchísimo que la gente de la corte entendiese el porque de todo aquello. Así que... Si ella lo recibía mal, seguramente Norman y el resto se enterarían. ... Y a saber que pasaría entonces.
''¿Quieres casarte conmigo?''


LOLAZO
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Dios, Luminary, con este capítulo de veras que te has lucido. Me encanta. Realmente me encanta. En serio, es... sencillamente perfecto. Quiero decir, tiene algunos errores ortográficos aquí y allá, y alguna que otra cosa que has expresado de forma rara gramaticalmente hablando pero eso no tiene importancia. Lo que sí que tiene importancia es el capítulo en si, el argumento, el desarrollo, los personajes...

Ha sido un capítulo verdaderamente cálido, sobretodo en la parte en la que Luminiere visita a Elodie. Me encantaron los gestos de Elodie, cómo la encarnaste, cómo la hiciste actuar (SO MUCH CUTENESS!!!! E___E). Que se abraze a la almohada, que se deje llevar por las historias, que vaya ella a abrir la puerta y incluso se quede esperando que Luminiere pase en lugar de sentarse y hacerle pasar como miembro de la realeza que es... era totalmente ella, e incluso hacia las preguntas que justo tenía que preguntar. Como he dicho, el capítulo era muy cálido: se revela el por qué de la actitud de Luminiere, que es un hombre al que le han roto el corazón y por eso se ha cerrado en sí mismo. Se observa su aspecto de persona, se abre por primera vez a Elodie. El personaje ahora ha cobrado mucha riqueza y se ha vuelto entrañable e_e

La forma de narrar el capítulo también me ha gustado mucho, en especial el que Luminiere narre él mismo la historia en lugar del narrador (sí, ya sé que te lo sugerí yo, pero es que queda tan bien T_T. Yo no lo habría hecho mejor.) Me encantó también el grito que pegó cuando estaba dándose cabezazos "Y ellos Bailarían, y bailarían... ¡Y BAILARÍAN! ¡HASTA VOLVERSE MAJARAS!" EPIC XDDDD Totalmente de Luminière, como el "YO ES QUE LA MATO, LA MATOOOOO!" de mi capítulo XDDD

El capítulo es serio y triste, pero a la vez cálido y con pequeños detalles de humor perfectamente dosificados. Heck, en mi opinión, creo que es uno de los mejores capítulos de todo el fic. You, sir, have reached my top 5.
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¡Micaiah rulz! *¬* XD

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MensajePublicado: 14 Nov 2012 12:38 am     Responder citando

Muy bien hecho. En este capítulo especialmente has mostrado cuál es tu especialidad: rolear con tus personajes. Y (secundariamente) la forma en que los escribes.

Digo que, en tu primer cap y en la primera mitad de este tambien, veía a Luminière como un Self-insert Mary Sue: Un personaje que has introducido en el fic solo para que te represente a tí y puedas autobombearte. Pero la segunda parte del capítulo (La historia), comienza a quitar esa impresión. Muestra una faceta algo más humana del Caballero Negro.

Sin embargo, no te voy a dejar que tengas un momento de orgullo. Que hayas comenzado a desarrollar al personaje no quiere decir que esté completo. Una historia ayuda, desde luego, pero no tiene ningún sentido si no la complementas con las relaciones con los otros personajes. Todos. Incluso los extras que solo dicen dos frases. En el primer capítulo lo has hecho bien, con el Rey, pero en este solo he leído "Luminière, Luminière, León, León, El caballero Negro, Luminière".

De todas maneras, sabes rolear bien con tus propios personajes. Creo que es hora de que empieces a practicar con los menos serios e impasibles.
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MensajePublicado: 15 Nov 2012 12:16 am     Responder citando

No es un mal capítulo, vas corrigiendo cada día más lo del OP, dando más personalidad a tu personaje en su lugar. De todas maneras, las faltas de escritura y los millones de puntos supensivos terminan por hacerse molestos. Si corrigieses esto darías un buen paso a bien.
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MensajePublicado: 17 Nov 2012 12:50 am     Responder citando

Pues Spark, aunque me parece un poco ridículo tener que comentar después de un mes, pues nada.
Esta bien argumentado, y es original. Tu sigues a tu bola con ese personaje, y aunque eso puede ser malo a la larga, nosotros de mientras vamos sacandole jugo.

Pero es eso, cada uno hemos montado un jaleo distinto, y tarde o temprano vamos a acabar chocando con la historia. Así que es mejor empezar a unir cabos de una vez, antes de que se nos vaya de las manos.

Y ya esta.
... Aunque lo del Golem con corazón de niño sigue siendo tétrico. Pero Nada, Nada.
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MensajePublicado: 03 Jan 2013 1:14 am     Responder citando

Capítulo IX: No estáis sola

“¡Espalda recta!” gritó la Arpía mientras me enderezaba, y me empujaba para que siguiera caminando. “¿No os ha enseñado esta mañana el marqués cómo ha de andar una verdadera princesa? ¡Los hombros hacia abajo! ¡En menos de una semana tenéis un baile que presidir!”

Sor Benicia repetía estas y otras instrucciones una y otra vez, mientras me hacía caminar dando vueltas por todo el salón de baile. En cualquier otra circunstancia, no me habría sido tan difícil seguir sus indicaciones, pero con aquella indumentaria… parecía totalmente imposible. No podía quejarme del atuendo: era un maravilloso vestido de seda azul satinada de lo más exquisito, engalanado con finos motivos florales y bordado con hilos de plata y oro. Tampoco podía quejarme de la crinolina: era liviana, modesta y eficaz. El problema eran… los zapatos. Eran hermosos, no lo pongo en duda, pero… ¿Cómo demonios hacían las damas de la corte para moverse con elegancia y distinción con esos zapatos de tacón tan… tan sumamente incómodos?

Además, aquel día no estaba centrada precisamente, ya que mi mente aún le daba vueltas a la noche del día anterior. Me sorprendió muchísimo ver a Sir Luminière Lemoine presentarse en mis aposentos a mitad de la noche. No sólo por lo inapropiada que resultaba la situación (que un hombre ajeno a la Familia Real entrara en la habitación de la princesa a unas horas tan tardías ciertamente podía dar lugar a ciertos rumores escandalosos…), sino también porque, de hecho, Sir Luminière se había convertido en la última persona a la que esperaba ver antes de que acabara el día. Después de empaparse del caldo del puchero de aquella señora en la defensa mi dignidad y decoro, el caballero sencillamente se retiró, desapareció por completo y no volví a verlo durante el resto del día.

He de reconocer, no obstante, que fui yo la que se marchó de la sala del trono, incapaz de asimilar lo que acababa de oír. Intenté mantener la compostura, intenté serenarme y analizar la situación con la mente en frío y el alma en paz, de veras que lo intenté. Busqué un atisbo de razón en mi padre, pero sólo veía a un hombre cegado por la furia y el dolor. Busqué apoyo en mi caballero, pero ni siquiera estaba presente. Pregunté a mis consejeros, pero éstos no supieron qué responder.

Por primera vez en toda mi vida, me sentí completamente sola. Abandonada. Quebrantada.

Miré horrorizada a mi padre. ¿Cómo podía estar haciéndome esto, semejante oprobio, semejante ofensa pública, después de que yo tan sólo hubiera estado intentando cumplir su voluntad? ¿Cómo podía esperar de mí una regencia justa, fuerte y respetada si él mismo no era capaz de mostrar dicho respeto? ¿Y cómo podía inculpar a una noble de aquella manera? ¿Bajo qué pretexto, bajo qué testigos? ¿Tenía razón? ¿Los Zhulret habían sido los responsables del asesinato de mi amada madre? ¿Debía castigarlos? ¿A todos? ¿A ella sola? ¿Y si era inocente? ¿Cómo podían esperar de mí un veredicto tan soberanamente importante sin ayuda ni consejo alguno, sin conocimiento ni evidencia ninguna?¿Debía complacer los deseos de mi padre, o mostrarme en desacuerdo? Si el testimonio de un hombre noble valía por el de diez hombres libres… ¿cuánto valdría el de un Rey? ¿Realmente podía deslegitimizar una acusación Real? ¿Realmente podía, tenía siquiera, derecho alguno a contrariar al mismísimo rey Normand Larielle? ¿A imponer mi voluntad sobre la suya? ¿Cómo podría él perdonarme semejante afrenta? ¿Cómo podía perdonarle yo la suya?

Todo aquello era demasiado para mí. Estuve a punto de echarme a llorar, pero sabía que no podía hacerlo, no podía mostrarme como un líder débil delante de todos, frente a toda la corte y parte de la plebe. Frente a mi propio padre. Me entraron náuseas, me encontraba tan enferma que no habría podido retener nada en el estómago de haberlo tenido. Amarga ironía la del destino: acabé agradeciendo a los dioses el no haber tomado nada sólido en todo el día.

Me marché de la sala lo más rápido que pude, intentando mantener la compostura, mirando hacia abajo para que no me vieran la cara y la expresión estrambótica que sin duda tendría. Me abordó un torbellino de emociones. Ira, dolor, miedo, confusión… Me apoyé en la pared de uno de los pasillos, con las manos sobre la espalda y la mirada hacia abajo con semblante sombrío. No podía exteriorizar nada de eso, no en público. Tampoco tenía nadie con quien hablar.

Estaba sola. Sola de verdad.

Hasta que apareció el Caballero Negro del Saxofón, en un momento en el que de verdad necesitaba a alguien. Alguien en quien poder confiar, que pudiera ofrecerme un hombro en el que llorar. Y por primera vez en mucho tiempo, alguien me habló con verdadera franqueza, de persona a persona, más allá de los rangos, pleitesías y protocolos.

“¡Elodie! ¿Me estáis escuchando?”

“¿Uh?”

La arpía se me acercó, se bajó las gafas y me miró por encima del cristal, un gesto indudablemente siniestro y perturbador. Parecía que te estuviera analizando el alma. En realidad, probablemente la mujer no veía bien de cerca con las gafas puestas, pero cada vez que intentaba mirarme por encima de ellas no podía evitar sentir un escalofrío.

“Dejadme adivinar…os aburrís ¿verdad?”

“¡N-no, no! ¡Es que… estaba pensando que… me preguntaba… ”

“¿Sí…?” La mujer frunció el ceño en una mezcla de impaciencia y curiosidad.

“¡Me preguntaba si vendrá al baile mi prima Dorine!”

“Aaaah… ¿la hija de vuestro tío, el Archiduque de Valoirs?” exclamó, asintiendo con la cabeza y relajando la mirada, para alivio mío. “Sí, tengo entendido que representantes de todas las grandes casas de la nobleza acudirán a este notable evento. Podréis esperar la presencia de los pretenciosos Forrest, los acaudalados Lisette y los gloriosos Auvray. No sé os ha quedado claro, pero esta fiesta será de suma importancia para la Casa de los Larielle y la casa de los Laurentia. ¡El evento del siglo!”

“¿Por qué?” no pude evitar preguntar.

“Muy sencillo. Porque será el primer festejo hospedado por la mismísima Princesa de Valoria. Vos, Elodie.”

“¿¡Y-yo!? ¿La anfitriona?” exclamé.

“¡Pues claro! Todas las miradas se posarán en la nueva regente. ¡La heredera al trono, la Delfín de los Valoirs! La célebre Princesa Elodie Larielle Laurentia Valoirs, que comparte el poder junto a su padre el Rey Normand V. No podréis permitiros ni un solo error de protocolo, princesa. Todos estarán observando, como arpías al asecho, al menor movimiento en falso y listos para lanzarse a rapiñar y criticar y…”

“Como arpías… je je…” murmuré.

“¿Perdón?”

“¡Nada, nada!”

La hermana Benicia volvió a fruncir el ceño, pero rápidamente sustituyó la mirada de enfado por una pícara sonrisita. “Pero en fin… acabo de tener una idea grandiosa. Mejor que las aburridas clases que doy.”

Aquello no presagiaba nada bueno. Tragué saliva y esperé… y su respuesta me desarmó por completo.

“Dejaremos las clases por hoy.”

“¡¿En serio?!” se me escapó, con los ojos iluminados descaradamente. Había caído directa en su trampa.

“Sí… se acabaron las clases por hoy… pero llevaréis el vestido y los zapatos el resto del día.”

“¡¿Có-como?! ¿Los zapatos? ¿Todo el día? ¡No!”

“Si os cuesta andar con este vestido y estos tacones, aprenderéis caminando con ellos. Os vendrá bien para acostumbraros a ir arreglada. De hecho, hasta os servirá para dar una buena imagen a vuestra corte. Por una vez, en lugar de mostraros desaliñada y desastrosa, os mostraréis como una princesa de verdad, con el porte y la dignidad que vuestra sangre debería representar. Por una vez, vuestra corte no vestirá mejor que vos.”

Yo y mi imprudente bocaza. Acabé teniendo que llevar el bonito vestido y los repelentes zapatos el resto del día. Y no fue una experiencia agradable. En cualquier caso, si el peso de todo el reino iba a caer sobre mí durante la fiesta, y si iba a tener que BAILAR con esos zapatos… más me valía acostumbrarme ellos.

Una vez terminadas las clases de la tarde, tenía el resto del día ‘libre’ para mis otras responsabilidades. Había llegado de tomar una decisión. Aunque más bien… ya estaba tomada. La tomé cuando Sir Luminière… cuando León me abrió su corazón aquella noche. No me amenazó, aunque podría haberlo hecho. No me presionó, no me exigió nada, ni siquiera me pidió realmente que indultara a Le Noir. En lugar de eso, eligió hablar con franqueza, contarme los hechos, su opinión y sus sentimientos, y confiar en que tomaría la mejor decisión. Eligió confiar en mí, y me hizo saber que respetaría con lealtad la decisión que tomara, fuera la que fuera.

No podía defraudarlo. No cuando había encontrado por fin un amigo. Así que sí, la decisión ya estaba tomada.

Cuando salí del salón, me crucé de bruces con el caballero, que había estado esperando pacientemente a que terminaran las clases para continuar escoltándome. Cuando me vio con aquel vestido, la primera impresión que tuvo marcó en su rostro una mezcla entre sorpresa, fascinación y curiosidad. Luego soltó una carcajada y se tapó la cara con la mano, con los dedos abiertos, sin dejar de mirarme.

“Pffft… ¿Se os ha perdido un zapatito de cristal, Milady?” se burló, haciendo referencia al clásico cuento de hadas.

“¿Decíais algo?” prorrumpí, poniendo un brazo en jarra y la mano en la cintura. “Creo que no os he oído bien, Sir Luminière.”

“Disculpad, disculpad princesa.” replicó, con una sonrisa de oreja a oreja. “Es que es la primera vez que os veo tan… tan… elegante.”

Eché a andar, haciéndome la enfadada, aunque con esos zapatos más bien parecía que estuviera practicando un paso de baile. “Pues que sepáis que vos no os quedáis atrás, Sir Luminière. Siempre con vuestra radiante armadura de gala y vuestra excelente capa de bordados en oro…”

“Pero al menos yo no ando de esa forma.” contestó con mordacidad.

“Hehe.” reí mientras ladeaba la cabeza, reconociendo la derrota en la pequeña discusión. El camino sucesivo a mis aposentos estuvo lleno de constantes interrupciones. Todos los cortesanos y cortesanas se paraban al verme para conversar cordialmente sobre el vestido, aunque tampoco estuve libre de las miraditas y las risitas al percibir mi forma de andar. Una vez allí, en mis aposentos, me descalcé, me puse de rodillas y saqué de bajo mi cama un gran arcón de madera. Bajo la confundida mirada de Luminière, que esperaba apoyado en el marco de la puerta, saqué la llave de uno de los cajones de mi cómoda, abrí el cofre y comencé a desparramar todo el contenido por el suelo. Buscaba un algo en concreto.

“¿Aún guardáis los juguetes de la niñez?” preguntó atónito Luminière, señalando algunos de los objetos que yacían desperdigados por el suelo. “¿Todavía… jugáis con ellos?” inquirió, aguantándose la risa.

“Ja-ja.” fue lo único que contesté, ignorando sus sátiras y sarcasmos. “…Aún estoy a tiempo de condenar a Arianne, querido León... Deja de meterte conmigo ¿quieres?” mascullé en voz inaudible, mientras sacaba más y más cosas, aunque estaba claro que no lo decía de verdad. Ya había tomado la decisión de no condenar a Arianne, y no iba a echarme atrás.

Finalmente vacié el cajón. Presioné suavemente en un punto exacto de la madera del fondo y abrí un compartimento secreto. Ahí estaba, una de las pocas copias del Sello Real Secreto. Probablemente, mi padre ya ni recordaba que yo aún lo guardaba. Era mi pequeño as en la manga, un regalo de mi madre. En sí mismo, carecía de valor legal, ya que estaba hecho para cuando la familia real estuviera de viaje. Pero si lo combinaba con la firma de un escribano, la de un testigo y la mía propia, podía hacer valer por escrito e inmutablemente cualquier documento que se me pusiera delante. Sabía que no iba a poder conseguir el Sello de Validación Real, el que usaba mi padre, ya que acostumbraba a guardarlo él mismo o a dejárselo al Canciller, el secretario Real. Y el Canciller, cómo no, estaba de viaje.

Si quería hacer saber a todo el reino mi permanente decisión de exculpar a Arianne Le Noir del supuesto crimen del asesinato de mi madre, mi única opción era usar el Sello Secreto. Sólo así ningún noble podría tomar la justicia por su mano, pues tendría que responder ante la autoridad Real. Y ni siquiera mi padre podía derogar la absolución de un noble si ésta ya se había hecho efectiva.

No obstante, el tiempo corría. Aunque yo fuera la portadora de la Corona de Plata, mi padre seguía siendo el Rey. Si había tenido la misma idea, y había ordenado la preparación de un documento oficial bajo el solemne sello de plomo y el signo de la Casa de los Larielle, mi insignificante Carta de Merced perdería toda validez. Sólo si hacía público mi documento antes que el suyo, podría conseguir mi propósito. No estaba segura de si Padre había ordenado o no al Segundo Canciller la elaboración de dicho documento, pero no podía arriesgarme a que se me adelantaran. Era una carrera contra el tiempo, y lo sabía.

Metí el sello en uno de los bolsillos del vestido (me sorprendí de que los tuviera) y empecé a amontonar los trastos a toda prisa de vuelta al arcón. Lo hice tan desordenadamente que ni siquiera cerraba bien. Me eché encima de la tapa intentando hacer fuerza, pero no cedía.
“León… ¿puedes… ayudarme… a cerrar… esto?” pedí, mientras continuaba intentando cerrarlo. Sin decir palabra alguna, Luminière se acercó, dio un pisotón a la tapa y la cerró de un plumazo. Me quedé boquiabierta.

“¡Es… es de madera de nogal!” exclamé, mientras cerraba con llave el arcón, todavía sin creerme lo que acababa de ocurrir.

“¿Y?” respondió el caballero, encogiéndose de hombros, como si no tuviera la menor importancia.

“¡Pues que es de madera de nogal!” repetí, mientras me ponía los zapatos de nuevo a toda prisa.

Una vez dejados los aposentos, me encaminé de vuelta a los pasillos, no sin antes recoger la carta con símbolos extraños que abrí ayer. Tenía un testigo asegurado, pero necesitaba a un escribano. Y tenía en mente a la persona perfecta para el trabajo.

“¡Pasad, pasad!” indicó la voz de Zachary MacQuoid, después de llamar a la puerta de su despacho. Entré, y como de costumbre, Luminière se quedó fuera, esperando.

“¡Princesa! Qué sorpresa veros aquí. Sentaos, sentaos por favor. Dadme un momento; enseguida os atiendo”.

Zachary comenzó a guardar y sacar papeles de un enorme archivador a una velocidad vertiginosa mientras murmuraba algo inteligible. Me senté frente a su mesa, llena también de papeles y libros. Aunque a primera vista el despacho podía parecer desordenado, rápidamente uno se daba cuenta de que era justo todo lo contrario. Todo parecía tener un lugar cuidadosamente escogido, desde los libros hasta las estanterías. Me sorprendió el parecido que tenía la oficina de Zachary con la de Deborah. No eran tan diferentes el uno del otro como parecía.

“Perdonad la tardanza, tenía que terminar de ordenar esos documentos.” Se excusó el consejero, mientras cerraba la puerta. “¡Bien, bien! ¿En qué puedo ayudaros, princesa?”

“Bueno, me preguntaba… si habíais abierto la carta que os di ayer…”

“¿¡LA CARTA!?” gritó a viva voz, como la última vez, pegándome otra vez un susto de muerte. ¿Qué diantres les pasaba a estos consejeros? ¡A este paso, me iba a dar algo con tanto sobresalto!

“…”

“…”

“Oh sí, la abrí y la leí. ¿Por qué preguntáis?

“Es que…” saqué la otra carta de mi bolsillo y se la entregué. “…no estoy segura de si os he dado la vuestra o la de Carvas… ¿Podríais comprobarlo?”

Zachary tomó la carta y empezó a examinarla cuidadosamente con gesto muy serio. “Intenté comprobarlo yo misma…” expliqué “…pero no parece estar escrita en común…”

“Hum… ajá… hum hum…” murmuró McQuoid durante unos segundos, mirando fijamente la carta. Luego, me la devolvió.

“¿Y bien? ¿Qué pone?”

“No tengo ni la más remota idea.” contestó.

“…”

“…”

“…Pero puedo deciros que desde luego, no está escrito en común.” Me llevé una mano a la frente. ¡Eso ya lo había dicho yo!

“Y que no os equivocasteis al entregarme la carta. Estoy seguro de que la mía estaba dirigida a mí. Está escrita en el latín de los antiguos reyes, un idioma que ya no se usa más que para las fórmulas antiguas. Sólo los escribanos y los más versados en los idiomas antiguos podemos descifrarlo. Aún no he empezado a descodificarlo.”

“Entonces… ¿sois escribano?” pregunté, mientras se me iluminaban los ojos y una sonrisa aparecía en mi cara.

“¡Por supuesto! Y uno de los más limpios, he de añadir. Os sorprendería saber la cantidad de papel que puede gastarse sin el método adecuado.”

“¡Sois escribano!” repetí, agarrando con alegría las manos de Zachary.

“Esto… sí, eso he dicho. ¿Por qué…?”

“¡Necesito que me redactéis una cosilla!” exclamé.

Una media hora más tarde, salí triunfalmente con mi papel en la mano. Luminière bostezó y me siguió por el pasillo del castillo, sin comentario alguno. Ya lo tenía, ya tenía la llave para exculpar a Arianne Le Noir. Tan sólo tenía que enseñarle la carta y pedirle que la firmara. Tenía hasta la pluma y un tintero en una pequeña bolsita. Ya sólo faltaba encontrar a Arianne.

Pero entonces, al girar una esquina, me crucé con alguien. El mismísmo Conde-Duque de Ilatiers; un hombre grueso y bien vestido con tonos verdes, con un sombrero púrpura con plumas rojas y una cinta verde rodeándolo. Todos, absolutamente todos los dedos de sus manos estaban llenos de anillos, y de su cuello colgaban exuberantes joyas.

“¡Ah, Princesa Elodie, qué sorpresa veros vestida así!” exclamó, besándome la mano en saludo formal. “¡Os andaba buscando! He de decir que os sienta de maravilla llevar ropas tan finas. Deberíais hacerlo más a menudo.”

“¡Oh, su excelentísima merced, Herbert Girardin!” dije, siguiendo el trato protocolario. “¿A qué debo el placer de vuestra presencia? Creía que estabais… en otro lugar.”

Nunca me cayó bien Herbert. Por muchas haciendas y títulos de la más alta nobleza que poseyera, no era más que un hombre pretencioso, ambicioso y, sobretodo, problemático. Mis padres nunca se llevaron bien con él, pues sus ansias de poder siempre le llevaban a enemistarse con los Larielle. Entiendo que es normal que la nobleza guerree por defender sus intereses, pero aquel hombre, definitivamente era excesivo.

“A decir verdad, querida Elodie, os estaba buscando. Necesito hablar con vos de cierto… asuntillo. A solas.”

Lord Herbert no estaba tampoco libre de resbaladizos rumores. Todos sabían que abandonó a su suerte a mi padre durante la batalla de Santerís porque creía que estaba perdida. No acudió a la llamada a las armas, y no aportó un centenar de hombres, con lo que muchas vidas se perdieron por su cobardía. Falta decir, por supuesto, que mi padre ganó la batalla. La idea de quedarme a solas con aquel hombre me producía náuseas, aunque tan solo fuera por unos segundos.

“Muy bien, oiré lo que tenéis que decir.” acepté. “Espero que no os importe que Sir Luminière me acompañe.”

Herbert Girardin se mantuvo firme.

“De hecho, princesa… Me importa.” respondió con tranquilidad.

“Es el protector real.” insistí. “Le he confiado mi vida.”

“No lo pongo en duda, princesa. Pero al César lo que es del César, y a los dioses y los espíritus lo que es de merecer. Los asuntos de la nobleza y la corte no corresponden ser oídos por quien no puede entender. Vuestro… perrito faldero no es más que un plebeyo.”

“Esas no son formas de referirse al Capitán de la Guardia Real, Lord Herbert.” Contesté, mostrando clara seña de desagrado. Aún así, sabía que no tenía más remedio que ceder si no quería ‘ofender’ al Conde-Duque de Ilatiers. Miré suplicante a Luminière y éste, tras una reverencia, se marchó. Seguí al Conde-Duque a través del pasillo.


“¡Mis queridos amigos… la Princesa misma ha accedido a presidir nuestra humilde reunión!” exclamó Girardin desde su asiento, al otro lado de la pequeña mesa ovalada, justo frente a mí, junto al resto de nobles.

Una reunión. Una incómoda y molesta reunión. Girardin me la había jugado. Me vi obligada a participar (y ciertamente, legitimizar con mi mera presencia) una asamblea improvisada con parte de los nobles más influyentes de toda mi corte. Y también los más peligrosos. Lady Béatrice de Ilona, Lord Bairon de Keriast, Lord Bertrand Forrest y, cómo no, Lord Herbert Girardin. Me sentía como si me hubieran arrojado a una jauría de lobos hambrientos. Y esta vez no había consejeros ni caballeros en los que refugiarse.

Durante Dios sabe qué tiempo, tuve que aguantar los empalagosos discursos y triviales cuestiones de la reunión. Renovación del contrato de vasallaje, compras y ventas de tal y cual producto, renovaciones de concesiones de determinadas tierras a determinados feudos… y la ejecución de Arianne Le Noir.

“¡¿Uh?!” me reincorporé en la silla en cuanto escuché aquello último. “¿La ejecución de quién?”

“De Lady Arianne Le Noir, querida princesa.” respondió Girardin.
“La asesina de vuestra madre.” secundó Lady Béatrice Chesnier.
“Un peligro público en toda regla.” continuó Lord Bertrand, el cabeza de los Forrest, un hombre entrado en años, con varias canas y un rostro severo marcado de cicatrices. “Una deshonra para todos, y un estigma para nuestra sociedad.”

“¡Esperad, esperad un momento!” prorrumpí, extendiendo los brazos y palmas hacia delante y moviendo las manos. “¿Bajo qué pruebas y teorías acusáis a una noble como vosotros de alta traición? ¡Todos sabéis lo que implica una acusación semejante!”

“¿Y qué más da que no hayan pruebas?” contestó Bertrand, reclinándose en su asiento. “Lo cierto es que su aparición nos viene como anillo al dedo.”

“Sin duda.” añadió Béatrice. “Necesitaremos un… chivo expiatorio.”

“¿Insinuáis que…?” inquirí, sin creer lo que estaba oyendo.

“La muerte de la reina ha de ser vengada.” intervino Lord Bairon, que había estado callado todo este tiempo. Lord Bairon de Keriast, el estratega del reino, que había brindado tantas victorias a mi padre, había sido siempre para mí un hombre respetable. De barba y caballo marrón, y una indumentaria sobria pero elegante, se consideraba uno de los más sabios de la corte, y un amigo personal de mi padre. Que hasta él estuviera sugiriendo una ejecución pública de una persona sólo por lo conveniente que resultaba… me ardía el estómago sólo de pensarlo. “La sangre de los traidores a la corona debe correr. Vuestra posición como futura reina ha de ser afianzada colgando la cabeza de vuestros enemigos en lo alto del castillo. Son esos los deseos de vuestro padre. Son esos los deseos de la nobleza.”

Estaba aterrada. ¿Había mandado mi padre a Lord Herbert que me llevara a esta reunión? ¿A esta encerrona? No… mi padre era mejor que eso. Estaba segura de que esto era cosa de Herbert.

“Mi joven princesa…” soltó el Conde-Duque, que se había levantado no sé cuándo y había comenzado a masajearme los hombros. “…debéis tomar la decisión que tomaría vuestra madre si en su lugar hubierais muerto vos…”

“Mi madre jamás habría ordenado una sentencia tan injusta.” repliqué muy seriamente, sin mirarlo.

“A nadie le agrada la situación en la que estamos.” contestó Lady Béatrice, duquesa de Ilona. “La muerte de vuestra madre fue un hecho trágico e inoportuno. Justo cuando Valoria estaba en sus días más gloriosos… Debemos asegurarnos de que no ocurrirá lo mismo con vos.”

“¿Qué le pasaría a vuestro reino si vos murierais? ¡La corona, sin heredero!” añadió Lord Bairon. “Todo el mundo sabe que el Archiduque nunca ha tenido interés alguno en gobernar. Podría desencadenarse una disputa por el poder. Una cruenta guerra civil.”

“Peor aún.” aseguró Lord Bertrand. “Podrían declararnos la guerra.”

“Alguien podría acuchillaros la espalda de noche…” continuó Lord Herbert, haciendo cada vez más fuerza en aquel siniestro masaje. “No queremos que le ocurra nada a la preciosa princesita de Valoria… ¿verdad?”

¿Era aquello… una amenaza? No podía creerlo. De verdad no podía creerlo.

“La traidora debe ser ejecutada.” concluyó Bertrand, escupiendo en el suelo.

“He preparado un pequeño documento…” comenzó a decir Lord Herbert. Al momento Lady Béatrice comenzó a sacar un enorme pergamino con un sello de plomo y a extenderlo frente a mí. “…en el que se ordena la ejecución de Lady Arianne Le Noir esta misma noche. Tan sólo tenéis que firmar. ¿Preferís la guillotina o la horca?”

El pergamino era un largo texto en el que sostenían que Arianne Le Noir había asesinado a mi madre a sangre fría, aprovechándose de su vulnerabilidad ante la ausencia de Sir Luminière Lemoine, el protector real. Se ordenaba el prendimiento y la ejecución de la acusada, además de cancelarle todo título honorífico y embargarle a su padre la mitad de sus bienes. Estaba firmado por Herbert y los otros nobles, pero lo que más me sorprendió fue… que había sido redactado por Zachary McQuoid.

“…No.” respondí, en voz baja, mirando hacía abajo ocultando mis ojos.

“¿Mmm?” Lord Herbert se hizo el sordo. “¿No os gusta la guillo…?”

“¡No!” grité, ante la sorpresa de todos los presentes. Pude ver la intensa mirada de odio y asco que me echó Lord Herbert. Pude ver cómo Lord Bertrand se llevó por un segundo la mano al cinto. Pude ver la profunda decepción que cubría los rostros de Lady Béatrice y Lord Barion.

Pero no me amilané. Me levanté, obligando a Lord Herbert a retroceder, agarré el pergamino, lo rompí y arrojé un trozo a la mesa. “¡No pienso condenar a alguien injustamente sólo porque a unos pocos les parezca conveniente!”

“¡Pero prince…!”

“He dicho que no.” repetí, mirando desafiantemente al orondo Lord Herbert, que se vio obligado a desviar la vista. Encolerizada, me dirigí hacia la puerta.

“¡Estáis cometiendo un gravísimo error, Elodie!” oí a Lord Barion decir. “¡Haré saber a vuestro padre todo esto!” Abrí la puerta, volví la cabeza a Lord Bairon durante unos segundos… y me marché.


Aquella reunión había durado demasiado. Cuando salí de aquella habitación, ya estaba atardeciendo. Había llegado el momento de indultar a Le Noir. No podía retrasarme más, puesto que no podía garantizar más su seguridad. Aún con el trozo de pergamino en la mano, ordené a un sirviente que hiciera llamar a Arianne para que se dirigiera a los jardines, donde la princesa quería hablar con ella.
Me habían dicho que Luminière se encontraría en los cuarteles, así que me dirigí hacia allí. Efectivamente, allí encontré a León, charlando animadamente con sus hombres. Le pedí que me acompañara a ver a Le Noir. O más bien, muy a su pesar, se lo ordené expresamente. Primero, porque necesitaba la presencia de alguien, un amigo, alguien que me infundara el valor que necesitaba para hacer lo que iba a hacer. Segundo, porque quería que el Caballero Negro oyera la sentencia de primera mano.

Y tercero, y más importante… quería que Arianne advirtiera que ese veredicto había sido gracias a Luminière. Era… era mi forma de devolverle el favor. Era mi forma de demostrarle a León que yo también estaría ahí para cuando me necesitara. De manifestarle mi amistad. De agradecerle haber estado ahí ayer.

Y así, pese a los refunfuños de León, quien hasta se puso el casco para evitar que Arianne le viera bien, me encontré cara a cara con la presunta asesina de mi madre.

“Princesa…” me habló, reverenciándose. “Me habéis hecho llamar. ¿En qué puedo serviros?” preguntó. Luego, desvió ligeramente la mirada hacia el Caballero Negro detrás de mí, “Luminière.” saludó.

“Buenas tardes.” devolví la reverencia. No sabía por dónde empezar. No quería ser descortés, pero… pensé que lo mejor para todos sería ir al grano directamente.

Saqué el papel que había hecho escribir a Zachary comencé a leer:

“En el nombre de todos los dioses del Palacio Celeste, y de los antepasados y los espíritus, vuestra merced, Elodie Larielle Laurentia Valoirs, heredera al trono de Valoria, princesa regente bajo la Corona de Plata
(ahora una bonita diadema de plata y plumas color esmeralda), dueña y señora de todas las tierras y haciendas que abarcan Valoria y sus fronteras, declara solemnemente y hace saber a cuantos esta carta vieren que…

Lady Arianne Le Noir, Aster de la casa Zhulret, noble hija del mercader Fernand Le Noir y la difunta soldado Anne Le Noir, acudió a la muy mía merced en pos de mostrarme los secretos que conlleva ser una Aster. Al tiempo que esto ocurría, fue acusada injustamente y sin pruebas del asesinato de mi muy amada madre Lady Loreniss Laurentia y yo, como veo ilícita dicha denuncia insostenida, declaro solemnemente que dicha acusación es incierta e inválida. Y como tal, injustamente señalada. Por eso mismo, en pos de las circunstancias, desde este mismo momento, hago saber que por esta muy mía carta de merced, que Lady Arianne Le Noir queda declarada inocente de todos los cargos que se le imputan.

Y sobre esto mando, por esta mi carta, a los nobles, miembros del santo clero y a los súbditos, vasallos y hombres libres del reino y a otros cualesquiera que vieran u oyeran el contenido de esta carta, que Arianne Le Noir será tratada conforme a su condición de nobleza, y como tal, no pueda volver a ser juzgada de nuevo del mismo crimen bajo ningún concepto.

Y por esto mando sellar esta mía carta de merced bajo el sello real de viaje, validándola así y haciéndola permanente junto a las firmas del escribano, el testigo y el destinatario.

Ciudad de Valoria Estación de la Hoja Marchita (Invierno) a quince días de camino a Noviembre, año mil trescientos veintidós de la Segunda Era.

Yo, Zachary McQuoid, la escribí por mandato de la Princesa regente Lady Elodie Larielle Laurentia Valoirs.

Firma el escribano:
Zachary McQuoid
Firman la princesa, el testigo y el destinatario:
- Elodie Larielle Laurentia
-__________________
-__________________”


“En resumen…” dije, colocando el papel en un pequeño banco y sacando la tinta y la pluma “que os indulto.” sentencié, con seriedad. “¿Me firmas aquí, León?” Noté cómo el caballero se movía de forma nerviosa mientras tomaba la pluma y escribía, probablemente de forma involuntaria, como sorpresa directa ante lo que acababa de oír. La respuesta de Arianne fue mucho más directa: abrió los ojos como platos y se quedó boquiabierta.

“¿In… indultarme? ¿En serio? ¿Por qué?” preguntó, pestañeando una y otra vez en genuino asombro. “Espe… esperaba que me dejaseis enseñaros la magia y después…” me miró con sinceridad “…después me sometería a mi destino y aceptaría la muerte.”

“No os mentiré, Arianne. Ciertas personas desean vuestra muerte. Personas de mucho poder.” la informé. “Pero no estáis sola. También hay alguien que todavía confía en vos. Yo, por mi parte, he escogido confiar en él. He firmado, y también ha firmado León. Sólo faltáis vos.” le ofrecí la pluma y firmó.
“Ya está hecho, desde hoy, vuestro nombre está limpio.” declaré. “He cumplido mi parte. Pero, humildemente os pido que cumpláis la vuestra...” me puse de rodillas y la miré, suplicante.

“Por favor, responded la verdad.” pedí con voz temblorosa. “¿Matasteis vos a mi madre?”

Se hizo el silencio. León se quitó el casco y nos miró a las dos. Al cabo de unos segundos, la Aster de cabellos azules contestó.

“Y no la maté.”

Me ofreció una mano y me ayudó a levantarme. “Pero sí que murió por mi culpa.” añadió. “Si yo no hubiera estado allí, la reina…” Entonces me di cuenta de que yo no era la única que estaba angustiada. Arianne sentía lo mismo. Me sentí como si mirase un espejo. Los ojos de Arianne denotaban tristeza… una melancolía llena de culpabilidad. Parecía que fuera a romper a llorar en cualquier momento. Pero no lo hizo. Era fuerte, no como yo.

“Entiendo.” respondí. Se hizo el silencio otra vez.

“Se está haciendo de noche, Elodie.” dijo León, pausadamente. “Deberías volver al castillo, antes de que empiecen a preocuparse por ti.”

“Sí… sí, tienes razón.” contesté, desorientada. “Esto… Lady Arianne…”

“¿Sí?”

“Si acepto vuestras clases de Aster… ¿Me contaréis cosas sobre mi madre?”

“Me encantaría, princesa.” asintió.

“Podéis… podéis llamarme Elodie, si queréis…”

Arianne sonrió, se agachó, me puso la mano sobre la cabeza y revolvió afectuosamente mis pelos. Luego, susurró: “Gracias por todo, Elodie. Os prometo que no os decepcionaré.”

Asentí, y me encaminé de vuelta al castillo junto al caballero.

“¡Es…esperad!” pidió Arianne. Paré, y me giré.

“León…” llamó Arianne.

Luminière se giró.

“Gracias…”

Luminière se llevó una mano a la boca, desvió la mirada, se giró y continuó el sólo hacia el castillo. Sonreí, y me despedí de ella con la mano.

No soy tonta. Después de la desagradable experiencia con Herbert Girardin sabía a lo que me enfrentaría si tomaba la decisión de indultar a Arianne. Sabía a lo que me estaba arriesgando. Me arriesgaba a tener no a una asesina cualquiera, sino a la asesina de mi madre, la reina Vulna Loreniss Laurentia, en mi corte. Me encaraba directamente con la nobleza de dentro y fuera de la corte, con los asociados de mi madre y sus manifestados deseos de que ver correr la sangre de los traidores, de hacer valer la autoridad de la Casa Real. Los había contrariado a todos ellos, pero, sobretodo, había desafiado a mi Padre. Había desdeñado la voluntad del mismísimo rey de Valoria. Más adelante esta decisión acarrearía numerosos problemas, algunos más serios de lo que cabría imaginar.

Cuando estuvimos suficientemente alejados, solos, aún en el jardín, abracé, para su sorpresa, a León. Sabía a lo que me enfrentaba, sabía que el camino que había elegido estaría lleno de espinos. Sabía que había declarado una guerra que no podía ganar. Aquel día volví a llorar. Pero esta vez, eran lágrimas de alegría. Por primera vez, había tomado una decisión por mí misma. Por primera vez, había seguido el dictamen de mi corazón. Jamás me arrepentiría de ello.
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¡Micaiah rulz! *¬* XD

Okapi

Solo soy un idealista y soñador...


Ultima edición por Bombermans el 03 Jan 2013 3:26 am; editado 2 veces
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Dey
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MensajePublicado: 03 Jan 2013 2:31 am     Responder citando

Oh-dios-mío este capítulo te ha quedado genial. Puede que el mejor que se ha hecho hasta ahora.

Si a Luminary se le da bien añadir sentimientos a las escenas; y a Spark se le da bien describir el espacio físico y las acciones, en este capítulo has demostrado que tu especialidad es la de 'personificar' a los personajes. Quiero decir que sabes como rolear con ellos, como reaccionarían a varios estímulos y demás. Gracias al momento de intimidad creado por Luminary, has conseguido, por primera vez en este fic, crear una relación que valga la pena. No me interpretes mal, no quiero decir que el resto de interacciones sean malas, pero ahora SÍ que se nota que Luminière le ha cogido afecto a Elodie. Y lo has conseguido demostrar sin usar casi ninguna descripción de sentimientos. Mi escena favorita de este capítulo ha sido:

Cita:
“León… ¿puedes… ayudarme… a cerrar… esto?” pedí, mientras continuaba intenando cerrarlo. Sin decir palabra alguna, Luminière se acercó, dio un pisotón a la tapa y la cerró de un plumazo. Me quedé boquiabierta.

“¡Es… es de madera de nogal!” exclamé, mientras cerraba con llave el arcón, todavía sin creerme lo que acababa de ocurrir.

“¿Y?” respondió el caballero, encogiéndose de hombros, como si no tuviera la menor importancia.

“¡Pues que es de madera de nogal!” repetí, mientras me ponía los zapatos de nuevo a toda prisa.


Te puedes imaginar sin mucho esfuerzo las expresiones faciales de ambos.

Ah, y el final. Brillante. Y como he dicho en estos dos o tres capítulos, al fin estamos haciendo cosas. El final tambien me ha dado algunas ideas de qué hacer a mí, así que tambien me has ayudado en esto.

Solo hay un problema con cómo está yendo el fic ahora mismo, pero no te preocupes, porque no es un problema exclusivamente tuyo: muchos, muchos, MUCHOS personajes innecesarios. Tenemos que arreglar eso.

Aparte de eso, no se me ocurre nada más que sea especialmente negativo. Quizás podrías haber ahondado más en que Elodie se tiene que enfrentar a SU PADRE, de entre todas las personas, pero creo que lo has atado decentemente. El resto de cosas que se me ocurren son meramente detalles que se podrían haber usado para mejorar el capítulo, no para corregirlo (¿Una escena de Luminière con otra persona, para contrastar cómo trata a la Princesa con como trata al resto del mundo, quizás?)

Como ya te he dicho personalmente en el chat, voy a dejar mis propios planes en la nevera, para ser usados más adelante. Hay algo calentándose en el horno, y no quiero añadir demasiados ingredientes.

Tengo ganas de leer el capítulo de Spark, a ver si (FINALMENTE) puede conectarse un poco más con la historia principal.
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MensajePublicado: 03 Jan 2013 3:36 am     Responder citando

AADSADASDAS No se que comentar. So much epic.

Siempre haces los capítulos bien, como Spark y Dey. PERO ESTE ES DIOOOOSH. No se porque exactamente, tal vez sea por todo, o por algún detalle que desconozco, pero es dios.
Tal vez pusiste a Luminiere muy emotivo, y como dijo Dey, habría que solucionarlo haciendo una comparación de como trata al resto.

Y esto al final va viento en popa, porque como bien dijo Luminiere, él haría todo lo que Elodie quiera. Y si Elodie se pone en contra de Normand... (SMIRK)

Asi que Yesh, esto va bien. Muy bien. DEMASIADO BIEN. SOLO FALTAN FANTASMAS GIGANTES QUE GRITAN Y TIRAN FUEGO. (?)
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MensajePublicado: 02 Feb 2013 12:04 am     Responder citando

Y te quejabas de que escribía muy en plan novela. Pues este es dos veces novela.

Coincido en que es el mejor capítulo que has escrito hasta ahora, si bien has sacrificado algo del encanto de los primeros que has hecho en pos de un argumento más complejo, dramático y maduro. Pero sí, este es un capítulo de inflexión, me da la sensación de que todo empieza aquí de alguna manera. Y está brillantísimamente escrito.

{Aunque sí, noto que hay un exceso de personajes, como en Juego de Tronos, y eso puede acabar siendo confuso.}
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MensajePublicado: 26 May 2013 7:52 pm     Responder citando

Capítulo X. El príncipe del norte.


La jornada había amanecido luminosa, exultante, como si la misma naturaleza hubiese querido colaborar en el evento real. Una fila de muchachos se aprestaba a preparar sus arcos a las afueras del palacio, acompañados de sus mentores y avizorados por un tropel de nobles, burgueses y algún que otro pícaro sin invitación. Elodie observaba retraída una gigantesca mariposa alejandra que se había posado en su mano. Aun cuando la competición de tiro a la diana ya había comenzado, no podía apartar sus ojos del azulado insecto. Las mariposas alejandras se deshacían de sus crisálidas por aquella época, pero eso no quitaba que fuese común verlas, y mucho menos en la propia mano. Hasta los nobles que se habían sentado cerca de ella en aquel escalón del jardín no podían evitar echar un vistazo al bicho por el rabillo del ojo.

- Parece que su majestad está atrayendo muchas miradas–le susurró León, de pie, tras ella.- Y no todas a causa de la mariposa, al parecer.

La princesa comprendió a qué se refería cuando levantó la mirada. Un muchacho muy rubio, regordete, que se encontraba en la fila de los competidores, dio un respingo y apartó sus ojos de ella. En poco segundos se puso rojo como un tomate.

- Es el heredero del Archipiélago Blanco, creo recordar. No sé si vos habréis estado allí alguna vez, pero no os lo recomiendo. Es un infierno gélido donde el sol se pone durante meses. Por si fuera poco, los esquimales del lejano norte están reclamando ese territorio como suyo y parece que la guerra se está adueñando de él. Ha sido un detalle que el gobernador enviara a su hijo a presenciar la ceremonia, teniendo en cuenta las preocupaciones que debe de tener él en el frente.

La princesa sonrió. No pudo sentir ternura por el chico de aspecto fofo y despistado que estaba siendo abroncado ahora por su tutor, por no prestarle atención. Se mantuvo atenta hasta que su turno llegó, anunciado por el clásico trompeteo.

- ¡Príncipe Gobett, heredero del Archipiélago Blanco! –anunció el regidor de la competición.

El muchacho colocó una flecha encima de su índice y apuntó torpemente. Todo él temblaba como un flan. Tras unos segundos de duda, pareció envalentonarse y dejó escapar el proyectil.

Fue un disparo más que torpe. La saeta no tan sólo no rozó la diana, sino que voló por encima y se perdió en el bosque que había más allá del campo de tiro. Su actuación levantó murmullos y alguna que otra risa discreta. Pero tenía un par de oportunidades más.

Gobett volvió a tensar el arco. Desde donde estaba Elodie, a unos cien metros, ya se le veía el sudor nervioso que hacía relucir sus exuberantes carnes. Volvió a disparar, con idénticos resultados: la flecha voló hacia los cielos y se adentró en el bosque. Esta vez, ni los murmullos ni las risas fueron tan discretos. Su tutor le agarró un brazo y le obligó a mirarle a los ojos mientras le decía algo. Luego lo volvió a soltar.

Esta vez, el heredero del archipiélago blanco se tomó unos segundos para cargar el arma. Respiró profundamente un par de veces, deshaciéndose del patético temblequeo que se había adueñado de él hasta entonces. Apuntó a la diana.

Durante una fracción de segundo, Elodie creyó descubrirle apartando la vista de su objetivo y dirigiéndola hacia ella.
Y disparó. Y para asombro de todos, esta flecha voló aún más alto que las anteriores, y de nuevo su tiro se perdió en el bosque. Las risas volvieron a hacerse presentes, con algunos abucheos de variable ingenio.

- Parece que no es el más fiero caballero del reino -, dijo León, entre carcajadas. Elodie le dirigió una mirada severa.

- A veces pienso que no tienes corazón-, replicó, a lo que su guardián reaccionó con una risa aún más fuerte.

Lo descubrió en un rincón de los jardines reales, aislado de la gente, una vez la competición hubo terminado, habiendo coronado ésta a un joven duque de los bosques cuyo nombre no recordaba. No tenía expresión alguna en el rostro, tan sólo miraba al vacío en la sombra de un árbol. La princesa sentía lástima por el pobre muchacho, y decidió dedicarle unas palabras de ánimo.

- ¿Puedo sentarme a tu lado? – le preguntó.

Ante la presencia de Elodie, Gobett dio un bote y volvió a ruborizarse hasta el extremo, aunque no cambió la expresión de su rostro. Asintió tímidamente y se hizo a un lado. Elodie recogió su vestido y se sentó con cuidado.

- Yo no creo que lo hayas hecho tan mal con el arco –mintió Elodie.- Yo ni siquiera tendría la fuerza para tensar un cacharro de esos.

Gobett se conpungió, y el tono de su piel se volvió aún más agresivo. Elodie se preguntó si habría escogido mal sus palabras. Cuando al fin se le ocurrió una manera de reanudar la conversación, el chico abrió la boca, para su sorpresa.

- ¿Te gustan las mariposas?

- ¿Cómo dices? –preguntó la princesa, desconcertada.

- Las mariposas. Antes tenías una en la mano –indicó el chico.

Elodie recordó el gigantesco insecto que había acudido a sus dedos horas atrás.

- Oh, sí, son muy bonitas. Y en esta época del año empiezan a aparecer por todas partes.

Gobett sonrió, si bien aún no se atrevía a dirigirle la mirada. De nuevo el silencio volvió a hacer acto de presencia.

- Me han dicho que tu padre no ha podido venir, ¿verdad? –comentó Elodie.

El tema asustó al chico.

- N-no ha podido hacerlo, Majestad. Los esquimales… los esquimales…

Aunque Elodie sólo había sacado el tema por darle conversación, comprendió pronto que había sido una decisión errónea. Al pobre chico no le habría sido difícil suponer que el único motivo por el cual la princesa se le había acercado era para pedirle excusas. Trató de enmendar su fallo rápidamente.

- Sí, lo entiendo. Las cosas en el norte se presentan turbulentas. Pero he de agradecer que aun así haya resuelto enviar a su heredero aquí -, le dijo, con una sonrisa. Esto pareció tranquilizar al joven.

La ausencia de palabras se vio interrumpida por un grito lejano. Era León. Seguramente se requería de su presencia para mostrar cordialidad a algún recién llegado o resolver algún imprevisto.

- He de irme, príncipe del norte –susurró Elodie. Se preguntó si su visita habría servido de algo, pues no parecía que su presencia le hubiese animado demasiado. Para compensar la charla vacía, se propuso hacerle un pequeño regalo, y le ofreció una de las sortijas que llevaba en la mano. – Un regalo de la casa real de Valoria. Para que te lo quedes-, comentó, con expresión risueña.

Gobett aceptó el regalo como si se tratase de un gran halago. Y justo cuando la princesa empezaba a marcharse, le dirigió la palabra.

- Yo también tengo un regalo para vos-, dijo. – Lo encontraréis allí, en el bosque.

Señaló la espesura que se abría más allá de los jardines del castillo. A Elodie le inquietó tal afirmación, y se marchó tras asentir sin demasiada seguridad.

Una vez hubo presentado sus respetos a un anciano científico de la corte que acababa de llegar tras un largo viaje, cuyo propósito no alcanzó a entender, se dirigió con curiosidad a las afueras del castillo, atravesando las fuentes, el campo de tiro y los rosales. Se paseó un rato entre los árboles, sin comprender a qué presente se refería el norteño. No tardaría en hacerlo.

Con una expresión que combinaba tanto horror como admiración, Elodie levantó la vista al más alto roble de los alrededores. Tres colosales mariposas alejandras descansaban inertes en su corteza, ensartadas cada una por una flecha.

El heredero del archipiélago blanco no había errado ni uno de sus disparos, aunque eso era algo que sólo sabían él y ella.
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MensajePublicado: 26 May 2013 8:58 pm     Responder citando

¡Al fin tu capítulo! E_E Me alegra mucho que hayas accedido a nuestra pequeño 'evento' del fic, si es que se le puede llamar de alguna manera, de hacer un príncipe cada uno e ir presentándolos a lo largo del día del baile, desde por la mañana hasta por la noche.

Sobre tu capítulo, he de decir, en primer lugar, que es extremadamente corto, demasiado, sin duda, y más teniendo en cuenta lo que tardamos todos siempre en postear. :(

He de señalar que has captado la personalidad de Luminière perfectamente. Dios, qué me ha encantado la parte en la que Luminière se burla de él riéndose y Elodie dice "A veces pienso que no tienes corazón", y él va y se ríe aún más AJ AJ AJ. Eso fue momento Luminière-Elodie total total. E_E Ahi los clavaste a los dos AJ AJ

Me gustó mucho también cómo has hecho que actúe Elodie en este capítulo, porque está como mucho más madura, haciendo su papel de princesa a la que todos tienen que cortejar. Por ejemplo, cuando le entrega de regalo una de sus sortijas.

Mi escena favorita fue la de la mariposa, cómo se posaba en el dedo de Elodie y ella la contemplaba ensimismada. Me imagino la escena, ahí con el viento acariciando sus rosados cabellos y con la mariposa en la mano, escena totalmente de princesa clásica y super bella y de ensueño E_E ¡Y no me extraña que el príncipe se quede embobado al verla así!

En un principio cuando empecé a leer creí que usted no había seguido las instrucciones porque, conociéndole, después de tanto tiempo se les habría olvidado. Pero ha sido grata mi sorpresa al ver que, en efecto, las has seguido elegantemente: has hecho al príncipe no guapo, sino atractivo, que era justo lo que había que conseguir. Y claro, yo me quejé cuando empecé a leer de que no era atractivo, pero claro, no le había dado tiempo al chaval de lucirse AJ AJ AJ. Se parece en realidad un tanto a Elodie en cierto modo. Tímido y tierno, pero también con un lado fuerte. E infalible, en este caso: su puntería. Qué épico ese final, en el que Elodie vee que no ha fallado ni un solo tiro, y que 'ese era el regalo del príncipe, que sólo sabían él y ella'. AJ AJ

Y Elodie lo ve, medio horrorizada medio sorprendida de admiración por la enorme puntería del chico. AJ AJ. Romántico, en cierto modo, pero, a la vez, profundamente cruel. E_E Podemos observar que este príncipe no tiene mucho aprecio por la vida... JO JO JO. Me lo imagino coleccionando insectos, todos disecados en sus cajitas... ¿querrá enjaular a Elodie como el que colecciona bellas mariposas? OH JOJOJOJO.

Y esas referencias y datos del mundo... como lo del archipiélago blanco, han estado muy bien. ¿Es el 'anciano científico de la corte' Bob Carvas? o,o

En fin, en lo general, en lo que respecta a contenido, bastante profundo y con muchos detalles geniales. En lo que respecta a la forma... extremadamente, corto, demasiado. :(

¡Y A VER SI PONES LOS DIÁLOGOS CON COMILLAS " " EN VEZ DE GUIONES - -, COMO HACEMOS TODOS AGGGGH! XD
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Luminary Umbrae
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MensajePublicado: 27 May 2013 2:31 am     Responder citando

Es mega corto comparado con mi Capitulo incluso, así que imagínate. Pero bueh, se podría decir que esta bien concentrado. Me ha gustado. Tal vez es demasiado en plan Brave... Pero bueno, mola. Ademas, tu príncipe, pese a no ser muy original al principio, al final me sorprendió bastante, aunque me dio una mala impresión que comentare mas adelante.

Para empezar, leer este Capitulo me ha hecho inspirarme para cierto rollo que se me ocurrió y que empezare a incluir de ahora en adelante. Con mi Príncipe De Bel-Air y demás. Así que solo por eso este Capitulo mola bastante.
Luego, esta bien redactado, cosa de agradecer, porque no se si soy yo o que, pero mucha veces me tengo que leer cada párrafo mas de cinco veces para entender que pasa. ... Aunque eso es verdad que me pasa con cualquier historia, que no logro pillarlo bien. Pero bueh.
Siguiente. Me gusto que supieras personificar bien a los personajes. ... Bueh... Mas que gustarme, me sorprendió. Porque seamos sinceros, de los 4, tu Spark, eres el que mas alejado esta de todo. Aggg, y ya temía que fueras a hacer un rollo extraño. Pero nada, me sorprendió.

Lo del Príncipe cuando empece a leerlo, pues eso. Ni feo, ni guapo. Tímido, y mediocre. Etc, etc... Meh, me dejo bastante Meh. Pero en el final me sorprendió eso. Que tuviese... Ese lado... 'Cruel', o sádico. Y que encima supieras conectarlo bien con lo de las mariposas del principio.
Supongo que al final todos nuestros príncipes van a tener una insana obsesión por clavar cosas. Pero vale (LOLWUT)

Y ahora pasemos a lo que dije arriba... Lo que medio la mala impresión es como hiciste que reaccionara Princesa. Aterrorizada... Pero impresionada. Ademas, la actitud general, aunque imagino que no lo hiciste a propósito... No se.
Es que a ver, lo que yo temo, es que desde ahora, como Elodie es un personaje que controlamos todos, empecemos a llevarla para que se relacione mejor con nuestro propio Príncipe, y ya. O sea, que en nuestros respectivos capítulos, le demos puntos extras a nuestros príncipes en cuestión.

... No se si me he explicado bien. Creo que no. Y ademas, seguramente sea cosa mía. Asi que... Bah.

Pues eso. Muy buen capitulo. Corto, pero por una vez, es suficiente. Espero que el siguiente sea mas largo. Y... Ya esta. Eso es todo. o.o
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MensajePublicado: 10 Sep 2013 12:05 am     Responder citando

¿Por qué tardas tanto en escribir? (Hipocresía) Un capítulo corto, pero contundente. Me sorprende que hayas dejado tu 'cosa' con Carvas y te hayas dedicado a hacer un capítulo con la Princesa, solo mostrando a tu personaje en una sola frase.

Me gusta porque en lugar de intentar continuar con todo lo que hemos dejado, has hecho tú una cosa. Una sola cosa. Independiente de todo el resto del fic. Podría haber sido más largo, pero nada.

Aparte de algunas incongruencias (¿Cómo podía el príncipe saber que iba a haber mariposas ahí? Seguro que estaban plantadas) y que tal vez lo del Archipiélago Blanco sea algo innecesario, no veo nada que comentar, realmente. OH PERDONA AQUÍ ESTÁ MI CAPÍTULO.

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Capítulo XI. El día de la otra mitad


18 de Octubre de 1322

Al fin había llegado. Despues de un largo viaje de 2 días, Severus Carvas al fin llegaba a la ciudad de Valoirs, la capital del gran reino de Valoria. Allí vivía la familia Real. Sev miró a su pequeño acompañante. No le había dado muchos problemas durante el resto de su viaje, sorprendentemente. Casi le cae un cubo de agua encima, pero Sev lo bloqueó de una forma muy hábil. Quién sabe el efecto que el agua tendría en el pobre gólem. Quién sabe el efecto que cualquier cosa tendría en el pobre gólem. En fin, el caso es que finalmente Sev ponía el pie en la capital. En cuanto entró por las puertas de la ciudad y vió al primer habitante de allí, quiso inmediatamente salir. Era una vieja, repartiendo caldo.

“¿Quiere un poco de sopa de pollo?” Le preguntó la vieja.

“¡AGH! ¡TÚ!” Gritó Carvas, asustando un poco a la gente de su alrededor, incluyendo a su acompañante.

“¿Seguro que no quieres?”

“¡¿Qué haces aquí?! ¡¿Me has seguido?!”

“¿’Aquí’ dónde?”

“¡En esta ciudad!”

“Perdona, pero yo he vivido aquí desde siempre. Nací en esta ciudad y moriré en ella.”

“Pero… yo… Molinos…”

“¿Seguro que no quieres caldo de pollo?”

“No, no quiero caldo de pollo”

“PUES TOMA CALDO DE POLLO” Y ya sabéis el resto.

Sev quería alejarse de esa mujer lo antes posible. Lo primero de todo era ir al castillo, y si podía ser, secarse la cara. Presentar sus saludos al rey, que debía gobernar en lugar de su compañera… ¡Je! Todo pasó muy deprisa. Un día eran los dos mejores amigos, trabajando juntos, compartiendo comidas y discutiendo acerca de cosas triviales, y el próximo se enamoraba de un literal príncipe azul y se encontraba demasiado ocupada como para seguir siendo amigo suyo. Aún se enviaban cartas amistosas el uno al otro, por supuesto, pero Carvas añoraba una compañía que contrastara sus opiniones y le ayudase con su trabajo.

En todo esto, Sev se dio cuenta de que las calles estaban bastante vacías. ¿Algún festival, quizás? ¿Algún anuncio que requiera la atención del pueblo en el castillo?... ¿Otra plaga de la peste? No importaba, cuantas menos personas tuviese que explicarle la razón por la que llevaba una pequeña roca viviente, mejor.

Al fin llegó al castillo. Para su sorpresa, tampoco había nadie por ahí, solo algunos guardias, e incluso ellos llevaban un porte nada marcial. Uno de ellos, joven, con una verruga en la ceja y un pelo… rubiuzco, por no tener una palabra mejor, guardaba la puerta de las murallas y le impedía el paso.

“En este momento la familia real se encuentra ausente, y no podrá realizar una audiencia hasta esta tarde.” Dijo.

“Vaya, que lástima…” Replicó Sev.

“¿Tal vez la próxima vez podría enviar a su pequeño sirviente a que lleve el recado?”

“¡No! No. No. Ahora vamos a buscar alojamiento, gracias. Planeo en quedarme aquí algunos días.”

“Buena suerte con eso, he oído que todas las posadas están repletas. Hay una competición de arquería, un baile en el que participan cantidad de familias nobles, y no me acuerdo qué más…”

“¿Qué no hay alojamiento? ¿Y dónde se supone que voy a dormir?”

“Bueno… Puede buscar habitación en la casa de Sigmund Sidmiles. El viejo tiene una casa enorme, y las pocas personas que han entrado dicen que está casi vacía.”

“Me preocupa eso de ‘las pocas personas que han entrado’”

“Oh, esté usted tranquilo, es… normalmente… inofensivo. Está como una cabra, eso sí, pero no creo que le haga daño. No vive muy lejos de aquí.

Justo detrás suyo, coja la segunda calle a la izquierda y todo recto hasta que vea un caserón mugriento.”

“…Supongo que no tengo más remedio. Vámonos, chico.” Dijo Sev Carvas al pedrusco, para la sorpresa y extrañeza del guardia.

Detrás de él, a la segunda calle a la izquierda y todo recto, se encontró con un caserón mugriento. Es decir, particularmente más mugriento que el resto de edificios. Dio dos toques con la aldaba de la puerta. Un par de minutos después, la mirilla se abrió y Sev pudo ver los ojos de Sigmund Sidmiles.

“¿Qué quieres?”

“¿Es usted Sigmund Sidmiles?”

“Sí, ¿qué quieres?”

“Me llamo Severus Carvas, yo-“

“No me interesa. Vuelve cuando no esté tan ocupado.” Y Sigmund cerró
la mirilla. Lo que causó que Sev se molestase y tocase otra vez la puerta, esta vez más fuerte que antes.

“¡Estoy ocupado con un encargo personal de la Princesa! ¡Me lo ha pedido expresamente que lo haga! ¡Márchese antes de que llame a las autoridades!” Se oyó a través de la puerta.

“¡Solo quiero un sitio para pasar la noche, nada más!” Se abrió la mirilla otra vez.

“¡Pues ya puede ir montándose una tienda en las afueras, porque aquí- ¿Qué es eso que veo?”

La puerta que separaba a los dos se abrió de golpe. Menos mal que Sev tenía buenos reflejos porque si no se apartaba a tiempo, le rompía la nariz. Sidmiles quitó de un empujón a Carvas y de un movimiento rápido agarró al gólem, que se estremeció un poco.

“¿Qué tenemos aquí, eh?” Dijo Sigmund “¿Un gólem? Está bastante deforme…”

“…”Sev no sabía exactamente qué contestar.

“¿Lo… lo has intentado hacer tú?” La cara de Sigmund había cambiado
para mostrar un claro signo de preocupación. Él sabía por experiencia propia que no estaba muy bien visto hacer ese tipo de cosas.

“¡No! ¡No, por supuesto que no! Es… mi ayudante”

“Claro que sí, amigo. Claro que sí. Pasa, por favor. Tenemos muchas cosas de las que hablar.”

“Eh… sí, claro.” De una forma o de otra, había conseguido entrar en la casa. Hasta la actitud de Sigmund había cambiado por completo. Ahora le dejaba pasar primero incluso, y había dejado de gruñir entre dientes.

Cerró la puerta detrás suyo con llave y la mirilla también.

Dentro del caserón, parecía que al oscuridad se los iba a comer. Todo hecho de madera, lo primero que se veía nada más entrar en la casa eran unas escaleras que llevaban al segundo piso, del cual no se veía absolutamente nada. Lo curioso del edificio era que, mientras que la mitad derecha de este estaba impoluta y brillante, la mitad izquierda, toda la mitad izquierda (incluso las escaleras) tenía sobre ella una capa de polvo y telarañas por todas partes. Sev se preguntaba la clase de vida que llevaba este tipo. Justo entrando a la derecha había una habitación iluminada, y desde donde estaba Sev se veía el caos: herramientas de bricolaje, papeles desperdigados por la mesa, botellas, piedras y artilugios de origen desconocido. Parecía que sí que era verdad que estaba trabajando en algo.

“¿A qué has venido realmente?” Inquirió Sigmund de repente.

“Ya se lo he dicho, solo vengo a buscar una habitación en la que dormir.”

“Tranquilo, joven.” Si Sev ya estaba algo entrado en años, sí que tenía que ser viejo Sidmiles para que dijese eso. “Aquí nadie te oirá, yo guardaré tu secreto.”

“¡No hay ningún secreto! ¡Vengo a buscar un sitio para dormir!”

“Te diré yo a qué has venido: Has oído hablar del maravilloso arte de la alfarería de gólems, y te ha maravillado el hecho de que puedas crear vida a partir de rocas y otras piezas.”

“No, yo-“

“Intentaste aprender por tí solo, y después de muchos intentos fallidos, al fin conseguiste algo que se parecía a lo que habías visto sirviendo a altos dignatarios. Pero no era suficiente…”

“Le digo que-“

“Encontraste al fin la solución en uno de mis viejos amigos del gremio. Descubriste quién era yo y dónde vivía. Y por eso has venido hasta Valoria con un propósito: que el GRAN Sigmund Sidmiles te enseñe todo lo que conoce del arte que tan desesperadamente buscas.”

“¿Por qué no-?“

“Calla. Deja de intentar tentarme para hacer algo de lo que me arrepentiré. No te haré caso. No seguiré te sucio juego.”

“Pero si-“

“¡¿Por qué quieres alcanzar una meta tan ruin?! ¡Cállate, tentador, cállate!”

“Oh, me rin-“

“¡Vale! ¡Lo haré, lo haré! ¡No me hagas daño!”

“¿Qué? ¿Entonces vas a dejarme quedarme aquí?” Y otra vez, por puro accidente, había conseguido lo que quería. Hoy era un magnífico día para conseguir cosas, parecía.

“No tengo más remedio, ¿no?”

En ese momento, lo mejor era seguirle el juego al viejo. “…No, claro que no.”

“Pero ahora estoy ocupado, me ocuparé de tus asuntos mañana. Búscate una habitación por la casa. Yo paso casi todo mi día ahí dentro.” Y señaló la sala iluminada. Y entró dentro, también. Y cerró la puerta de golpe, también.

Sev se dirigió al lúgubre segundo piso y se metió en una de las habitaciones vacías de la izquierda. Todo estaba cubierto de polvo y telarañas, pero afortunadamente ya estaba amueblado. Carvas dedicó unas cuantas horas a una limpieza intensiva de la habitación con unos cuantos trastos que encontró tirados en otra habitación. Lueog bajó y tocó la puerta del “área” de Sigmund.

“¿Sí?” Se oyó desde el otro lado de la puerta, otra vez.

“¿Hay algo de comer?”

“Puedes coger algo de comida de la despensa, si es que tienes hambre.”

“Gracias.” Y se alejó de la puerta. Ni le había preguntado dónde estaba la despensa, pero finalmente la encontró. La mitad de la comida tenía un aspecto sospechoso, la verdad. ¿Quién le hacía la compra a este hombre? Sev comió algunas piezas de fruta que encontró no demasiado pasadas.

Entre limpiar y comer, ya había quemado toda la mañana y las primeras horas de la tarde también. ¿Hora de visitar el castillo?

No. Había algo aún más importante que hacer.

Acomodó al pedrusco, ahora durmiendo en una pequeña cama, cerca de la suya. -Vale, tengo que ponerle un nombre al chico algún día- Se decía Sev. Luego abrió la puerta y salió de la casa, mucho más ligero después de haber dejado sus cosas en su habitación.
____________________________________________________________________________

El cementerio. Ese era el algo más importante que Severus Carvas tenía que hacer.

No le costó absolutamente nada encontrar el lugar de descanso de Lora. Era el mausoleo más grande de toda la zona. Tres hileras de tumbas de piedra preciosamente decoradas, con diversos familiares cercanos y antepasados del actual rey de Valoria, y ahora, su esposa. Grabado en la piedra que sujetaba una estatua de la reina reposada estaba escrito:

“Aquí yace nuestra reina Vulna Loranis Laurentia. Nació el 4 de Agosto de 1268 y reposa aquí desde el 15 de octubre de 1322. Sus súbditos la recuerdan y esperan que sea feliz.” Con el mensaje casi invisible detrás de todas las flores.

Severus Carvas llevó su mano hasta su bolsillo y sacó un sobre, y del sobre, una pluma.

“Fíjate en esto. Al fin, al fin lo hemos conseguido. Tal vez sea un poco tarde, pero estamos a punto de encontrarnos con él. El anurgón.

Finalmente. Y será gracias a nosotros, Lora. No solo pasarás a la historia por ser una gran líder, también lo harás por descubrir una nueva especie. Todo esto no sería posible si no fuera por ti, por estar conmigo durante todo ese tiempo.” Severus Carvas guardó ordenadamente de nuevo la pluma en el sobre.

“…De todas formas, ‘casi’ poder ver uno no cuenta para nada. Aún nos quedan algunos pasos para poder reclamar nuestro premio. Me falta ver si tu familia es tan tolerante como tú respecto a mis cuentos de viejo.

Supongo que nos veremos otra vez… Hasta luego.” Guardó el sobre en su bolsillo de nuevo, dio un largo suspiro, y se fue. Esta vez, se dirigía al castillo, de nuevo.
______________________________________________________________

La guardia había cambiado, porque ya no veía al de aquella mañana.

Esta vez, las puertas de las murallas estaban abiertas, y las del castillo también. Entre las murallas y el castillo había un precioso jardín decorado con flores puestas de forma geométrica, lo cual inutiliza ligeramente las murallas, ya que no se puede ir rápidamente de torre a torre por tierra.

Justo cruzando las puertas del castillo, la sala del trono. Estaba bastante vacía, pues solo había unos cuantos mirones y otra tanda de guardias.

Uno de ellos le dijo que esperase hasta que la Princesa llegase a la sala.

Mientras esperaba, la sala se fue llenando poco a poco. Al final, tampoco habían tantos. Era raro, no entendía por qué tanta poca gente venía a pedirle cosas a la princesa, ¿estarían esperando a que el Rey hiciese una audiencia en su lugar? Ni que la Princesa les hubiese negado construir nada valioso ni nada.

Al fin salió la susodicha Princesa. Resultaba bastante cómico verla. Una niña seguida a todas partes de una cuadrilla de adultos. Pronto el primer mirón comenzó con su petición. Y el segundo. La futura monarca estaba contestando a estas de forma bastante distraída, la verdad. Como si estuviese pensando en otra cosa. Por supuesto, tiene muchas cosas en las que pensar. Y de repente, se vió delante del trono, con todos los ojos mirándole.

-Vamos, para esto habías ensayado mientras limpiabas, Sev-. Y así, empezó a soltar un discurso. “Me llamo Severus Carvas…” Blablablablabla. Se lo había aprendido de memoria. Hasta tal punto, que llegó a solo pronunciar las palabras, sin escuchar realmente lo que decía. Blablablablablablabla.

Y de pronto se vió fuera del edificio.

…¿Qué… qué había pasado? ¿Había soltado su discurso y luego que había dicho ella? AGH. ¿Por qué tenía que distraerse siempre que recitaba algo? Estaba mirando la preciosa decoración de la sala y no se había fijado en lo que había contestado ella. AGH. Siempre le pasaba lo mismo.
¿Debía volver mañana, quizás? No lo sabía, porque no se había enterado de absolutamente nada. AGH, HE DICHO. Supongo que ahora no le quedaba más remedio que volver a su alojamiento. Segunda calle a la izquierda y todo recto hasta un caserón mugriento.
___________________________________________________________________________

Aquella noche, después de una cena con su anfitrión… bastante normal, teniendo en cuenta las personas involucradas. Cogió algo de comida (por si acaso) y la llevó a su habitación y se fue a dormir.

…O al menos eso intentó, porque menos de dos horas más tarde dieron dos toques con la aldaba. Y luego otros dos más. Y luego otros dos más. Y luego ya no más porque al parecer Sigmund había decidido que tenía que ser Sev quien respondiese a la puerta.

“¿Sí?” Casi grita Sev al chico adolescente que estaba en la calle a oscuras. Iba muy bien vestido para estar solo por la noche. Si no tenía cuidado, iba a acabar siendo atracado. Llevaba hasta capa, como si fuera a ofrecer una ceremonia oficial. Tenía una complexión normal, pero tenía unas cuantas pecas en la cara.

“¿Es usted Sigmund Sidmiles?” Preguntó el chico, completamente entusiasmado.

“No, por supuesto que no.” Sev se molestó algo con esa suposición, por alguna manera. La verdad es que tenía bastante mal genio cuando no le dejaban dormir. Normalmente era mucho más calmado. “¿Quién lo pregunta?”

“Soy Marcel Girardin, hijo de Lord Herbert Girardin. He llegado a esta ciudad hace algunos días con el motivo de un baile entre casas de la nobleza.” Replicó el chico.

“Muy bien. ¿Y por qué razón vienes a molestar a estas horas, niño rico?” Vaya. Realmente Carvas se ponía de mal humor cuando lo despertaban.

“Yo… venía a ver al señor Sigmund Sidmiles”

“…Sabes que no está precisamente… ‘bien’, ¿no?”

“Sigmund Sidmiles no está loco, señor. Es un GENIO. Es todo lo que yo quiero ser.” Y sonrió. Era algo adorable, la verdad.

“Entonces, ¿eres un fan?”

“Sigmund Sidmiles es mi héroe. Sabe de todo: alquimia, mecánica, y mi conocimiento favorito: la magia. ¡Es increíble como una sola persona pueda dominar todas esas áreas! Yo llevo ya varios años estudiando magia y aún no he conseguido que pase absolutamente nada.” El chico no tenía pinta de pasarse todo el rato estudiando, la verdad. Tenía pinta de… eso, de noble. Y sería raro que no la tuviera, pues pertenecía a una de las familias más ricas del país.

“¡Estoy seguro de que, bajo la tutela del GRAN Sigmund Sidmiles, al fin podré utilizar todo mi potencial!”

“Buena suerte con eso. Yo solo he conseguido tener una habitación aquí por una coincidencia remotamente posible.”

“Oh, estoy seguro de que me aceptará. Ya lo verás.”

“Oh, con solo unas cuantas horas desde que lo conozco, estoy seguro de que el tipo es tozudo como un burro sin amaestrar.” La sonrisa del chico desapareció, ahora parecía algo molesto. Un poco presuntuoso, era. Desde luego, se parecía un poquitín a su ídolo.

“De todas maneras” Continuó Sev. “No vas a conseguir nada hasta mañana. Creo, creo, que está durmiendo. O eso o es que le gusta hacer esperar a la gente.”

“No sé si voy a poder otro día… Tengo que prepararme para el baile. Con las clases de danza y educación, casi no doy abasto. Y creo que para mi padre, el GRAN Sigmund Sidmiles es solo un tipo. No digno de estar cerca de su familia.”

“Sé que quieres verle lo antes posible, pero ponte en mi lugar: si realmente Sigmund Sidmiles es tan buen mago como dices, ¿serías la persona que lo despertase de su sueño?” Sev se había calmado un poco con el adolescente. Le resultaba un poquitín mono, a pesar de que seguramente estaría mimado a más no poder.

“No… supongo que no…” Al final Marcel Girardin se rindió.

“Mañana será otro día, Marcel”

“Sí, supongo que sí. Adiós.”

“A lo mejor ‘hasta luego’” Le dijo Severus mientras se iba. Y cerró la puerta.

Sí. Mañana sería otro día. Al parecer todos teníamos personas que ver: el fan a su ídolo y Sev a la Princesa. A ver qué había pasado.

Sev subió a su habitación y se durmió en seguida. Despues de esa conversación en la que hubo un par de gritos nadie, ni siquiera el niño piedra, se había despertado.

…En serio, debería intentar ponerle un nombre pronto.
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